Por Germán Gegenschatz |
“Parece que en la
política pocos percibieron que al abrazar la democracia con república, se
renunciaba a la idea de imponer modelos absolutos y permanentes.”
La recurrencia de problemas tales como la inflación, la
disparada del dólar, la conflictividad social, el déficit fiscal y dada la
situación actual cabe preguntarse que es un “modelo”, que tanto sirven los
llamados “modelos” o “proyectos” y sobretodo, como se han querido aplicar.
Qué son los modelos
Lo más frecuente es la explicación económica del problema y
su solución. Se abren los debates abstractos entre heterodoxos y ortodoxos,
digo abstractos porque los primeros terminan haciendo ajustes como los de
principios de este año, y los segundos controlando al dólar y manteniendo el
déficit fiscal como en los noventa.
También hay explicaciones políticas, entran en escena las
supuestas diferencias e ideologías de los partidos o grupos para capear el
temporal, nuevamente abstractas ya que hemos percibido sensibilidades
diferentes frente a los problemas generados por un gobierno, dependerá de si se
forma o no parte del mismo. Traigo a modo de ejemplo al locutor “VHM” que, más
sensible a las necesidades del gobierno que a la tragedia de la pobreza, alabó
la vida en la villa hasta sugiriendo que puede mudarse allí.
Los “modelos”, que son un combo de ideas económicas
asociadas a una visión y acción política determinada, no resultaron más
eficientes o coherentes que sus ingredientes básicos, y antes de ser comprendidos
por la sociedad fueron abatidos por la realidad.
¿Sirven los modelos?
Puede que en vez de discutir “modelos” convenga hablar, dado
los sucesivos fracasos, de la viabilidad misma de “modelar” desde el estado a
toda la sociedad. Hagamos un repaso breve de cómo funcionó en la economía la
idea de “modelar” a todos bajo supuestos “modelos” salvadores, más allá de sus
mayores o menores méritos políticos.
El modelo Alfonsinista fue más parecido que diferente al
actual, comparten la potencia a nivel discurso y su baja realización en los
hechos, lo que se torna más evidente en esta etapa final. El “modelo 90” fue un
combo de convertibilidad + consenso de Washington, y nació tirando por la borda
el “modelo” Alfonsinista. El “modelo” actual se desarrolla sobre el
desmantelamiento del anterior caracterizado por
convertibilidad-estabilidad-privatizaciones. De la convertibilidad se salió de
golpe, de las privatizaciones se va saliendo más lentamente y a la inflación se
llega progresivamente, aunque desde el primer día se ejecutaron las medidas que
hacían prever este desenlace.
Si miramos el escenario, en trazos bien gruesos, la crisis
actual guarda más una diferencia de proporciones que de contenidos respecto de
los finales de los modelos precedentes, ocurridos en 1989 y 2001. La
devaluación está presente, la inflación, el aumento de desocupación, el
conflicto grave con el exterior, el déficit fiscal, una paz social signada por
la inestabilidad, es decir, los mismos problemas en distintas proporciones e
intensidades.
También observamos que cada “modelo” se aplicó más sobre la
base de una supresión del anterior que de una evolución a partir de corregir lo
recibido.
Los 90 desmantelaron el estado de empresas públicas, todo lo
que se pudo en el tiempo que estuvo. Esta etapa está desandando aquello todo lo
que ha podido, empezando con la convertibilidad, la independencia del BCRA, las
privatizaciones, la alineación internacional y así podemos seguir.
Por lo visto esto de querer “modelar” a todos sobre la base
de diferentes “modelos” ha tenido un resultado poco alentador, entonces cabe
preguntarse: ¿por qué se hacen las cosas de la misma manera, a pesar de los
resultados obtenidos?
Cómo se han aplicado
los modelos
Una respuesta pude ser que en las etapas de mayor
autoritarismo en Argentina se produjo, como subproducto “político”, el aplicar
modelos de manera excluyente a todas las demás ideas o “modelos” o “proyectos”.
El éxito del “modelo” pasa bastante por “poner en el molde”,
mediante un proceso político de lucha épica, contra los enemigos internos y
externos del “modelo”. En esa lucha “por todo” se disuelve la función
pacificadora de la justicia en los conflictos, y la justicia misma es un
objetivo central de la lucha de un gobierno que utiliza el enfrentamiento para
imponerse. Recordemos como cada presidente quiso “su” Corte Suprema.
Quizás deberíamos empezar a revisar la idea de que un
“modelo” puede ser impuesto de manera excluyente. La democracia con república
recrea un entorno institucional de recambios de poder y de pluralismo en donde
la “imposición de modelos absolutos y permanentes” es casi una quimera.
Parece que en la política pocos percibieron que al abrazar
la democracia con república, se renunciaba a la idea de imponer modelos
absolutos y permanentes.
Pero más allá de los gustos de cada uno, los “modelos
absolutos” no dieron resultados satisfactorios en esta parte del mundo, lo
vivimos en algunas etapas de nuestra historia y lo vemos hoy por ejemplo en
Venezuela. Ya con un mínimo de estado de derecho las dificultades de imponer un
modelo absoluto tiene límites hasta culturales en la sociedad.
Creo que, aún con altibajos, hemos avanzado hacia formas de
convivencia más plural y participativa. Coherente con esto se quiere ir
avanzando hacia un estado amigable y organizador de la comunidad, con gobiernos
que ejercen el poder mas bien como un servicio al ciudadano, dejando atrás toda
forma política, social o económica de violencia o autoritarismo.
La democracia con república es el fruto de una sociedad
madura compuesta de ciudadanos responsables. Saldremos adelante haciendo cada
vez mejor el trabajo que nos toca, defendiendo nuestros intereses con
inteligencia y visión de futuro, participando intensamente en la vida
comunitaria desde el lugar que tenemos, sabiendo que son más las soluciones que
se logran actuando de abajo para arriba que esperando que lleguen en sentido
inverso.
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Política especial para Agensur.info
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