Sarmiento: la polémica vigente. |
Osvaldo Bayer y Rolando Hanglin tienen visiones totalmente diferentes sobre Domingo Faustino
Sarmiento. El primero, no duda en calificarlo de “racista” y esboza sus
argumentos. Sobre la misma base, Hanglin, en cambio, pide contrastar la figura
de Sarmiento con la de los políticos actuales. Y sacar conclusiones. Agensur.info reunió los dos comentarios
para que cada lector compare, contraste y luego, concrete, reafirme, cambie o
ratifique sus convicciones.
De Sarmiento a Luis
Palau
Por Osvaldo Bayer
Se iniciaron las clases. Recuerdos llenos de nostalgia. La
verdadera entrada al escenario de la vida. A la formación social. Abrir la
primera página del libro para ingresar en el misterio de la existencia. Primer
día. La maestra que abre el telón a las imágenes de la búsqueda infinita.
Primer peldaño, de la mano, para subir la escalera de los sueños. El deber
ineludible de la escuela. Un deber firme y pleno de nobleza. Comenzar a
descubrir dónde las sociedades se equivocaron. Y una inexorable y hasta cándida
búsqueda, sí, de cuándo fue que nos equivocamos. Por qué, en el caso argentino,
por ejemplo, hubo una historia de tanta crueldad que presenta hoy esta tierra
de los campos inmensos plenos de semillas, con pobreza, villas miseria,
violencia interminable, delitos al por mayor y discusiones sin fin sobre
nombres y no sobre valores.
En esta ciudad de Buenos Aires, el comandante Macri ordenó
–a través de su secretario de Educación, Mariano Narodowski– que a partir de
este año es “obligatorio” –repito, obligatorio– entonar, en todos los actos de
las escuelas porteñas –repito, en todas las escuelas– el Himno a Sarmiento.
Himno. Letra con música de marcha. Donde se endiosa a un hombre. Se lo hace
aparecer como el ser sin mácula a quien le debemos todo. La letra nos dice
claramente del culto, del endiosamiento, de la deshumanización del personaje:
“Gloria y loor. Honra sin par/ para el grande entre los grandes. Padre del
aula, Sarmiento inmortal. Gloria y loor, honra sin par”.
¿Por qué se enseña así el endiosamiento, la devoción sin
crítica, la veneración de una persona, la idolatría?
¿Por qué no se comienzan las clases con una canción que nos
hable de las cosas bellas de la Tierra, del amor entre los seres humanos, de
los paisajes, de la gente? ¿Por qué no una canción de salutación y
agradecimiento a los docentes, no de obediencia y alabanza a jerarquías, sino a
lo que importa para lograr la paz: a los que nos guían desde niños de la mano
hacia la sabiduría, que quitan los escollos contra el ansia de saber? ¿Por qué
en vez de endiosar a una figura que tuvo cualidades, sí, pero también muchos
defectos, agresiones y expresiones profundamente racistas, no se propone que
cada escuela haga su propia canción y no un himno a una persona? Canción que
hable de la vida, del barrio, del paisaje y de los sueños y no de tal o cual
personaje del poder. Canciones y no himnos, canciones con ritmos de cada
región, con ecos de cada paisaje distinto. Que nos hablen de la alegría y de
los sueños compartidos de las comunidades. Pero nunca el culto a las
denominadas personalidades.
Nadie puede negar los méritos de Sarmiento con respecto a la
enseñanza. Pero no hay que disimular sus arranques racistas contra el indio y
el gaucho y su crueldad con respecto a la guerra al Paraguay y a la siembra del
odio entre los argentinos durante las guerras internas de facciones. Y su
enseñanza sólo para el “progreso”, ese progreso que fue para pocos y para la
explotación del hombre y la naturaleza.
