Por Walter Curia
1998. La Argentina asistía al comienzo de un período de
recesión que se extendería cuatro años. Para aquella época, el gobernador de
Santa Cruz Néstor Kirchner y el presidente Carlos Menem apenas compartían el
techo de un partido sin alma, el PJ, y el deseo de alcanzar un tercer mandato.
Kirchner resolvió la cuestión de su permanencia en la
provincia entre mayo y septiembre de aquel año. Llamó a una consulta popular
obligatoria y vinculante y consiguió avanzar hacia una nueva reforma
constitucional que lo habilitaría para la reelección indefinida. El trabajo
completo le llevaría un año.
Frente a los reclamos de la oposición, que denunciaban la
inconstitucionalidad de la consulta, la entonces diputada Cristina Kirchner
describió el proceso con una lógica implacable. La consulta no reforma la
Constitución, sólo sanciona una ley, decía. Después
de la consulta viene la elección para la
convención constituyente, y finalmente la elección. Si alguien puede sortear tres resultados electorales,
testeando permanentemente sus políticas, será la hora de plantearse las cosas
para los que dicen que no. Entre las voces opositoras, el
entonces abogado Raúl Zaffaroni llegó a comparar las iniciativas del gobierno de la provincia con
las que terminaron con la república de
Weimar.
Ninguno de aquellos desafíos que mencionaba la diputada
Kirchner podía ser asumido entonces por el presidente Menem. Si alguien tenía
claridad sobre eso era Néstor Kirchner, quien sabía dónde estaba el verdadero
límite de Menem.
Yo soy partidario de consultar a la gente. La reelección es
algo que tiene que quedar en manos de la gente, decía Kirchner sobre la
eventualidad de una nueva reelección del presidente.
Kirchner tendría un comentario ácido para el momento en que
Menem renunció definitivamente a su continuidad en el poder, unas semanas más
tarde, empujado por una jugada certera de Eduardo Duhalde: el llamado a una
consulta popular en la provincia de Buenos Aires. (El de Menem) ha sido un acto
de realismo político. (Menem) es un hombre de profundo realismo político, dijo
entonces Kirchner.
El PJ de Santa Cruz consiguió la mayoría en la convención
constituyente y Kirchner se encaminó hacia una nueva candidatura a gobernador,
la última. Fue su novena victoria consecutiva en la provincia.
Después del tropiezo, Menem iniciaba su retiro. Le quedaría
ser protagonista del traspaso de mando de un presidente peronista a uno radical
por primera vez en la historia, tal vez su oculta venganza contra Duhalde.
El ex ministro Carlos Corach caracterizó hace poco en una
entrevista con La Nación qué significó aquel intento vano de seguir en el
poder. Los planteos de segunda reelección del presidente Menem fueron un error político del cual se desprendieron muchas consecuencias negativas
para el propio presidente Menem, dijo
Corach.
Como entonces Menem, Cristina Kirchner acaso desee
secretamente un tercer mandato. Cómo saberlo en realidad. Pero fuera de alguna
expresión voluntarista, las voces en favor de una nueva reelección de la
Presidenta previsiblemente se apagaron a fuerza de realismo político. La
expresión de su hijo Máximo el sábado pasado en Argentinos Jrs. habla más de un
deseo de preeminencia que de reelección. También como Menem, la Presidenta
acaso haya decidido que ningún candidato oficialista merece sucederla.
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