jueves, 11 de septiembre de 2014

SARMIENTO / DOS OPINIONES

Sarmiento: la polémica vigente.
Osvaldo Bayer y Rolando Hanglin tienen visiones totalmente diferentes sobre Domingo Faustino Sarmiento. El primero, no duda en calificarlo de “racista” y esboza sus argumentos. Sobre la misma base, Hanglin, en cambio, pide contrastar la figura de Sarmiento con la de los políticos actuales. Y sacar conclusiones. Agensur.info reunió los dos comentarios para que cada lector compare, contraste y luego, concrete, reafirme, cambie o ratifique sus convicciones.

De Sarmiento a Luis Palau

Por Osvaldo Bayer

Se iniciaron las clases. Recuerdos llenos de nostalgia. La verdadera entrada al escenario de la vida. A la formación social. Abrir la primera página del libro para ingresar en el misterio de la existencia. Primer día. La maestra que abre el telón a las imágenes de la búsqueda infinita. Primer peldaño, de la mano, para subir la escalera de los sueños. El deber ineludible de la escuela. Un deber firme y pleno de nobleza. Comenzar a descubrir dónde las sociedades se equivocaron. Y una inexorable y hasta cándida búsqueda, sí, de cuándo fue que nos equivocamos. Por qué, en el caso argentino, por ejemplo, hubo una historia de tanta crueldad que presenta hoy esta tierra de los campos inmensos plenos de semillas, con pobreza, villas miseria, violencia interminable, delitos al por mayor y discusiones sin fin sobre nombres y no sobre valores.

En esta ciudad de Buenos Aires, el comandante Macri ordenó –a través de su secretario de Educación, Mariano Narodowski– que a partir de este año es “obligatorio” –repito, obligatorio– entonar, en todos los actos de las escuelas porteñas –repito, en todas las escuelas– el Himno a Sarmiento. Himno. Letra con música de marcha. Donde se endiosa a un hombre. Se lo hace aparecer como el ser sin mácula a quien le debemos todo. La letra nos dice claramente del culto, del endiosamiento, de la deshumanización del personaje: “Gloria y loor. Honra sin par/ para el grande entre los grandes. Padre del aula, Sarmiento inmortal. Gloria y loor, honra sin par”.

¿Por qué se enseña así el endiosamiento, la devoción sin crítica, la veneración de una persona, la idolatría?

¿Por qué no se comienzan las clases con una canción que nos hable de las cosas bellas de la Tierra, del amor entre los seres humanos, de los paisajes, de la gente? ¿Por qué no una canción de salutación y agradecimiento a los docentes, no de obediencia y alabanza a jerarquías, sino a lo que importa para lograr la paz: a los que nos guían desde niños de la mano hacia la sabiduría, que quitan los escollos contra el ansia de saber? ¿Por qué en vez de endiosar a una figura que tuvo cualidades, sí, pero también muchos defectos, agresiones y expresiones profundamente racistas, no se propone que cada escuela haga su propia canción y no un himno a una persona? Canción que hable de la vida, del barrio, del paisaje y de los sueños y no de tal o cual personaje del poder. Canciones y no himnos, canciones con ritmos de cada región, con ecos de cada paisaje distinto. Que nos hablen de la alegría y de los sueños compartidos de las comunidades. Pero nunca el culto a las denominadas personalidades.

Nadie puede negar los méritos de Sarmiento con respecto a la enseñanza. Pero no hay que disimular sus arranques racistas contra el indio y el gaucho y su crueldad con respecto a la guerra al Paraguay y a la siembra del odio entre los argentinos durante las guerras internas de facciones. Y su enseñanza sólo para el “progreso”, ese progreso que fue para pocos y para la explotación del hombre y la naturaleza.

No hay que olvidar nunca ese lema de Sarmiento: “No ahorrar sangre de gauchos”. Ese, su odio ancestral hacia lo autóctono. Su fervor por lo norteamericano. Ya lo escribió Juan Bautista Alberdi, citado por Arturo Sala en su profunda obra de investigación “La razón maligna en la Argentina” –obra por editarse–, que “En la moral de Sarmiento el asesinato y el robo no son crímenes cuando son hechos en su servicio y en su provecho”. Aclaremos que tal vez “en su servicio y en su provecho” quería decir que en pos de sus ideas, Sarmiento creía en el verdadero progreso. Pero en el caso de la Etica, que debería ser el fundamento principal de la política, tiene el mismo significado. También el “progreso” que nos trajo Roca costó la vida y la esclavitud de miles de seres. Todo lo contrario de lo que ansiaban los hombres de Mayo.

Es el mismo Alberdi el que va a denunciar la extrema crueldad de Sarmiento en el asesinato del Chacho Peñaloza, allí dice: “Con todos los recursos del gobierno de San Juan y del gobierno nacional, Sarmiento no pudo vencer al héroe popular de La Rioja, cuyo poder consistía únicamente en la adhesión libre de su pueblo. Sarmiento lo hizo asesinar. Sarmiento se ha jactado de esa hazaña y ha hecho ascender de su grado militar al asesino. Para justificar ese crimen, Sarmiento ha calumniado al Chacho, hasta presentarlo como un simple bandido calamitoso”. Sarmiento confirma su crueldad en carta que le escribe a Mitre el 18/11/63: “He aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”.

