lunes, 27 de octubre de 2014

La primera lección de Dilma y Tabaré fue no caer en la soberbia

Por Fernando González
A un año de las elecciones presidenciales en la Argentina, las experiencias que ayer vivieron Brasil y Uruguay son un espejo inevitable en donde mirarnos y extraer algunas enseñanzas.

El cálculo rápido de los políticos es tratar siempre de sacar ventajas, sobre todo si se tiene alguna cercanía con los ganadores

A nadie puede extrañarle la foto que anoche se sacó Daniel Scioli con Tabaré Vázquez o la euforia que mostraron en las redes sociales por la reelección de Dilma Rousseff los dirigentes kirchneristas. Seguramente, algún candidato opositor habría hecho algo parecido si la victoria hubiera favorecido a Aecio Neves o a Luis Lacalle Pou.

La primera enseñanza de los comicios en Brasil y Uruguay es que los oficialismos (el de Dilma y Lula, y el del Frente Amplio de José Mujica) resistieron finalmente los embates de sus adversarios más jóvenes y más representativos de la novedad. Ni las graves denuncias sobre corrupción ni el desgaste por el declive económico ni los 12 largos años de gestión hicieron suficiente mella en el gobierno del Partido de los Trabajadores como para desalojarlo del poder. El dato enciende las pupilas de Cristina Kirchner y, sobre todo, de Scioli en la Argentina. Pero la cosa no es tan simple ni extrapolable entre los socios regionales. Ni Brasil ni Uruguay están en default. No aplicaron la genialidad del cepo al dólar ni registran un derrumbe tan pronunciado en sus reservas monetarias.

Tampoco cayeron en la trampa de una inflación tan acelerada ni en la tentación de hacer desaparecer las cifras oficiales sobre pobreza. Y además, está claro que Sergio Massa, Mauricio Macri o cualquiera de los candidatos de Unen tienen por delante un año para detectar qué errores cometieron sus colegas brasileños y uruguayos. Pero también queda claro que el marketing de campaña, los asesores sagaces y las esposas atractivas no alcanzan por sí solos para ganar una elección.

La segunda enseñanza que deberían registrar los dirigentes argentinos es que la relación con los dos países vecinos más importantes que tiene la Argentina está en una crisis mayúscula.Tabaré Vázquez se proyecta para volver a presidir Uruguay si gana en el ballottage y ya hemos tenido pruebas durante el conflicto por las papeleras sobre cuál es su postura respecto de nuestro país y del kirchnerismo. Tampoco las cosas serán fáciles con Brasil. Porque si bien Aecio Neves era el más duro de los candidatos en cuanto a marcar más diferencias dentro del Mercosur, el escaso margen por el que ganó Dilma y la presión social y empresaria con la que iniciará su segunda gestión llevarán seguramente a un replanteo de la corcoveante relación bilateral.

Cristina y todos aquellos que aspiran a sucederla el año próximo, de Scioli a Macri, de Massa a Cobos, de Binner y Sanz a Altamira, deben extraer de Brasil y Uruguay las lecciones más simples. Aquella que muestra al gran vecino regional liderando el fenómeno global de las multilatinas. O aquella que muestra al vecino ríoplatense aprovechando el boom de exportación agropecuaria. O escuchando la primera frase de Dilma después de ser reelecta: “Estoy dispuesta al diálogo”. Mucha tolerancia. Enorme humildad. Cero soberbia. Allí está la primera lección de ambos para una Argentina que no aprueba todavía el examen primario de la convivencia.

© El Cronista

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