Por Ana Gerschenson |
El peronismo se ha especializado en permanecer en el poder
en el último cuarto de siglo de la Argentina.
Desde el triunfo de Carlos Menem en 1989, no hubo gobierno
que no estuviera integrado por un dirigente nacido en la cuna del
justicialismo. Comenzó con el mandatario riojano, luego la Alianza en 1999 tuvo
a Carlos "Chacho" Alvarez como vicepresidente, y fueron del PJ los
cinco presidentes que ocuparon la Casa Rosada en tan solo una semana, y que
terminaron con el interinato presidencial de Eduardo Duhalde hasta el triunfo
de Néstor Kirchner en 2003, otro justicialista venido del Sur que eligió como
sucesora a su esposa, Cristina Fernández, militante peronista desde su
adolescencia y jefa de Estado desde el 2007 hasta hoy.
El 2015 no parece que vaya a ser la excepción a la regla que
rige la relación entre poder y PJ. Lo reflejan todas las encuestas que, a un
año de las elecciones presidenciales, pronostican un triple empate entre Daniel
Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri. Los dos primeros sostienen abiertamente
los postulados del General, y Macri se ocupó desde los comienzos del PRO de
construir una pata peronista.
Todos cantan la marchita, hacen la V de la victoria, citan a
Perón, admiran a Evita, pero algunos se identifican con el progresismo de izquierda,
como el kirchnerismo, otros con ideas más de centro, como sucede en el macrismo
o el massismo, y durante la década de los 90,
el PJ menemista puso en práctica las fórmulas económicas de la
derecha que encarnaba la UCeDé fundada
por Alvaro Alsogaray. Porque los peronistas se reproducen, como decía Perón, y
también se reinventan constantemente. Pero su principal atractivo es que
garantizarían el manejo del poder real, porque conocen todos sus resortes.
En las últimas décadas, el justicialismo ha instalado en la
sociedad la idea de que no existe otra agrupación política que pueda gobernar a
la Argentina. Y que tener al PJ en la oposición es sinónimo de inestabilidad
política, como durante la gestión de Fernando de la Rúa. Claro que, a esta
altura de los acontecimientos, está visto que la continuidad del peronismo en
el poder no ha sido sinónimo de eficacia en la gestión.
Ni siquiera UNEN está libre del gen pejotista. Porque aunque
en un principio, cuando se presentó en sociedad el frente electoral, sus
dirigentes repitieron hasta el cansancio que venían a demostrar que el único
que puede gobernar la Argentina no es el peronismo, los acuerdos electorales
distritales de la agrupación reflejan lo contrario.
El propio jefe de la bancada de senadores de la UCR, Gerardo
Morales, selló un acuerdo con Massa para los comicios jujeños en donde se
elegirá al próximo gobernador, y otros radicales están dispuestos a seguir sus
pasos. A Morales se lo vio cenando esta semana con el equipo económico del
tigrense. Está claro que el radicalismo también necesita su pata peronista.
Macri fue el primero en comprender que, para construir un
proyecto nacional, debía incluir al justicialismo. Amigo personal del misionero
Ramón Puerta, los primeros dirigentes en saltar al macrismo en la Ciudad fueron
los justicialistas porteños Diego Santilli y Cristian Ritondo.
Su histórico jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, se
inició en el peronismo porteño durante el menemismo; su actual jefe de campaña
presidencial, Emilio Monzó, se inició en el peronismo bonaerense con el actual
ministro de Transporte, Florencio Randazzo. Y esta semana, Ritondo reveló que
se levantará una estatua de Juan Domingo Perón en la plaza Agustín P. Justo,
frente al edificio de la Aduana.
Jorge Telerman, actual vocero de campaña de Daniel Scioli,
describió así la dependencia con el PJ: "El macrismo y todas las fuerzas
no peronistas siempre buscan su pata peronista porque es la única manera que
tienen de ganar, de llegar al poder". Scioli, Massa, Macri o el candidato
que finalmente decida UNEN asumirán la presidencia post kirchnerista el 10 de
diciembre del 2015 de la mano de peronistas, aunque los critiquen, los denosten
o los escondan públicamente.
Sesenta y nueve años después de aquel 17 de octubre de 1945,
como decía el General, la única verdad es la realidad.
Buen artículo pero me deja la moral por el piso, esta realidad hay que cambiarla
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