Por Gregorio A. Caro Figueroa (*) |
La mayoría de los firmantes del llamado “Consenso de Cambios para el progreso de Salta” promovieron
en 2003 la conformación de “Unidos por Salta”, acuerdo político cuyo objetivo
fue rechazar la pretensión de modificar un artículo de la Constitución de la
Provincia, con el único propósito de habilitar un tercer mandato.
Quien impuso esta reforma fue el entonces gobernador de la
provincia quien luego de negarse, junto al ex presidente Menem, a confrontar en
la segunda vuelta de las elecciones presidenciales montó una operación política de urgencia para
convocar una Convención reformadora.
Diez años y medio después, los que en 2003 fueron dirigentes
de “Unidos por Salta, prefieren no
recordar que rechazaron habilitar la vía de reelección indefinida a la que
aspiró Romero.
Ahora, este ex gobernador simula convertirse en un cruzado
de la pureza republicana, de la limitación de los mandatos, la información
pública y la transparencia cuando fue él quien ordenó modificar a su medida una
cláusula de la Constitución para perpetuarse y desarticuló los organismos de
control.
Después de repetir en los últimos cuatro años que no
volvería a postularse, reincide en la
mentira y lo hace con la pretensión de acumular 16 o 20 años de mandato. Los
firmantes del llamado “Consenso de Cambios”
perdieron la memoria, el decoro y el sentido del ridículo.
El cambio en Salta debe comenzar por la remoción de una
dirigencia que a lo largo de 30 años clausuró la posibilidad de regenerar y
renovar la democracia. El martes 12, el diario La Gaceta de Tucumán recuerda el ejemplo de Ernesto Padilla,
gobernador de esa provincia entre 1913 y 1917.
Cuando en 1921, su partido le propuso gobernar un nuevo
período, Padilla rechazó el ofrecimiento. Por nota dijo que esa propuesta de su
partido contrariaba "la decisión que tengo adoptada de tiempo atrás”.
Reiterando que había que trabajar para que penetrara "en la conciencia
popular", la necesidad de alejar "el temido peligro de lo que en nuestra
política se llama personalismo”.
El ex gobernador de Salta derogó de un plumazo una tradición
constitucional de limitación de los mandatos que rigió 183 años en Salta.
Romero no es Padilla, sino la negación del republicanismo y también de la
ética.-
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