Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
El joven pastor de
Palermo se acercó al elegido, recién llegado de sus 40 años en el desierto
patagónico, y le pidió que lo ilumine. Máximo tragó un poco y dijo: “A caballo
es con dos huevos, no con uno”. El joven pastor le besa la mano y se retira
emocionado.
Evangelio según Juan, el de la ESMA, 19, 24-26
En medio del debate por definir desde cuándo la educación
está hecha mierda, un payaso demuestra que terminó la secundaria por ser el
hijo del gobernador al afirmar que a la madre le tienen miedo y por eso no la
enfrentan en las urnas. El chascarrillo encima queda en orsai cuando las
últimas encuestas afirman que Cristina no ganaría ni compitiendo contra el Mago
sin dientes.
Ante la notoria carencia de un currículum vitae, lo anuncian
con los méritos de haber sido producto de un polvo entre dos futuros
presidentes y con un ítem sobresaliente: “No juega a la Play”. Lo escuchamos
hablar, lo vemos. No queda otra que reconocer que es una mezcla de ambos
padres: los gestos y la dicción zezeosa de Néstor, las ganas de laburar y las
tetas de Cristina. Y el peso combinado de ambos.
Mientras el elegido hablaba de lo bien que está el país, los
vecinos de La Paternal que llevan once meses de problemas energéticos se
dividían entre los que no podían escucharlo por falta de luz y los que podían
escucharlo para putearlo. En medio del discurso de las bondades del modelo, una
formación del Sarmiento que debería circular bajo tierra desde diciembre de
2013, se lleva puesto un auto y la vida de su conductor.
El gobernador bonaerense que quiere la presidencia, con la
mitad de la provincia bajo el agua y la otra mitad colocándole esnórqueles a
las vacas, celebró el encuentro de los que pedían la re-re de Cristina. El
resto, mirábamos con asombro cómo siempre se puede ir más allá en la
desesperación de alimentar el ego ajeno. O sea, un montón de traumados
sacrifican toda posibilidad de analizar el porqué de sus vidas sin perspectivas
de progreso, para alimentar el ego de otro, que no para de progresar a pesar de
que hace un par de décadas cruzó la barrera de lo que cinco generaciones
venideras podrán gastar.
En lo particular, me resulta desmoralizador el análisis de
quienes creen que buscarán quitarle legitimidad al próximo gobierno “porque
Cristina fue proscripta”. Merecen la misma seriedad que la Selección de Fútbol
de Groenlandia negando la legitimidad de Alemania como campeón del Mundo, ya
que la FIFA no los deja participar de los torneos.
En referencia al probable miedo ante el quilombo que puedan
armar pibes cuyo concepto de violencia cívica consiste en putear por Twitter,
va un pequeño concepto peronista: hay dos grupos a los que temer desde el
Gobierno, divididos en los ciudadanos rasos y los sindicatos movilizados. Para
que los primeros sacudan la calle, hay que cumplir con dos factores: inflar
demasiado los huevos y estar lejos de una elección de cambio de ciclo. En
cambio, los segundos se sacan de quicio con sólo quedarse afuera de las
negociaciones. Los primeros son pacientes por naturaleza. Los segundos, no. Si
se hacen medianamente bien las cosas y a los sindicatos se los acomoda pronto,
la gobernabilidad queda garantizada hasta nuevo aviso, aunque en las bases nos
comamos los piojos.
Esto, los camporitas prefieren no abordarlo. En 2003, cinco
años antes de que se les cruzara por la cabeza que Néstor era El Estadista,
Kirchner recibió a Hugo Moyano en su despacho. El Negro, que había hecho
campaña para Adolfo Rodríguez Saá, cayó con un listado de 15 reclamos
sindicales. Kirchner ni lo leyó, se lo pasó a Alberto Fernández y le dijo
“arreglá todo lo que piden” y le sumó una oferta que Moyano no pudo rechazar:
la Secretaría de Transporte de Cargas la comandaría el camionero que eligiera
el sindicato. Moyano no pudo oponerse, la CGT más hinchapelotas quedó del lado
del Gobierno y nos abrocharon a todos.
Unos días después de la muestra de desprecio hacia todo el
que no está conforme con el gobierno más mejor de la historia de la galaxia,
los que acompañaban a Máximo en el altar de Argentinos Juniors viajaron al
Vaticano. La velocidad con la que viraron de un discurso anticlerical a buscar desesperadamente
la selfie con Pancho, sólo es comparable con lo que tardaron en dejar de
comprar trajes en cuotas para pasar a adquirir propiedades al contado.
Cristina llegó con un ejército de saqueadores.
Contrariamente a lo esperado, la que consiguió el milagro fue la Presi, al
lograr que al Papa lo miren de costado en su país de origen. En lo concreto, a
Francisco le llevaron de regalo una imagen de la Virgen Desatanudos, una remera
de La Cámpora y a Aníbal Fernández. No se sabe bien de qué hablaron a solas,
pero por los dichos de Cristina, Francisco defiende hasta el Matrimonio
Igualitario. Así como su ancestro, León El Grande, convenció a Gensérico para
que sus vándalos saquearan Roma, pero no la incendiaran, Francisco logró que la
comitiva de vándalos saqueara su imagen, pero no se llevaran ninguna reliquia.