No hay que olvidar nunca ese lema de Sarmiento: “No ahorrar
sangre de gauchos”. Ese, su odio ancestral hacia lo autóctono. Su fervor por lo
norteamericano. Ya lo escribió Juan Bautista Alberdi, citado por Arturo Sala en
su profunda obra de investigación “La razón maligna en la Argentina” –obra por
editarse–, que “En la moral de Sarmiento el asesinato y el robo no son crímenes
cuando son hechos en su servicio y en su provecho”. Aclaremos que tal vez “en
su servicio y en su provecho” quería decir que en pos de sus ideas, Sarmiento
creía en el verdadero progreso. Pero en el caso de la Etica, que debería ser el
fundamento principal de la política, tiene el mismo significado. También el
“progreso” que nos trajo Roca costó la vida y la esclavitud de miles de seres.
Todo lo contrario de lo que ansiaban los hombres de Mayo.
Es el mismo Alberdi el que va a denunciar la extrema
crueldad de Sarmiento en el asesinato del Chacho Peñaloza, allí dice: “Con
todos los recursos del gobierno de San Juan y del gobierno nacional, Sarmiento
no pudo vencer al héroe popular de La Rioja, cuyo poder consistía únicamente en
la adhesión libre de su pueblo. Sarmiento lo hizo asesinar. Sarmiento se ha
jactado de esa hazaña y ha hecho ascender de su grado militar al asesino. Para
justificar ese crimen, Sarmiento ha calumniado al Chacho, hasta presentarlo
como un simple bandido calamitoso”. Sarmiento confirma su crueldad en carta que
le escribe a Mitre el 18/11/63: “He aplaudido la medida, precisamente por su
forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la
expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”.
En su libro, el profesor Sala describe minuciosamente el
profundo racismo vigente en la Argentina, en forma abierta, con Roca y
Sarmiento y tal vez algo solapado hasta el presente. Para finalizar este aspecto
citaremos de nuevo a Sarmiento, quien diferencia así a la América del Norte de
Latinoamérica: “Mientras los ingleses tuvieron en Norteamérica hembras
anglosajonas, conservando pura su psicología al conservar la pureza de su
sangre, los españoles se cruzaron con mujeres indígenas, combinando sus taras
psicológicas con las de la raza inferior. Los yanquis son europeos puros, los
hispanoamericanos están mestizados con indígenas y africanos, guardando la
apariencia de europeos por simple preponderancia de la raza más fuerte”.
Bien, esto define todo.
Sarmiento contrató a maestras norteamericanas para que nos
enseñaran esa civilización que terminó con los sioux y los pieles rojas con el
fusil Remington. Igual que nosotros, ya que Roca prefirió también el Remington
para su “conquista del desierto”. Y ahora hay un proyecto para que los
argentinos levantemos un monumento a las maestras norteamericanas que contrató
Sarmiento. Creo que no es justo esto, ya que esas damas vinieron contratadas y
bien pagadas. Y que el monumento tendría que ser para nuestras maestritas
rurales, aquellas que les enseñaron y les siguen enseñando a nuestros queridos
niños a leer y escribir. Yo he conocido a muchas de esas maestras de los
lugares más alejados y más escondidos. Nombraré a una de ellas: Hurí Portela,
que enseñó casi toda su vida en Los Antiguos. Sí, ahí, en el extremo sur
argentino. Y que no sólo enseñó a leer y escribir a los niños, allá en ese
paisaje, sino también les enseñó a plantar flores, verduras, árboles y el trigo.
Hurí Portela fue detenida durante la dictadura de la desaparición de personas,
por supuesto, por sospechosa de enseñar tanto. Esas maestras trajeron el
progreso que no puede ser otro que el ansia del saber y el cuidado de esa
maravillosa presencia que es la naturaleza que nos rodea.
