Por Gabriela Pousa |
La jefe de Estado dice que todo está bárbaro y anuncia una mega torre
lejos de toda prioridad. Mientras tanto, Víctor Hugo Morales, vocero oficial,
cuenta lo lindo que es vivir en la Villa.
Estás cerca del cine Gaumont y podés
ir a pie, ahorrándote el disgusto de no tener donde estacionar.
Axel Kicillof a su vez, aclara que da lo mismo “un pobre más, un
pobre menos“. Las crónicas del día atienden a una mujer policía que pidió
auxilio al 911 porque no estaba segura en la comisaría. Tres aviones caen
en apenas 21 horas, y algunos canales le dedican el día entero a la biografía
de uno de los muertos. Sí, era el dueño de Lapa pero de ahí a buscar a
los familiares de la tragedia de aeroparque para preguntarles si están
contentos parece excesivo y poco serio.
Entretanto, el dólar Blue sigue subiendo y se rumorea que
ciertas líneas aéreas estudian vender sus pasajes únicamente en esa moneda. A
prepararse. Cristina hace las maletas, y Argentina ha de
quedar en manos de su funcionario más cuestionado, el habitante del medano. Del
Congreso saldrá aprobada una nueva herramienta de amedrentamiento, y todos
miran a un actor, Ivo Cutzarida, que en definitiva no hizo sino decir –
con peculiar histrionismo – lo que piensa la mayoría, silenciada por la
corrección política.
Para rematar en el escenario, aparece Máximo. ¡Habla! Y este
descubrimiento es tomado casi como un avance científico en la cura de grandes
males. Si se hubiese descubierto al hijo de la Presidente trabajando podría
entenderse el asombro generalizado, pero no parece muy lógico asombrarse porque
el vástago repitió lo que le dijeron que repita ante los empleados de la
familia. Otro capítulo del relato. Lo demás es provocación al mejor
estilo kirchnerista.
Frente a todo esto, sólo faltaría que salga Florencio Randazzo y
cuente que habrá un documento nuevo que llevará incorporado el ADN,
hecho en un banco de datos manejado por Hebe de Bonafini y las madres de Plaza
de Mayo. ¡Ah, y Berni fue papá por primera vez! Ya saldrá cambiando pañales en
algún programa de TV…
Así se presentan las coyunturas en Argentina, como una bolsa de gatos,
el sentido común ausente y las cortinas de humo agitándose para todos lados.
Cada uno atiende su tema y la sociedad en su conjunto sigue preguntándose
“¿hasta cuando?”. La pregunta está bien formulada, el problema es que se erra en el
destinatario. La respuesta la tendría la ciudadanía si acaso se viviese
bajo un régimen representativo democrático. Pero no. Y ahí está el principal
problema político de hoy día.
Argentina apenas se halla bajo un sistema delegativo, con una democracia
entendida como ir votar de tanto en tanto. Hasta que no varíe esa
circunstancia, inútil es esperar cambios. Bajo esas reglas de juego todo continuará como
hasta ahora, máxime si se tiene en cuenta que el porvenir estará
signado por liderazgos plasmados en personalismos quizás más moderados o de
mejor trato pero siempre merodeando los cánones del populismo.
No se trata de la economía ni siquiera de la política en sí misma. El
punto neurálgico donde se origina la decadencia es el pueblo argentino. Ya no
importa el “yo no la voté” sino que se va a ir a votar el próximo año sin
contemplar los nombres que estarán alistados. Porque si es verdad que las
encuestas sitúan a Daniel Scioli y Sergio Massa a la cabeza, ¿qué es lo que
variará? Posiblemente se atenúe la perversión característica del
kirchnerismo explícito pero ambos fueron artífices de la siembra cuya cosecha
ahora estamos logrando.
Ni Massa ni Scioli se opusieron a endeudarnos con Venezuela, a la
confiscación de las AFJP, al cepo cambiario, ninguno habló cuando Antonini
Wilson visitó la Casa Rosada, ninguno se retobó cuando se llenaba la caja …
Ninguno protestó por el régimen de sustitución de importaciones,
ni por la negativa gubernamental a dar conferencias de prensa donde se
pueda preguntar con libertad, ninguno saltó cuando Néstor eligió a dedo su
sucesión. Y ambos ambos callaron ante la proliferación de feriados,
aplaudieron la transformación de fechas patrias en actos partidarios, y
apañaron las espurias estrategias de testimoniales candidatos. Ambos dejaron
que se usurpe el INDEC y vieron llorar a su titular cuando se la citó
al Congreso a declarar qué estaba pasando.
Ambos avalaron que la pareja presidencial use los aviones oficiales como
remises particulares, y se silenciaron frente al no acceso a la
información pública que el periodismo demandó. Ambos aceptaron – sino
por obra por omisión – que el país se convierta en un ring con enemigos
inventados, y no intentaron frenar la maniquea división social.
Ambos aplaudieron el desguace de las Fuerzas Armadas, vieron a Kirchner
comprar terrenos fiscales a precios irrisorios y repartir cargos a testaferros
y familiares, ambos convivieron con Guillermo Moreno y hasta con los
Shocklender en el gobierno,. Y en definitiva, ninguno dijo hasta ahora por qué
deberían ser considerados diferentes, ¿cuándo cambiaron tanto?.
De todos modos, la culpa no es de ellos si el pueblo los convoca
con su voto. También es cierto que un imponderable puede dar
vuelta el tablero en un instante, basta con ver lo sucedido en Brasil
donde un accidente aéreo posicionó a una candidata que nadie imaginaba. Hasta
Dilma tembló.
Lo que está pasando en el país ya no puede revertirse, no al menos con
los mismos métodos y actores en el teatro. Sí se puede actuar sobre lo
que viene pero para eso se necesita una autocrítica profunda y madurar en lo
que respecta a los deberes del ciudadano. Acá se nos vendió la épica y
el relato de los derechos humanos y, simultáneamente, se sepultaron las
obligaciones para que el Estado avance hasta límites impensados.
Hoy, nuestra vida está regida por el paternalismo falso del
Estado benefactor que no ofrece seguridad, trabajo, salud ni educación pero se
hace de nuestros ingresos para solventar a la María Antonieta actual. La
antigua tenía su Aldea, la nueva El Calafate y demás.
Cuando a María Antonieta se le dijo que el pueblo afuera clamaba por
pan, ella respondió “¿por qué no comen pasteles?” (S’ils n’ont
pas de pain, qu’ils mangent de la brioche)
Cuando a Cristina se le está pidiendo frenar la inflación y la
inseguridad, ella ofrece un polo audiovisual en forma de torre que además el
pueblo deberá costear. Las diferencias son sólo de época y de actitud pues la mítica
reina, ya en prisión, pidió disculpas por los males que pudo haber provocado.
La otra sigue orgullosa creyendo ser dueña de la razón. ¿El destino será
distinto? Sí, pero sólo porque la guillotina no es metodología en Argentina…
Nada más.
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