Y el peregrino se
acercó al nuevo mesías y le preguntó: “Maestro, tantos son los caminos para
tomar sin conocer el destino ¿Cómo debo elegir?” Entonces Máximo tomó aire y,
mirando al infinito, dijo: “La Play 4 es un caño, pero todavía no tiene tantos
juegos”. Todos elevaron sus plegarias en agradecimiento.
Evangelio según Larroque, el Cuervo 5,14-16
El misticismo posmisa dominical duró poco y Cristina arrancó
a las puteadas al día siguiente cuando notó que el diario del Vaticano le
dedicó una página a la visita del Presidente de Letonia, y un recuadrito al pie
al encuentro con la mandataria argentina. Por suerte, tanto discurso a favor de
la humildad ya quedaba atrás y se dirigía a Nueva York.
Al llegar a la Meca del capitalismo internacional, la
comitiva presidencial inició tareas de inteligencia para derrotar al imperio
desde adentro y se fueron a comprar los flamantes teléfonos de Apple. El que no
tuvo suerte fue Wado de Pedro, a quien llevaron a que conozca a Ban Ki-moon.
Veinte minutos y dos fotos más tarde, Cristina estaba sentada en otra reunión.
La buena: eran sindicalistas. La mala: no eran argentinos. Todo no se puede.
Allí, la Presi les contó a los presentes la historia del
capitalismo, los flagelos del neoliberalismo y la tragedia de vivir en un mundo
en el que un par de especuladores puede hacer mierda toda una economía. Apurada
porque tenía que tomar el té con George Soros, el especulador que hizo mierda
toda la economía del Reino Unido en soledad, Cristina mandó algunas frases para
la posteridad, como pedir que el eslogan antibuitre sea “No llores por mí, the
world” y “Argentina es la nueva Arabia Saudita”. Como opinar es gratis, la
genia criticó a los ingleses por estar contentos de haber conservado a Escocia,
y afirmó que ella estaría preocupada “si alguna provincia quisiera separarse y
sacara el 45%”. No, no frenó a pensar en el concepto etimológico de “Reino
Unido de la Gran Bretaña”.
Al día siguiente, Andrés Larroque, José Ottavis y Wado de
Pedro fueron a llevar su militancia a las universidades yankis. Terminaron
charlando en un centro de posgrados y bachilleratos artísticos, mientras
Leandro Santoro se sentía parte del cambio sirviendo café.
Con los millonarios militantes haciéndose los iluminados en
un lugar sin acceso a la prensa, en la Argentina un motochorro cuestionaba a su
víctima canadiense por no haberse quedado en Argentina para hacer la denuncia.
En vivo. Cinco minutos más de programa y pedíamos la extradición para juzgar al
canadiense por estigmatizar al pobre caco.
De todo lo ocurrido en los últimos días, lo más relevante es
que dentro de unos años se nos cagarán de risa. En unas décadas, cuando
nuestros nietos nos pregunten si es cierto que el gobierno que más se cagó en
la Iglesia en los últimos tiempos terminó peregrinando a Roma, que Cristina
buscó el apoyo de George Soros para pelearle a los especuladores, que en Nueva
York Cristina dio lecciones de historia capitalista a la salida de su hotel de
veintitrés estrellas, que el país quedó en manos de un tipo con domicilio en un
médano procesado por quedarse con una imprenta y truchar el 08 de un auto, y
que la Presidenta criticó el imperialismo yanqui por entorpecer el mercado de
los limones, les diremos que sí, que pasó y en tan sólo cinco días. Y ahí mismo
nos tramitarán la estadía en el geriátrico. Por seniles. O por votar como el
orto, da igual.
Cuando tengamos que explicar que un gordo impresentable que
no pasaría el primer filtro de un preocupacional, fue el principal orador de un
acto onanista en el que 10 mil monotributistas, 10 mil desesperados por pegar
un contrato y 20 mil arriados del country 31 de Retiro aplaudieron lo que
querían escuchar, nos pondrán un chaleco de fuerza y nos despacharán con la
renovación número 137 del documento entre los dientes.
Gracias al Barba, la prueba será suficiente y no tendremos
que relatar doce años y medio en los que los opositores se hicieron
oficialistas, los oficialistas encabezaron la oposición y los progres votaron
peronistas. 25 semestres en los que las inauguraciones de terrenos baldíos
fueron presentadas como reformas fundacionalistas, en los que cualquier error
fue culpa ajena y cualquier trámite de gestión de gobierno debió ser agradecida
como si se tratara de una dádiva. 150 meses en los cuales fuimos testigos de
cómo se kirchnerearon hasta las cucharitas plásticas de café, mientras nosotros
-por solidaridad del gremio- éramos tratados de quejosos por ser víctimas de
algún que otro robo, de alguna que otra paliza, de algún que otro corchazo.
4.368 días en los que tuvimos que explicar cada cosa que dijimos, por qué la
dijimos, desde dónde la dijimos.
Por suerte, no nos creerán.
Y Néstor tomó un
expediente de licitación, lo firmó y repartió entre sus discípulos diciendo:
“Tomad y vivid todos de él, pues este dinero fue recaudado por vosotros, haced
esto en conmemoración mía”. Y los apóstoles cumplieron.
Evangelio según De Vido 9, 15-30%
Mercoledí. Oremos.
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