La Presidenta y los
voceros del relato terminan creyendo su propia ficción.
Leyes y paranoia
conspirativa oficial.
Por Alfredo Leuco |
Pese a que alguna vez fue peronista, José Pablo Feinmann
todavía sostiene los prejuicios jurásicos, más gorilas que King Kong, de creer
que el pueblo es una legión de tontos a los que Marcelo Tinelli les lava el
cerebro. Esa teoría paternalista, ya viejísima en los 70, dejó de funcionar
cuando se descubrió que era una manera de subestimar y discriminar a los más
pobres que en general votan por su experiencia social cotidiana y la de su
familia y no por lo que le dicen los medios de comunicación.
Un millón y medio
de proletarios industriales calificados que habían votado a Cristina en 2011,
le retiraron su confianza en 2013 porque consideraron que la Presidenta les
robaba su dinero con la excusa del impuesto a las ganancias. El 80% de esos trabajadores
tenían historia peronista y se preguntaron con sentido común: “¿De qué ganancia
me hablan si yo no tengo casa propia, toda mi vida fui inquilino?”. Fue una
reflexión racional que decidió no votar al oficialismo como castigo. ¿Eso fue
culpa de Tinelli o de un gobierno que en su bulimia de dinero se lo quita a los
asalariados? Otro millón y medio abandonaron las listas del Frente para la
Victoria porque están hartos de la inseguridad que el Gobierno ignora. Y otra
franja de votantes de la misma magnitud no apoyó a Cristina porque a esta
altura les produce repugnancia la matriz corrupta de un Estado que tiene en
Lázaro Báez y Amado Boudou los socios comerciales y políticos del matrimonio
presidencial.
¿Eso fue culpa de Tinelli? ¿La delincuencia juvenil,
también?, como afirmó el virtual vocero de Irán, Luis D’Elía. ¿Y Cristina no es
responsable de esquilmar a los laburantes con el impuesto al salario, del
aumento del delito y de los narcos o del enriquecimiento ilícito de varios
muchachos K? ¿Once años de gobierno con los mejores precios de la historia para
los productos argentinos no alcanzaron para construir una sociedad más justa,
igualitaria y honesta? Según Feinmann, que pasó de filósofo de cabecera de la
minoría cristinista a inspector de ideologías de millones de argentinos que
miran a Tinelli hace años, Marcelo los idiotiza con culos y basura. Los
convierte en sujetos colonizados que no pueden pensar por sí mismos. Si esto
fuera cierto, ¿cómo fue que Cristina sacó 12 millones de votos en 2011? ¿O en
esa época los tontitos argentinos no miraban Tinelli? ¿O el oportunismo de
Feinmann lo llevó a criticar a Tinelli ahora y no cuando cerró la campaña en
2007 con Néstor y Cristina ni cuando el hombre más popular de la Argentina se
fundió en un abrazo con Ella para llorar la muerte de El? Las cámaras mostraban
una y otra vez esa imagen del pésame. ¿Era la anticultura y el antipensamiento
abrazado a la Presidenta a la que Feinmann eleva a la categoría de estadista?
Hay una degradación del pensamiento producto del fanatismo
que ciega. Un nuevo papelón de Víctor Hugo Morales lo certifica. Estuvo
elogiando por minutos con sus adjetivos napoleónicos a Daniel Scioli por no
haber ido al debate de TN con los candidatos. Cuando le avisaron que sí había
ido, reculó en chancletas, hizo un silencio rojo de vergüenza y pidió
disculpas. Es que, pobre, entre el viaje a París y a Nueva York y óperas del
Colón no tiene tiempo ni para leer los diarios. Apenas le alcanza para leer las
gacetillas que le manda el Gobierno.
Algo se está quebrando en un oficialismo que, desesperado
por mantener la iniciativa, pega volantazos sin importarle el costo ni dejar
colgado del pincel a sus aliados. Horacio Verbitsky, Alejandro Slokar, Martín
Arias Duval, entre otros kirchneristas de la agrupación “Zaffaroni por la
Liberación de... Delincuentes” expresaron sus críticas primero a Berni y
después los más valientes, hasta se atrevieron a mencionar a Cristina. Porque
fue ella la que habló de la puerta giratoria de la Justicia y sólo le faltó citar
a Bernardo Neustadt y Juan Carlos Blumberg o la expulsión de los extranjeros
que delincan en clara violación de la igualdad constitucional ante la ley.
Es que ahora aparecen algunos sapos difíciles de digerir.
Patria o Buitres se escucha cada vez menos. Patria o Clarín se escucha cada vez
más, pero el discurso presuntamente antimonopólico se cayó a pedazos con la
entrega a las empresas telefónicas. Para decirlo en palabras de Elisa Carrió:
con tal de quebrar a Clarín, la Presidenta no tuvo empacho en generar un
oligopolio propio medio opa y ahora, en borrar con el codo lo que escribió en
la Ley de Medios sobre cerrarle la puerta al monopolio de las Telco.
En esa batalla que no se priva de hacer aprobar a libro
cerrado y a tambor batiente, todo tipo de leyes para castigar al periodismo hay
ciertos delitos que deben ponerse bajo una lupa. El cada vez menos robo y más
intimidación que sufrió Marcelo Longobardi, por ejemplo. O el ataque pirata
informático más grande que se haya hecho en el país que fue a radio Mitre donde
todos están dispuestos a resistir la intervención que anuncia Martín
Sabbatella. Expertos consultados reconocieron que la emisora que lidera
ampliamente la audiencia fue sometida a un embate sin antecedentes. El
responsable tiene que tener mucho poder pues utilizó servidores de 1.500 IP de
Rusia, China, Corea, Hungría, Brasil, entre otros. Es lo que se conoce
técnicamente como DDoS, atentado por denegación de servicios. El ancho de banda
utilizado fue de la misma magnitud que tiene toda la ciudad de Córdoba. Eso
confirma que no se trató de dos hackers al servicio del grupo de tareas K de la
blogósfera. Fue mucho más grave.
En plena parábola descendente del Gobierno, se consolida el
teorema que terminará triturando la buena imagen de Cristina: mientras más se
cae la economía, más poder y más lugares ocupa su culpable, Axel Kicillof. Eso
empuja al ridículo a Jorge Capitanich que tiene que explicar cuestiones cada
vez más inexplicables: que la caída de la matrícula en las escuelas públicas en
un dato del crecimiento económico de los padres, o que la Corte Suprema cometió
una afrenta a las instituciones republicanas y deberían presentarse a
elecciones y que los medios que informan sobre la “sedición” policial cometen
“apología del delito”.
¿Se imaginan si Tinelli comenta en su programa esas
noticias? A Cristina, Feinmann y D’Elía les cerraría su paranoia conspirativa.
¿Serían capaces de pasar ShowMatch por cadena nacional con tal de que nadie
muestre lo que pasa en la realidad? No se oponen a los monopolios, quieren ser
sus propietarios. No se oponen a la idiotización de la gente, lo quieren hacer
ellos con sus propias idioteces, que encima no tienen rating.
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