En su libro, el profesor Sala describe minuciosamente el profundo racismo vigente en la Argentina, en forma abierta, con Roca y Sarmiento y tal vez algo solapado hasta el presente. Para finalizar este aspecto citaremos de nuevo a Sarmiento, quien diferencia así a la América del Norte de Latinoamérica: “Mientras los ingleses tuvieron en Norteamérica hembras anglosajonas, conservando pura su psicología al conservar la pureza de su sangre, los españoles se cruzaron con mujeres indígenas, combinando sus taras psicológicas con las de la raza inferior. Los yanquis son europeos puros, los hispanoamericanos están mestizados con indígenas y africanos, guardando la apariencia de europeos por simple preponderancia de la raza más fuerte”.

Bien, esto define todo.

Sarmiento contrató a maestras norteamericanas para que nos enseñaran esa civilización que terminó con los sioux y los pieles rojas con el fusil Remington. Igual que nosotros, ya que Roca prefirió también el Remington para su “conquista del desierto”. Y ahora hay un proyecto para que los argentinos levantemos un monumento a las maestras norteamericanas que contrató Sarmiento. Creo que no es justo esto, ya que esas damas vinieron contratadas y bien pagadas. Y que el monumento tendría que ser para nuestras maestritas rurales, aquellas que les enseñaron y les siguen enseñando a nuestros queridos niños a leer y escribir. Yo he conocido a muchas de esas maestras de los lugares más alejados y más escondidos. Nombraré a una de ellas: Hurí Portela, que enseñó casi toda su vida en Los Antiguos. Sí, ahí, en el extremo sur argentino. Y que no sólo enseñó a leer y escribir a los niños, allá en ese paisaje, sino también les enseñó a plantar flores, verduras, árboles y el trigo. Hurí Portela fue detenida durante la dictadura de la desaparición de personas, por supuesto, por sospechosa de enseñar tanto. Esas maestras trajeron el progreso que no puede ser otro que el ansia del saber y el cuidado de esa maravillosa presencia que es la naturaleza que nos rodea.

Macri quiere que nuestros niños canten en los colegios: “Gloria y loor, para el grande entre los grandes. Sarmiento inmortal”. Al mismo tiempo, Macri da la avenida 9 de Julio a Luis Palau, el evangélico pentecostal, amigo personal de Bush, para que nos hable de su dios. Yendo al subtítulo del Facundo de Sarmiento: “Civilización y Barbarie”. Nos preguntamos ahora: ¿Barbarie y Civilización? ¿O Civilización y Barbarie? Empezamos hace un siglo y medio con la civilización de Sarmiento y terminaremos en la civilización de Luis Palau? ¿Y si quedamos, al fin, en la barbarie, pensando en Bush?

© Página/12 (Columna publicada en 2005)


El insulto a Sarmiento

Por Rolando Hanglin

El ministro de Defensa uruguayo, don Eleuterio Fernández Huidobro, ha dicho que Domingo Faustino Sarmiento fue un "grandísimo hijo de puta". Entre otras cosas, porque Sarmiento recomendó en una carta al General Mitre "que no economizara sangre de gauchos, que sólo sirve para abonar la tierra." No creemos que el señor Fernández Huidobro condenara al sanjuanino por horror a la violencia, ya que fue cofundador del MLN-Tupamaros en 1960, cuando muchas falanges juveniles en todo el mundo proclamaban aquello de que la violencia es partera de la historia. Tampoco pretendemos defender la figura de Sarmiento de una "agresión extranjera" ya que ningún uruguayo será nunca extranjero. Nuestras dos naciones son un mismo país circunstancialmente partido en dos, aunque la circunstancia dure siglos. Compartimos figuras históricas como Artigas, Alvear, Liniers, y el señor Fernández Huidobro opina -ni más ni menos- lo mismo que otros argentinos.

Sarmiento fue sobre todo un periodista polémico, y dijo en su vida muchas cosas. Insultó y fue insultado.

Tampoco pretendemos defender la figura de Sarmiento de una agresión extranjera ya que ningún uruguayo será nunca extranjero
Nacido en 1811 (en San Juan) fallecido en 1888 (en Paraguay) Domingo Faustino Sarmiento fue uno de los personajes más discutidos de la historia argentina. Algunos lo declaran "padre del aula", otros lo proclaman autor exclusivo de la Ley 1420 de educación obligatoria, gratuita y laica (que, en realidad, fue promulgada por el presidente Julio Roca), otros lo consideran un escritor genial por el "Facundo" y están quienes lo bautizaron, sencillamente, "el loco Sarmiento", por sus opiniones apasionadas, siempre políticamente incorrectas.

