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sábado, 11 de octubre de 2014

Abel, Hamlet y Caín

Cada día, la muerte importa menos.

Por Esteban Peicovich
Hubo un tiempo en que el Sol era noticia. La pareja cromagnona necesitó un infinito tren de noches para calmar la paura de no saber si habría o no un siguiente día.

Esa duda hizo más oscura la noche.

Hasta que sí. Que por fin el Sol Iba y volvía. 

Que era de creer. Y así fue que el hombre lo adoró y convirtió en su mayor padrino religioso, proveedor puntual y modelo a seguir. Fue así que le copió el fuego, le plagió la rueda, nombró y situó en el cielo a los componentes de la orquesta celeste y ya cebado de obra y con el ego a reventar, dispuso reemplazarlo por la Tierra y ser Sol a su manera.

Al menos como ejemplo, un delirio como éste que apunto puede aclarar algo del sofoco que como especie compartimos. Que somos más noche que día lo prueban la existencia de la luciérnaga, de Hamlet, de la flor del mburucuyá y de ese verso de Pessoa que dice “Oh maternal noche. Tú que le quitas el mundo al mundo”. Y salgo del delirio para retomar discurso. Digo que andamos a la deriva por salirnos de Natura, creernos sinónimos del Sol, e incordiar con destrato humano al resto de especies de entrecasa y planetas del vecindario. Lo del Sol, es lo más. Su realidad astronómica se redujo a lo simbólico y teatral. Entre nos, decir “Febo asoma”, mueve a risa.

Lo prueba su apagada presencia en la prensa. Apenas le dedican 10 letras al día: “sale” y “pónese”.

Con la muerte (con la vida, entonces) está pasando algo similar. Cada día importa menos. Mientras nos digitalizan la lengua y los gestos, ya buscan fascinarnos con el Homo Biónico que preparan como recambio del Homo Tecno. ¿De quién? De los miles de millones de Abeles que, miopes de aplicar el entero cerebro a los dedos, se pasarían sin chistar al soporte “muñecos sin cuerda propia”. La Historia intenta avanzar entre preguntas a las que responden el pasmo, la fantasía y la estupidez, que no pueden más que rebotar. ¿Quién torció el rumbo natural de los primeros viajeros cromagnones? ¿Qué dioses reales integran hoy la Comisión Directiva de la Creación? ¿En qué país se encuentra la oficina central del Capo de todos los CEOs? Alguien habrá detrás de todo esto (y si algo prueba que el mundo es argentino es porque nadie termina por entenderlo).

El siglo 21 arribó a los almanaques simulando traer bienestar. En su bolsa cargaba los 80 millones de muertos de sólo dos guerras del '20. Tal como se muestran, éstos, sus primeros 14 años, dan a pensar que pudiera ser un Siglo Opa, de ajuste, el más terrorista de la Historia. Por lo que vemos y sentimos dentro y fuera del Arca 2014, cada día nos deshacemos en una mayor artificialidad. El espíritu y la materia, la palabra y el hueso que nos alzaron hasta la música, la luna, los genes y los átomos, deambulan perdidos en laberintos de clausura.

Se dan Premios Nobeles, sí. Y se degüella a cielo abierto. En meses aumentaron a 18 los sitios bélicos de alto riesgo. Nadie comenta nada a nadie. Hay miedo mundial. Y hay miedo local. Cuesta entrometerse en estos temas. Y duele en abstracto y concreto a la vez. ¿O no?

Sobre mi anterior columna, el inmenso Robert Cox me preguntó en casa si llegué a tolerar ver el video de la ejecución del periodista por el yidahista.

--No, no quise ir al video. Me quedé en la foto.

Es que en su aparente inmovilidad esa foto se “movía”. Y contenía al mundo entero. Tanto que, como relaté, llegué a sentir (sic) que también me contenía a mí. Como homínido pleno, con identidad que conlleva el pavor genético de la especie, lo viví como individuo sumado, no como ajeno observador absurdo. ¿Sólo tres? ¿Y por qué no los 7 mil millones en los 3? ¿No es la tan dura imagen copia de otra de tiempos de Saladino o los Cruzados?

La foto del desierto no es de Marte. Es de nuestro planeta. Ese que, según una mirada de astronauta, se ve falsamente azul. A veces encaramos el tema fratricida de la especie, mentando a Caín y Abel. Lo hacemos -al menos, yo lo hago- por darle carnadura al sentido faltante y sacudirme el absurdo de encima.

Abel y Caín contendieron hace millones de años en una leyenda que continúa hecha historia en nosotros. La fábula duró lo que duró. Pero nuestra complicidad no cesa. Bien haríamos en concientizar que lo que motiva el degüello sobre la arena (y sobre el polvo de aldeas, barrios y ciudades del mundo), tiene directa relación con que Estados Unidos (13), China (11,5) y Rusia (12,8), aumentaron en estos porcentajes sus últimos gastos militares.(sic)

¿Qué cuánto aquí? Aquí hay tantas armas sin registrar por el RENAR que nos podríamos matar entre todos en menos de un día.

Pero también hay esperanza.

(“La esperanza que le pertenece a la vida porque es la vida misma, defendiéndose”, según Cortázar).

© Perfil.com

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