Cada día, la muerte
importa menos.
Por Esteban Peicovich |
Hubo un tiempo en que el Sol era noticia. La pareja
cromagnona necesitó un infinito tren de noches para calmar la paura de no saber
si habría o no un siguiente día.
Esa duda hizo más oscura la noche.
Hasta que sí. Que por fin el Sol Iba y volvía.
Que era de
creer. Y así fue que el hombre lo adoró y convirtió en su mayor padrino
religioso, proveedor puntual y modelo a seguir. Fue así que le copió el fuego,
le plagió la rueda, nombró y situó en el cielo a los componentes de la orquesta
celeste y ya cebado de obra y con el ego a reventar, dispuso reemplazarlo por
la Tierra y ser Sol a su manera.
Al menos como ejemplo, un delirio como éste que apunto puede
aclarar algo del sofoco que como especie compartimos. Que somos más noche que
día lo prueban la existencia de la luciérnaga, de Hamlet, de la flor del
mburucuyá y de ese verso de Pessoa que dice “Oh maternal noche. Tú que le
quitas el mundo al mundo”. Y salgo del delirio para retomar discurso. Digo que
andamos a la deriva por salirnos de Natura, creernos sinónimos del Sol, e
incordiar con destrato humano al resto de especies de entrecasa y planetas del
vecindario. Lo del Sol, es lo más. Su realidad astronómica se redujo a lo
simbólico y teatral. Entre nos, decir “Febo asoma”, mueve a risa.
Lo prueba su apagada presencia en la prensa. Apenas le
dedican 10 letras al día: “sale” y “pónese”.
Con la muerte (con la vida, entonces) está pasando algo
similar. Cada día importa menos. Mientras nos digitalizan la lengua y los
gestos, ya buscan fascinarnos con el Homo Biónico que preparan como recambio
del Homo Tecno. ¿De quién? De los miles de millones de Abeles que, miopes de
aplicar el entero cerebro a los dedos, se pasarían sin chistar al soporte
“muñecos sin cuerda propia”. La Historia intenta avanzar entre preguntas a las
que responden el pasmo, la fantasía y la estupidez, que no pueden más que
rebotar. ¿Quién torció el rumbo natural de los primeros viajeros cromagnones?
¿Qué dioses reales integran hoy la Comisión Directiva de la Creación? ¿En qué
país se encuentra la oficina central del Capo de todos los CEOs? Alguien habrá
detrás de todo esto (y si algo prueba que el mundo es argentino es porque nadie
termina por entenderlo).
El siglo 21 arribó a los almanaques simulando traer
bienestar. En su bolsa cargaba los 80 millones de muertos de sólo dos guerras
del '20. Tal como se muestran, éstos, sus primeros 14 años, dan a pensar que
pudiera ser un Siglo Opa, de ajuste, el más terrorista de la Historia. Por lo
que vemos y sentimos dentro y fuera del Arca 2014, cada día nos deshacemos en
una mayor artificialidad. El espíritu y la materia, la palabra y el hueso que
nos alzaron hasta la música, la luna, los genes y los átomos, deambulan
perdidos en laberintos de clausura.
Se dan Premios Nobeles, sí. Y se degüella a cielo abierto.
En meses aumentaron a 18 los sitios bélicos de alto riesgo. Nadie comenta nada
a nadie. Hay miedo mundial. Y hay miedo local. Cuesta entrometerse en estos
temas. Y duele en abstracto y concreto a la vez. ¿O no?
Sobre mi anterior columna, el inmenso Robert Cox me preguntó
en casa si llegué a tolerar ver el video de la ejecución del periodista por el
yidahista.
--No, no quise ir al video. Me quedé en la foto.
Es que en su aparente inmovilidad esa foto se “movía”. Y
contenía al mundo entero. Tanto que, como relaté, llegué a sentir (sic) que
también me contenía a mí. Como homínido pleno, con identidad que conlleva el
pavor genético de la especie, lo viví como individuo sumado, no como ajeno
observador absurdo. ¿Sólo tres? ¿Y por qué no los 7 mil millones en los 3? ¿No
es la tan dura imagen copia de otra de tiempos de Saladino o los Cruzados?
La foto del desierto no es de Marte. Es de nuestro planeta.
Ese que, según una mirada de astronauta, se ve falsamente azul. A veces
encaramos el tema fratricida de la especie, mentando a Caín y Abel. Lo hacemos
-al menos, yo lo hago- por darle carnadura al sentido faltante y sacudirme el
absurdo de encima.
Abel y Caín contendieron hace millones de años en una
leyenda que continúa hecha historia en nosotros. La fábula duró lo que duró.
Pero nuestra complicidad no cesa. Bien haríamos en concientizar que lo que
motiva el degüello sobre la arena (y sobre el polvo de aldeas, barrios y
ciudades del mundo), tiene directa relación con que Estados Unidos (13), China
(11,5) y Rusia (12,8), aumentaron en estos porcentajes sus últimos gastos
militares.(sic)
¿Qué cuánto aquí? Aquí hay tantas armas sin registrar por el
RENAR que nos podríamos matar entre todos en menos de un día.
Pero también hay esperanza.
(“La esperanza que le pertenece a la vida porque es la vida
misma, defendiéndose”, según Cortázar).
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