Dijo, por ejemplo, sobre los estancieros argentinos: "Nuestros hacendados no entienden ni jota de este asunto, y prefieren hacerse un palacio en la Avenida Alvear antes que meterse en negocios que los llenarían de preocupaciones. Quieren que el gobierno, quieren que nosotros, que no tenemos una sola vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna a los Anchorena, a los Unzué, a los Pereyra, a los Luro, a los Duggan, a los Cano, a los Leloir y a todos los millonarios que pasan su vida mirando cómo paren las vacas. En este estado está la cuestión, y como las cámaras (del Congreso) están también formadas por ganaderos, veremos mañana la canción de siempre, el payar de la guitarra a la sombra del ombú de la Pampa y a la puerta del rancho de paja".

Dijo del General Julio A. Roca, al regreso de la Campaña al Desierto de 1879: "¡Roca ha descubierto que en la Patagonia no hay indios!".

Dijo de los judíos: "El pueblo judío, esparcido por toda la tierra, acumulando millones, rechazando la patria en que nace y muere. Ahora mismo, en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia, se levanta el grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogido y carece del sentimiento humano, de amor al prójimo, de amor a la tierra, del culto del heroísmo, de la virtud, de los grandes hechos, donde quiera que se produzcan. ¡Fuera esa raza semítica! ¿O es que no tenemos derecho, como los alemanes y los polacos, a hacer salir a estos gitanos bohemios que han hecho del mundo su patria?". (Enero de 1888, Diario El Nacional de Buenos Aires)

Dijo de nuestros paisanos, los indios: "Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes, por quienes sentimos, sin poderlo remediar, una invencible repugnancia".

Sobre los gauchos, en una carta a Mitre (textual): "...no trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono necesario, útil al país. La sangre es lo único que esos salvajes tienen de humanos".

Sobre Ángel Vicente Peñaloza, el mítico "Chacho", lugarteniente de Facundo Quiroga, último caudillo federal: "No sé qué pensaran de la ejecución del Chacho; yo, inspirado en los hombres pacíficos y honrados, he aplaudido la medida, precisamente, por su forma. Sin cortarle la cabeza a este inveterado pícaro, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses".

Cabe recordar que Peñaloza, vencido en los llanos riojanos, durante una de tantas contiendas civiles, se rindió al comandante Vera, pero fue acribillado, decapitado, y su cabeza, clavada en una pica, exhibida en la plaza de Olta.

Estando en Francia, en 1846, tuvo un raro privilegio: conocer personalmente al general San Martín en su casa de Grand Bourg. Mantuvo una larga entrevista con el Libertador. Sin duda le habló pestes de Rosas, pero, por lo visto, no lo convenció. San Martín permaneció inalterablemente leal a Rosas, cuyo carácter admiraba.

Durante la presidencia de Roca, ejerció el cargo de Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación. Cuando Sarmiento se consagró a la educación popular, se verificaba en el país un alto índice de analfabetismo. En el campo había muy pocas escuelas. Sarmiento predicaba así: "Para que haya paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales...para eso necesitamos que toda la república sea una escuela."

La idea de la educación como causa superior del progreso de los países es modernísima: hoy está consagrada por el mundo entero
Recién en 1884 se logró la sanción de su viejo proyecto de ley de educación gratuita, laica y obligatoria, que llevó el número 1420. Según Mario Vargas Llosa, es por este triunfo de Roca y Sarmiento que la Argentina resolvió el problema del analfabetismo antes que Europa y los Estados Unidos. Sarmiento fue un destacado masón: pidió licencia en la Logia Unión del Plata número 1 para asumir sin compromisos la presidencia de la Nación, en 1868.

La idea de la educación como causa superior del progreso de los países es modernísima: hoy está consagrada por el mundo entero. Vivimos en la era del conocimiento. Y Sarmiento fue precursor de este tiempo: por su obra, millones de hijos de inmigrantes que venían hambreados de Europa y Asia conocieron la ciudadanía y la lectura.

Lo que pasa es que Sarmiento vivió en la Argentina bárbara: un ciclo que se inicia en 1806, con las Invasiones Inglesas, y culmina en 1880 con la Conquista del Desierto. En ese período de apasionada violencia, la Junta de mayo fusiló a Santiago Liniers y Martín de Alzaga, héroes de la Reconquista; Lavalle fusiló a Dorrego; Rosas a Camila O´Gorman; los vencedores de Caseros incautaron toda la fortuna de Rosas (incluyendo Palermo entero) construida a fuerza de trabajo desde los 17 años, y no se la devolvieron nunca. En fin: fue un ciclo revulsivo donde no sólo se dijeron sino que se hicieron cosas tremendas.

¿Qué pueden importar entonces las ideas racistas, incorrectas, épatantes de un escritor audaz y genial, apodado "el Loco", que como presidente dio un impulso descomunal a la educación pública y convirtió a la Argentina en un país ejemplar? Comparémoslo, por un instante, con otros políticos que han dicho cosas superrazonables, pero nunca sirvieron ni para tocar el timbre. ¿Ya hizo la comparación, amigo lector?

Bueno, ahora piense de nuevo en Sarmiento.

© La Nación (Columna publicada en 2014) 

0 comments :

Publicar un comentario