Por Gabriel Profiti |
"Kicillof tiene una concepción muy soviética de la
economía, eso ya no cuenta más, ni en China rige". La definición pertenece
a un importante diplomático de la República Popular luego de un encuentro con
el entonces secretario de Política Económica, quien pocos meses después se
convertiría en ministro.
Más allá de las etiquetas, porque para algunos la política
económica es marxista y para el Gobierno es neokeynesiana, lo cierto es que
aquellas convicciones de Kicillof vuelven a aflorar ahora que la crisis
económica pasa del trote al galope.
Este reimpulso estatal, adornado con discursos contra el
sistema financiero internacional, reapareció luego de que la Justicia
estadounidense pusiera un freno al plan kirchnerista de volver a los mercados
voluntarios de crédito.
Un saludable intento de darles mayor herramienta de defensa
a los consumidores incluyó retoque a la ley de abastecimiento y puso los pelos
de punta a prácticamente a todas las cámaras empresariales, incluso algunas que
estuvieron cerca del Gobierno.
Ese proyecto indica que la Secretaría de Comercio Interior
podrá fijar precios máximos y mínimos y márgenes de utilidad, eleva las multas
y sanciones previstas en la vieja ley de abastecimiento y admite la clausura
preventiva de establecimientos por hasta treinta (30) días. No cambia mucho
respecto a la anterior, pero ratifica métodos de intervención muy cuestionados.
Por otro lado, Cristina Kirchner anunció que se buscará
aplicar la Ley Antiterrorista por "alteración del orden económico y
financiero" contra la gráfica estadounidense Donnelley, luego de que
presentara su pedido de quiebra.
El Gobierno denunció que entre sus propietarios figuran los
fondos de inversión Blackrock Inc., Capital World Investors, The Vanguard Group
Inc. y State Street Corporation, que a su vez son socios del fondo buitre
Elliott Management Corporation.
El empresariado y sectores de la oposición advirtieron que
tanto la Ley de Abastecimiento como la Ley Antiterrorista generan mayor
desaliento a las inversiones.
Paralelamente, el Gobierno está alentando planes de estímulo
para la economía y el consumo, a tono con los principios de Keynes, pero esas
políticas expansivas han hecho crecer el gasto público 56% en junio respecto al
mismo mes del año pasado.
A la recesión con inflación se le sumaron en los últimos
meses problemas con el empleo. Solo en el sector automotriz hay unos 10 mil
afectados por recortes y suspensiones, pero también hay problemas de arrastre
en otras actividades como los frigoríficos.
Tensión política
Esos inconvenientes laborales pusieron en segundo plano la
pérdida del salario real contra la inflación y la no actualización del mínimo
no imponible de Ganancias. Así lo interpretaron las centrales oficialistas que
conducen Antonio Caló y Hugo Yasky, quienes decidieron postergar sus reclamos.
Sin embargo, las centrales opositoras no opinan lo mismo y
el tercer paro general contra el kirchnerismo tendrá lugar a fin de mes o a
principios de septiembre.
La huelga será convocada la semana próxima y se constituirá
en un barómetro de la tensión económica pero también reflejará la cercanía del
nuevo tiempo político.
"Parar el país es como ganar una elección. Pasaron ocho
años para que llegara el primer paro general y ahora se va a hacer el tercero,
eso marca muchas cosas", reflexionó el histórico referente sindical,
Víctor De Gennaro, hoy diputado nacional y precandidato presidencial por el
frente Unidad Popular.
De Gennaro aludió a la tensión económica creciente pero
también a los corrimientos y alineamientos políticos: no es fácil hacer un paro
a un gobierno peronista.
El éxito de la nueva huelga está prácticamente garantizado
por la participación de la mayoría de los gremios del transporte, aunque los
reclamos parecen desactualizados.
Por otra parte, la aparición de De Gennaro como candidato
presidencial podría ser una acto premonitorio de la descomposición del Frente
Amplio Progresista.
El ex titular de la CTA decidió abrirse de lo que hoy es
UNEN antes de que quedara tironeado por aquellos que quieren ampliarlo al PRO y
los que buscan sostener su sesgo progresista.
Esa tensión quedó expuesta esta semana cuando Elisa Carrió
decidió irse en medio del discurso de Pino Solanas durante la presentación del
Frente en la Ciudad.
Carrió ya no oculta su deseo de formar un gran espacio
antiperonista. Hay muchos radicales que opinan lo mismo, sobre todo aquellos
que ven la posibilidad de ganar las elecciones en sus provincias el año
próximo. Es probable que haya estrategias diferenciadas en los distritos y la
Nación.
Pero también hay una cuña massista en UNEN. Buena parte de
la Coalición Cívica bonaerense, encabezada por su presidente Walter Martello,
anunció su salto al Frente Renovador. Y aquellos mismos dirigentes radicales
que coquetean con Macri en las provincias también ven a Massa como posible
trampolín electoral.
Deshojando una margarita entre Massa y Macri están -entre
otros- el tucumano José Cano, el neuquino Horacio "Pechi" Quiroga, el
riojano Julio César Martínez, el jujeño Gerardo Morales, el santacruceño
Eduardo Costa, el formoseño Ricardo Buryaile y el pampeano Francisco Torroba.
© NA
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