Macri quiere que nuestros niños canten en los colegios:
“Gloria y loor, para el grande entre los grandes. Sarmiento inmortal”. Al mismo
tiempo, Macri da la avenida 9 de Julio a Luis Palau, el evangélico pentecostal,
amigo personal de Bush, para que nos hable de su dios. Yendo al subtítulo del
Facundo de Sarmiento: “Civilización y Barbarie”. Nos preguntamos ahora:
¿Barbarie y Civilización? ¿O Civilización y Barbarie? Empezamos hace un siglo y
medio con la civilización de Sarmiento y terminaremos en la civilización de
Luis Palau? ¿Y si quedamos, al fin, en la barbarie, pensando en Bush?
© Página/12 (Columna
publicada en 2005)
El insulto a
Sarmiento
Por Rolando Hanglin
El ministro de Defensa uruguayo, don Eleuterio Fernández
Huidobro, ha dicho que Domingo Faustino Sarmiento fue un "grandísimo hijo
de puta". Entre otras cosas, porque Sarmiento recomendó en una carta al
General Mitre "que no economizara sangre de gauchos, que sólo sirve para
abonar la tierra." No creemos que el señor Fernández Huidobro condenara al
sanjuanino por horror a la violencia, ya que fue cofundador del MLN-Tupamaros
en 1960, cuando muchas falanges juveniles en todo el mundo proclamaban aquello
de que la violencia es partera de la historia. Tampoco pretendemos defender la
figura de Sarmiento de una "agresión extranjera" ya que ningún
uruguayo será nunca extranjero. Nuestras dos naciones son un mismo país
circunstancialmente partido en dos, aunque la circunstancia dure siglos.
Compartimos figuras históricas como Artigas, Alvear, Liniers, y el señor
Fernández Huidobro opina -ni más ni menos- lo mismo que otros argentinos.
Sarmiento fue sobre todo un periodista polémico, y dijo en
su vida muchas cosas. Insultó y fue insultado.
Tampoco pretendemos defender la figura de Sarmiento de una
agresión extranjera ya que ningún uruguayo será nunca extranjero
Nacido en 1811 (en San Juan) fallecido en 1888 (en Paraguay)
Domingo Faustino Sarmiento fue uno de los personajes más discutidos de la
historia argentina. Algunos lo declaran "padre del aula", otros lo
proclaman autor exclusivo de la Ley 1420 de educación obligatoria, gratuita y
laica (que, en realidad, fue promulgada por el presidente Julio Roca), otros lo
consideran un escritor genial por el "Facundo" y están quienes lo
bautizaron, sencillamente, "el loco Sarmiento", por sus opiniones
apasionadas, siempre políticamente incorrectas.
Dijo, por ejemplo, sobre los estancieros argentinos:
"Nuestros hacendados no entienden ni jota de este asunto, y prefieren
hacerse un palacio en la Avenida Alvear antes que meterse en negocios que los
llenarían de preocupaciones. Quieren que el gobierno, quieren que nosotros, que
no tenemos una sola vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna
a los Anchorena, a los Unzué, a los Pereyra, a los Luro, a los Duggan, a los
Cano, a los Leloir y a todos los millonarios que pasan su vida mirando cómo
paren las vacas. En este estado está la cuestión, y como las cámaras (del Congreso)
están también formadas por ganaderos, veremos mañana la canción de siempre, el
payar de la guitarra a la sombra del ombú de la Pampa y a la puerta del rancho
de paja".
Dijo del General Julio A. Roca, al regreso de la Campaña al
Desierto de 1879: "¡Roca ha descubierto que en la Patagonia no hay
indios!".
Dijo de los judíos: "El pueblo judío, esparcido por
toda la tierra, acumulando millones, rechazando la patria en que nace y muere.
Ahora mismo, en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia, se levanta el
grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogido y carece del
sentimiento humano, de amor al prójimo, de amor a la tierra, del culto del
heroísmo, de la virtud, de los grandes hechos, donde quiera que se produzcan.
¡Fuera esa raza semítica! ¿O es que no tenemos derecho, como los alemanes y los
polacos, a hacer salir a estos gitanos bohemios que han hecho del mundo su
patria?". (Enero de 1888, Diario El Nacional de Buenos Aires)
Dijo de nuestros paisanos, los indios: "Quisiéramos
apartar de toda cuestión social americana a los salvajes, por quienes sentimos,
sin poderlo remediar, una invencible repugnancia".
