Por Fernando González |
A un año de las elecciones presidenciales en la
Argentina, las experiencias que ayer vivieron Brasil y Uruguay son un espejo
inevitable en donde mirarnos y extraer algunas enseñanzas.
El cálculo rápido
de los políticos es tratar siempre de sacar ventajas, sobre todo si se tiene
alguna cercanía con los ganadores.
A nadie puede extrañarle la
foto que anoche se sacó Daniel Scioli con Tabaré Vázquez o la euforia que
mostraron en las redes sociales por la reelección de Dilma Rousseff los
dirigentes kirchneristas. Seguramente, algún candidato opositor
habría hecho algo parecido si la victoria hubiera favorecido a Aecio Neves o a
Luis Lacalle Pou.
La primera enseñanza de los comicios en Brasil y
Uruguay es que los oficialismos (el de Dilma y Lula, y el del Frente Amplio de
José Mujica) resistieron finalmente los embates de sus adversarios más jóvenes
y más representativos de la novedad. Ni las graves denuncias sobre corrupción ni el
desgaste por el declive económico ni los 12 largos años de gestión hicieron
suficiente mella en el gobierno del Partido de los Trabajadores como para
desalojarlo del poder. El dato enciende las pupilas de
Cristina Kirchner y, sobre todo, de Scioli en la Argentina. Pero
la cosa no es tan simple ni extrapolable entre los socios regionales. Ni Brasil
ni Uruguay están en default. No aplicaron la genialidad del cepo al dólar ni
registran un derrumbe tan pronunciado en sus reservas monetarias.
Tampoco cayeron en la trampa de una inflación tan
acelerada ni en la tentación de hacer desaparecer las cifras oficiales sobre
pobreza. Y además, está claro que Sergio Massa, Mauricio Macri o cualquiera
de los candidatos de Unen tienen por delante un año para detectar qué errores
cometieron sus colegas brasileños y uruguayos. Pero también queda claro que el
marketing de campaña, los asesores sagaces y las esposas atractivas no alcanzan
por sí solos para ganar una elección.
La segunda enseñanza que deberían registrar los
dirigentes argentinos es que la relación con los dos países vecinos más importantes
que tiene la Argentina está en una crisis mayúscula.Tabaré Vázquez se
proyecta para volver a presidir Uruguay si gana en el ballottage y ya hemos
tenido pruebas durante el conflicto por las papeleras sobre cuál es su postura
respecto de nuestro país y del kirchnerismo. Tampoco las cosas serán fáciles
con Brasil. Porque si bien Aecio Neves era el más duro de los candidatos en
cuanto a marcar más diferencias dentro del Mercosur, el escaso margen por el
que ganó Dilma y la presión social y empresaria con la que iniciará su segunda
gestión llevarán seguramente a un replanteo de la corcoveante relación
bilateral.
Cristina y todos aquellos que aspiran a sucederla
el año próximo, de Scioli a Macri, de Massa a Cobos, de Binner y Sanz a
Altamira, deben extraer de Brasil y Uruguay las lecciones más simples. Aquella que
muestra al gran vecino regional liderando el fenómeno global de las
multilatinas. O aquella que muestra al vecino ríoplatense aprovechando el boom
de exportación agropecuaria. O escuchando la primera frase de Dilma después de
ser reelecta: “Estoy dispuesta al diálogo”. Mucha tolerancia. Enorme humildad.
Cero soberbia. Allí está la primera lección de ambos para una Argentina que no
aprueba todavía el examen primario de la convivencia.
© El
Cronista
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