Por J. Valeriano Colque (*) |
En el largo anecdotario de dichos y refranes que se le
atribuyen a Juan Domingo Perón, hay uno que calza como anillo al dedo a los más
de 400 días que faltan para que Cristina Fernández cruce la banda presidencial
a su sucesor: “Que se cocinen en su propia salsa”. El mismo pensamiento–mezcla
de enojo y revancha–tienen hoy muchos de los que apoyaron a este Gobierno y
que–poco a poco–fueron expulsados o se corrieron de la mesa cada vez más chica
que tiene el poder.
“Que se cocinen en su propia salsa” es lo que desean,
incluso, los banqueros y empresarios nacionales que sobre fines de julio
intentaron comprar el juicio y las acreencias que los holdouts ventilan en el
juzgado de Griesa. Una fuente de primera línea del sector bancario reveló que
fue el titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, el que le pidió a los
bancos nucleados en Adeba, encabezados por Jorge Brito, que realizaran las
gestiones para comprar la deuda en default a los fondos buitre y tenedores
particulares. Tenían pactado el monto por pagar, las cuotas... Los abogados
ultimaban detalles cuando Kicillof convenció a la Presidente de no avanzar en
ese sentido.
También intervinieron Jorge Capitanich y el influyente
Carlos Zannini, quien designó un hombre de confianza para las negociaciones.
Todos actuaron convencidos de que Cristina Kirchner bendeciría la operación.
Muchos dijeron basta. Maltratados por televisión por el ministro, los banqueros
nacionales decidieron cruzarse de brazos y esperar la larga serie de
complicaciones que el nuevo default iba a empezar a plantear. Saben de sobra
que el Gobierno no tiene herramientas para hacer política económica: sin dólares,
sin credibilidad, sin crédito y sólo con emisión monetaria, lo que viene es una
crónica anunciada. Le van a dar a la maquinita (de hacer billetes) buscando
levantar el nivel de actividad, pero van a generar más inflación y
especulación.
Con ese último destrato, otra bandada de empresarios que
podían ser funcionales en los últimos meses del kirchnerismo se cruzó de
vereda. La ideología ciega los va a llevar de mal a peor, entienden en las
filas de quienes apostaban que no entrar en este nuevo default era un buen
negocio para todos los argentinos. No pudo ser. Todos los indicadores
económicos que se conocieron últimamente son malos: sube el desempleo (aun
cuando menos gente declara buscar trabajo), se cierran cuentas sueldo en los
bancos, la actividad sigue lenta pero continuadamente en caída y el dólar pasó
los14 pesos no parece un disparate para quienes quieren huir del peso.
Aunque las temperaturas de la semana fueron dignas del
próximo verano, los problemas que llegarán a fin de año son peores de los que
estamos pasando: la restricción de dólares apretará el torniquete, se
acentuarán la falta de insumos y–como ya sucede–a los problemas de demanda (la
gente está reacia a consumir) se sumarán problemas de oferta (las empresas no
tendrán un buen stock para brindar).
Muchos quisieron ayudar de buena fe a este proyecto. Casi
todos están ahora en la oposición o enojados en silencio con el minúsculo
entorno presidencial. Que se cocinen en su propia salsa, parecen decir. Aunque
todos lo padezcamos
¿Qué va a pasar con
la economía, el empleo y el dólar?
¿Qué va a pasar con la economía, el empleo y el dólar? es
uno de los interrogantes más comunes que domina los análisis desde los
escritorios más encumbrados de una compañía hasta la simple charla de café
entre amigos. La gente está perpleja y no oculta su preocupación por la forma
en la que la economía desciende todos los meses un escalón.
Los arreglos con el Club de París, Repsol y el Ciadi, y la
fuerte devaluación de enero parecían sugerir un camino, que se interrumpió
drásticamente cuando apareció el fallo del juez Thomas Griesa, convalidado por
la Cámara de Apelaciones y la Corte Suprema de Estados Unidos. Axel Kicillof
viajó con ella a Venezuela. La convenció de desairar a Griesa y romper la
negociación de los bancos. De Caracas se trasladó a Nueva York, y todo se
complicó. Luego, la Presidente ponía en marcha otra jugada, que le da réditos
políticos, porque somete a la oposición al estigma de “patria o buitres”. Gana
en política, pero la economía baja otro escalón.
Guillermo Nielsen, quien negoció los canjes de 2005 y 2010,
dijo que el proyecto profundizará aún más el default. Botones de muestra: Bank
of New York no entregará los listados electrónicos de los acreedores por temor
a perder la licencia bancaria en Estados Unidos, tras una advertencia de
Griesa. Sin esos listados no se podrán efectuar los pagos en el país, ya que no
existen más los clásicos bonos en cartones, con cupones al costado, sino que se
trata de registros y transferencias electrónicas a cargo de una de las
entidades con mayor expertise en el tema.