Sobre los gauchos, en una carta a Mitre (textual):
"...no trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono necesario,
útil al país. La sangre es lo único que esos salvajes tienen de humanos".
Sobre Ángel Vicente Peñaloza, el mítico "Chacho",
lugarteniente de Facundo Quiroga, último caudillo federal: "No sé qué
pensaran de la ejecución del Chacho; yo, inspirado en los hombres pacíficos y
honrados, he aplaudido la medida, precisamente, por su forma. Sin cortarle la
cabeza a este inveterado pícaro, las chusmas no se habrían aquietado en seis
meses".
Cabe recordar que Peñaloza, vencido en los llanos riojanos,
durante una de tantas contiendas civiles, se rindió al comandante Vera, pero
fue acribillado, decapitado, y su cabeza, clavada en una pica, exhibida en la
plaza de Olta.
Estando en Francia, en 1846, tuvo un raro privilegio:
conocer personalmente al general San Martín en su casa de Grand Bourg. Mantuvo
una larga entrevista con el Libertador. Sin duda le habló pestes de Rosas,
pero, por lo visto, no lo convenció. San Martín permaneció inalterablemente
leal a Rosas, cuyo carácter admiraba.
Durante la presidencia de Roca, ejerció el cargo de
Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación. Cuando
Sarmiento se consagró a la educación popular, se verificaba en el país un alto
índice de analfabetismo. En el campo había muy pocas escuelas. Sarmiento
predicaba así: "Para que haya paz en la República Argentina, para que los
montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al
pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos
sean iguales...para eso necesitamos que toda la república sea una
escuela."
La idea de la educación como causa superior del progreso de
los países es modernísima: hoy está consagrada por el mundo entero
Recién en 1884 se logró la sanción de su viejo proyecto de
ley de educación gratuita, laica y obligatoria, que llevó el número 1420. Según
Mario Vargas Llosa, es por este triunfo de Roca y Sarmiento que la Argentina
resolvió el problema del analfabetismo antes que Europa y los Estados Unidos.
Sarmiento fue un destacado masón: pidió licencia en la Logia Unión del Plata
número 1 para asumir sin compromisos la presidencia de la Nación, en 1868.
La idea de la educación como causa superior del progreso de
los países es modernísima: hoy está consagrada por el mundo entero. Vivimos en
la era del conocimiento. Y Sarmiento fue precursor de este tiempo: por su obra,
millones de hijos de inmigrantes que venían hambreados de Europa y Asia
conocieron la ciudadanía y la lectura.
Lo que pasa es que Sarmiento vivió en la Argentina bárbara:
un ciclo que se inicia en 1806, con las Invasiones Inglesas, y culmina en 1880
con la Conquista del Desierto. En ese período de apasionada violencia, la Junta
de mayo fusiló a Santiago Liniers y Martín de Alzaga, héroes de la Reconquista;
Lavalle fusiló a Dorrego; Rosas a Camila O´Gorman; los vencedores de Caseros
incautaron toda la fortuna de Rosas (incluyendo Palermo entero) construida a
fuerza de trabajo desde los 17 años, y no se la devolvieron nunca. En fin: fue
un ciclo revulsivo donde no sólo se dijeron sino que se hicieron cosas
tremendas.
¿Qué pueden importar entonces las ideas racistas,
incorrectas, épatantes de un escritor
audaz y genial, apodado "el Loco", que como presidente dio un impulso
descomunal a la educación pública y convirtió a la Argentina en un país
ejemplar? Comparémoslo, por un instante, con otros políticos que han dicho
cosas superrazonables, pero nunca sirvieron ni para tocar el timbre. ¿Ya hizo
la comparación, amigo lector?
Bueno, ahora piense de nuevo en Sarmiento.
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