Por Germán Gegenschatz |
“La verdad no es prohibida para menores, la mentira
debería serlo. La mentira estigmatiza más que nada en el mundo, la mentira
devalúa y desalienta los buenos desempeños, aleja la visibilidad de los errores
y de su solución. La mentira nos esclaviza y la verdad nos libera.”
Podemos caer en el
microanálisis de si poner un 4 estigmatiza menos que poner un 1, pero ese es el
territorio al que se debe derivar el debate del deterioro del sistema educativo
para llevarlo a la zona de los síntomas y alejarlo del peligroso terreno de las
causas.
El deterioro general del sistema educativo es un
derivado inseparable, en primer lugar, de la pobreza. Y sepamos que la
democracia es imposible con un pueblo pobre y sin acceso a una educación
pública eficiente.
Cabe preguntarnos si estamos encaminados hacia dónde
queremos ir como sociedad. La experiencia social indica que para someter un
pueblo a la servidumbre basta con llevarlo a la pobreza, y de allí a la
ignorancia. No digo que se nos quiera someter a esclavitud, digo que por este
camino estamos cada vez más a merced de quien quiera hacerlo.
Quién es el responsable de educar
La familia es el ámbito más temprano e
irreemplazable para la educación de los hijos. Toda acción del estado que no
priorice la familia, como proyecto vital signado por el amor y abierto a la
procreación, termina dificultando la educación de los niños y comprometiendo el
futuro de una Nación. Cada familia tiene derecho a decidir sobre la educación
de sus hijos, cada persona tiene derecho a decidir y construir su propio futuro
a partir del trabajo honesto.
A través de la educación dada por los padres,
durante toda la vida, con el ejemplo y con sus palabras, es como se transmiten
los valores fundamentales para la vida. Para ser ciudadanos libres,
trabajadores honestos y solidarios es necesario que estos valores se transmitan
a las nuevas generaciones. Se puede ayudar de muchas formas pero este proceso
es más efectivo en la vida familiar, que aún con todos los errores y problemas
que pueda tener, provee un contexto en el que existe el amor más que otro
sentimiento o interés. Por esto la familia es irreemplazable en la educación de
las personas. El estado, en el mejor de los casos, puede llegar a ser de gran
ayuda en la acción educadora de los padres.
El estado de hoy, y desde hace varias décadas, no está
cumpliendo en forma satisfactoria el rol que le es propio en materia de
educación. Observamos que la acción del estado, sin llegar a cumplir
eficientemente lo que debe hacer, intenta todo el tiempo invadir esferas de
decisión que son de los padres. Entonces creo conveniente recordar que el
estado no puede ni debe reemplazar a la familia, ni mucho menos desplazar o
destruir el poder o la capacidad de los padres para decidir sobre la educación
de sus hijos. El rol del estado es de apoyo y facilitador de las decisiones de
los padres.
Pobreza y Educación
La pobreza interfiere negativamente hasta incluso
impedir el desarrollo de ese rol educativo que tienen los padres. La
destrucción del rol educativo de los padres es el derivado más cruel de la
pobreza, y lo que garantiza que ésta se transmita de generación en generación.
La actividad económica es la fuente de ingresos de
la familia, pero también de la recaudación fiscal genuina y necesaria para que
el estado apoye en materia de educación las decisiones de los padres.
Si miramos los diferentes países y regiones del
mundo, podemos verificar una íntima relación entre la pobreza y la inexistencia
del ambiente necesario para que la iniciativa económica de personas y empresas
puedan florecer y generar empleo a los responsables de cada familia. Un
contexto económico adecuado facilita a las familias la tarea educativa y al
estado poner a disposición un sistema educativo eficiente
y de calidad, que garantice por lo menos que ningún niño quede sin educación
primaria y secundaria por el solo hecho de carecer de recursos económicos.
Hoy, que vivimos nuevamente en un contexto de
desempleo creciente, vale recordar que destruir empleo es romper familias, es
la destrucción de la educación desde su cimiento que es justamente allí, desde
el inicio de la vida en la familia.
Democracia y educación
En los comienzos de nuestra vida Nacional el
Ministerio de Educación era para las personas más sobresalientes de la época,
era muestra de la importancia de la educación. Recordamos a Carlos Saavedra
Lamas, Estanislao Zevallos, Joaquín V. González, Osvaldo Magnasco, Antonio
Bermejo, Eduardo Wilde, Victorino De la Plaza y Nicolás Avellaneda, en los
últimos tiempos quizás solamente se pueda nombrar a Jorge Sábato.
La democracia y la república en nuestro país fueron
después de ampliarse la actividad económica y de utilizar esos recursos para
multiplicar el acceso a la educación, en ese orden ocurrieron los hechos en el
tiempo. Hubo recursos más la decisión de política de aplicarlos
correctamente en educación, al comienzo de nuestra vida Nacional y en los
tiempos de Juan Domingo Perón, después se fue perdiendo el rumbo.
Una visión humanista integral, como la que
comparto, requiere que exista en cada familia trabajo, pan y vivienda. Logrado
esto están dadas las condiciones para que la familia disponga de recursos para
cumplir su rol fundamental en la educación, y el estado tendrá los recursos
para que cada familia tenga efectiva libertad de elección en la educación. El
estado debe ayudar a que esto sea posible para todos en vez estar abocado a
igualar para abajo, en sentido justamente contrario a las familias y personas
que siempre se esfuerzan por mejorar día a día.
La verdad no es prohibida para menores, la mentira
debería serlo. La mentira estigmatiza más que nada en el mundo, la mentira
devalúa y desalienta los buenos desempeños, aleja la visibilidad de los errores
y de su solución. La mentira nos esclaviza y la verdad nos libera.
Empecemos a decirnos la verdad aunque moleste,
dejemos de hacer lo mismo si queremos que las cosas mejoren.
© Comunidad
& Política especial para Agensur.info
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