Ceremonia autóctona frente a la iglesia de Casabindo. (F. Bevacqua) |
Jujuy - Científicos de la Universidad Nacional de
Jujuy y el CONICET realizan investigaciones sobre los apellidos de los
habitantes de la Puna jujeña para conocer el pasado histórico de las
comunidades y el flujo poblacional. Esta metodología de análisis es usada desde
1998 para poder investigar y explorar el movimiento
migratorio de la sociedad y la dinámica poblacional de varias localidades de la
Puna jujeña.
La localidad de Casabindo fue el territorio de un pueblo
originario homónimo que pobló el sector central de la Puna de Jujuy en el siglo
XVI. Tras la llegada de los conquistadores españoles, el territorio de los
Casabindo fue entregado como parte de una encomienda al marqués del Valle de
Tojo, conocido por los pobladores como Marqués de Yavi.
Para los investigadores, esta circunstancia dejó registros de los nombres de los pobladores
originarios de ese territorio desde 1557. Los archivos muestran que los
Casabindo carecían de apellidos y contaban exclusivamente con nombres, pero con
la evangelización, más de 100 años después de ese primer registro, los
indígenas pasaron a tener un nombre de origen español. Y los nombres masculinos
autóctonos de Casabindo fueron tomados como apellidos.
Científicos del Instituto de Biología de la Altura de la
Universidad Nacional de Jujuy y de CONICET utilizan desde 1998 la metodología de análisis de apellidos para
conocer el flujo y movimiento migratorio de la sociedad y la dinámica
poblacional de varias localidades de la Puna jujeña.
Al respecto, la directora del Instituto, doctora en Ciencias
Naturales y miembro de la Asociación de Antropología Biológica Argentina
(AABA), Emma Alfaro, explica las ventajas de esta metodología frente a los
estudios con marcadores moleculares que resultan “más costosos en términos de
tiempo y dinero”.
“Los apellidos nos
otorgan información indirecta de los modos de herencia, pero son fáciles de
obtener, baratos y están disponibles en innumerables bases de datos”, asegura
la investigadora del CONICET que, junto a su equipo, recurre los padrones
electorales como punto de partida de sus investigaciones.
La doctora Alfaro reconoce, no obstante, que existen algunos inconvenientes al momento de
trabajar en el estudio de apellidos y da algunos ejemplos: “Un chico adoptado
va a compartir el apellido de la persona que la adopta pero no va a compartir
sus genes. Además, en los registros escritos de las migraciones, los apellidos
sufrieron mutaciones, como sucedió en los casos de personas que ingresaron al
país oriundas de Europa del Este o países árabes especialmente”
Sin embargo, aclara que el método, que se utiliza para
investigar el flujo poblacional, permite cubrir poblaciones actuales grandes y
rastrear datos históricos.
En el caso estudiado de los Casabindo, el equipo liderado
por la doctora Alfaro detectó cómo los nombres de personas de las comunidades
autóctonas se han preservado y hoy figuran como apellidos en la población
actual de la región. “Todavía hoy podemos encontrar al menos 25 de esos nombres
autóctonos de 1650 usados como apellidos”, precisa la científica.
Un dato curioso es que
todos los nombres de mujeres indígenas se perdieron porque en el
bautismo los españoles ponían como apellido el nombre autóctono del padre. “Ese
mecanismo empieza a verse alrededor del 1680, donde empiezan a aparecer las
primeras mujeres con un apellidos que antes eran nombres exclusivos de los
varones”, aclara.
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