La prolongación del conflicto y el cierre del mercado de
financiación externa, implicará una presión al alza del tipo de cambio paralelo
con la consiguiente necesidad de volver a devaluar el oficial; aumento en la
tasa para intentar contener el proceso de dolarización y mayor caída del PIB,
si la variable de ajuste elegida fuese una mayor restricción a las
importaciones. Los últimos datos ratifican lo señalado:
La balanza comercial (exportaciones menos importaciones)
cayó 19 % en siete meses.
El dólar blue pasó la barrera de los $ 14; el oficial cerró
a 8,40 (11 centavos en la semana y 28 % en el año). La brecha supera el 60 %.
El desempleo aumentó a 7,5 %. Si se hubieran computado los
470 mil trabajadores que se retiraron del mercado en un año, estaría por encima
del 10 %.
La inflación interanual ronda el 40 %.
¿Aguanta un año la economía a este ritmo, hasta el segundo
domingo de agosto de 2015, cuando las elecciones primarias consagren
virtualmente al futuro presidente, y asome otra solución? La economía es una
ciencia social que hoy no tiene esa respuesta.
La caída de la
actividad y su impacto en el mercado laboral
Los números oficiales ya comienzan a reflejar el impacto de
la caída de la actividad en el mercado del trabajo, en una economía que ya
ingresó en recesión. Para peor, no se ven señales que generen expectativas de
mejora durante el resto del año. Los datos que difundió el Instituto Nacional
de Estadística y Censos (Indec), que muestran un incremento de la tasa de
desocupación (al 7,5 %) y una caída de la tasa de empleo (al 41,4 %) son sólo
la punta del iceberg. Es que, las empresas lo último que hacen es despedir
gente. Antes, recurren a otras medidas menos drásticas: disminuir las horas extra,
reducir jornadas, aplicar suspensiones.
Según la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) del
Ministerio de Trabajo de la Nación–que mide empleo registrado en el sector
privado–la tasa de trabajadores despedidos en el segundo trimestre de 2014 es
de 0,7 %, igual que el mismo período del año pasado. En cambio, el nivel de
suspensiones se situó en junio en 6,6 de cada mil asalariados, 1,2 puntos más
que el año pasado.
El Índice de Horas Trabajadas de la industria cayó 0,9 %
interanual en los tres primeros meses de 2014, pero en el segundo, el descenso
fue de 3,4 %. No hay creación de nuevos puestos. Los pedidos son sólo para los
cargos que estaban vigentes y que se tienen que reemplazar cuando alguien se
va. Hace un año que la demanda de personal calificado, de niveles medios y
ejecutivos viene cayendo significativamente. Los procesos de selección se
mantienen en cargos como gerentes, que no se pueden dejar de ocupar. En el
sector industrial, sobre todo en el automotor y autopartista, la situación es
más complicada.
Círculo vicioso.
Lo preocupante de este escenario son las perspectivas. En el empleo se ve una
situación similar a la de 2009. En ese momento la crisis había sido brusca y
fuerte, pero las condiciones económicas generales eran mejores que las
actuales. Si fueran similares, la desocupación aumentaría en dos puntos
porcentuales, otras 200 mil personas hasta fin de año.
Preocupa mucho más la caída de la masa salarial que la suba
en la tasa de desocupación. El consumo está cayendo el 3 %, y con la
incertidumbre que se generó con la deuda será aún más. Esto tiene un alto
impacto en la actividad. Se prevé una retracción del producto bruto del 3 % en
2014. Asimismo, se observa una baja en la masa salarial real por primera vez en
10 años. Si a eso se suman jubilaciones y planes sociales, la caída de los
ingresos (teniendo en cuenta la inflación) será del 5 % para 2014.
La economía entró en un círculo vicioso de caída del poder
adquisitivo (los sueldos se recomponen menos que la inflación), baja de la masa
salarial, caída del endeudamiento por la incertidumbre, reducción del consumo,
disminución de la actividad e impacto en el empleo. Este círculo se
retroalimenta sin perspectivas de mejora. A comienzos de año esperábamos mayor
informalidad, pero ahora vemos que no hay margen para que los puestos de trabajo
aumenten: con costos en dólares en alza, el sector privado no tiene margen;
tampoco el público, con cuentas ajustadas.
Por último, los planes de empleo y la ley para reducir
costos laborales, si bien son valuados como positivos, es poco lo que pueden hacer
en esta coyuntura. Ya está demostrado que estas cosas no funcionan si no hay
demanda. Los empresarios no toman nuevos empleados.
(*) Economista
© www.agensur.info
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