Se reunieron
alarmados por la apuesta de Cristina a una derrota
del peronismo y al triunfo
de Macri.
Por Ignacio Fidanza |
Cuatro pesos pesados de la política argentina se reunieron en
una cumbre secretísima, para analizar en un marco de extrema preocupación el
futuro electoral del peronismo y la evolución de una crisis económica que no
logra estabilizarse.
Daniel Scioli, José Luis Gioja, José Manuel de la Sota y
Juan Carlos Mazzón, se juntaron en una cumbre que si se produjera a la luz del
día marcaría el inicio del fin del ciclo kirchnerista en la conducción del
peronismo.
Se trata del candidato del oficialismo que más mide
(Scioli), el decano de los gobernadores (Gioja), uno de los cuadros más
respetados del peronismo a nivel dirigencial (De la Sota) y el eterno operador
de esa cofradía en permanente evolución (Mazzón). Masa crítica más que
suficiente para encarar una nueva renovación partidaria.
En la reunión se analizaron dos eventos simultáneos pero que
desde la mirada conspirativa pueden estar relacionados. La opción de Cristina
Kirchner por una derrota del peronismo para que la suceda Mauricio Macri
–anticipada en exclusiva por LPO- y la pésima conducción de la economía que
está metiendo al país en una crisis que no encuentra fondo.
Uno de los tramos más delicados del encuentro fue dedicado a
comentar un diagnóstico compartido en buena parte del peronismo sobre la
Cristina de este fin de ciclo: "Está intratable", es el comentario,
que se complementa con la inexplicable -para estos dirigentes- decisión de la
Presidenta de entregarle prácticamente la conducción de todo el Estado al
ministro de Economía, Axel Kicillof.
“Sólo una apuesta por la derrota puede explicar este nivel
de torpezas”, evaluaron en la reunión.
Pero hubo datos concretos. El secretario Legal y Técnico,
Carlos Zannini, uno de los hombres más cercanos a Cristina, le confesó días
atrás a un importantísimo dirigente: “El Plan A, B, C y Z es perder. No va a
haber bendecidos, ningún candidato nos inspira confianza y en ese escenario
Macri es el más confiable”.
La definición fue luego confirmada por el ministro de
Planificación, Julio de Vido, a un círculo muy cercano de interlocutores. “Lo
mejor que nos puede pasar es perder, ni Scioli, ni Randazzo nos representan. Es
preferible que gane Macri y seguramente eso hará que volvamos en cuatro años o
menos al poder”.
El razonamiento es sencillo. Con un no peronista gobernando
(Macri), Cristina cree que podrá liderar desde la oposición, si bien no todo el
peronismo, al menos una parte importante.
“Con el ajuste que va a tener que hacer el que viene, más el
endeudamiento, en dos años la gente va a pedir a los gritos que venga
Cristina”, razonan en los despachos más influyentes de la Casa Rosada, donde no
creen que Macri tenga la habilidad suficiente para enderezar la economía y
pilotear el inevitable costo social que la maniobra va a ocasionar.
El plan se complementa con la consolidación de La Cámpora
como núcleo duro cristinista para sobrevivir cuatro años fuera del poder. Para
esto, la Presidenta aspira a mantener o aumentar las 9 bancas de diputados
nacionales que tiene esa agrupación, más los 10 legisladores provinciales que
hoy posee la franquicia bonaerense.
Además, ya se inició un proceso de pase a planta permanente
de los integrantes de La Cámpora que espera colocar en puestos claves de la
administración nacional a unos 7.500 cuadros de juventud. Serán los ojos y
oídos del cristinismo en el próximo Gobierno.
Basta leer el Boletín Oficial cada mañana para entender las
prioridades del Gobierno en su etapa final. Prácticamente no se publica ningún
programa o iniciativa de gestión, sino un promedio diario de 20 a 30
designaciones de empleados en la planta permanente del Estado.
En la máxima de las discreciones, el Gobierno redactó la
Resolución Administrativa 609 que removió los frenos existentes para aumentar
la planta permanente.
El plan es ese. Pero como es previsible no convence a casi
nadie, fuera del círculo más cerrado de la Presidenta. “Esto de perder es una
cagada”, se sinceró el camporista bonaerense José Ottavis, contradiciendo el
alineamiento absoluto con la estrategia derrotista de Cristina de Andrés “El
Cuervo” Larroque y el ministro Axel Kicillof.
Y no es casualidad. Ottavis es el más peronista de La
Cámpora, con una historia de militancia previa a la creación de esa agrupación
y con muy buen diálogo con los caciques del Conurbano y el propio Scioli. Sus
resquemores ante la idea de entregarle el poder a Macri, son los mismos que
recorren por estas horas a todo el peronismo y que explican la cumbre de esta
tarde, una audacia impensada meses atrás.
En esa reunión, el más tajante fue De la Sota: “Si no rompen
con el Gobierno, conmigo no cuenten”, apuró el cordobés.
De la Sota, como Carlos Reutemann en Santa Fe, mantiene el
diálogo abierto con Sergio Massa, pero inició un camino de repliegue sobre su
territorio, en un intento por reagrupar a todo el peronismo frente a lo que se
intuye será un cimbronazo importante.
Esta idea de alambrar los territorios, que explica la
sucesión de anuncios de adelantamientos de elecciones provinciales, es el
primer reflejo de resistencia de estos “gatos gordos”, que pese al
entumecimiento inevitable de pasarse años en el poder, todavía conservan alguna
agilidad.
Es acaso el primer paso de una foto más alarmante para el
Gobierno: La aparición pública de lo que hoy se produjo en privado, el
abroquelamiento del grueso del peronismo oficialista en torno a la candidatura
de Scioli, guste o no a la Casa Rosada.
Se trata de una inevitable maniobra de supervivencia ante el
doble desafío que representan para la estructura histórica del PJ, Cristina por
adentro y Massa por afuera. Aunque manejar esas categorías cuando se habla de
peronismo, es al menos inocente.
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