La Presidenta anota
al ministro de Economía en la lista presidenciable
y ensancha la grieta interna
K.
Por Alfredo Leuco |
Hace más de dos meses, el sábado 31 de mayo, esta columna
empezó así: “Axel Kicillof será el candidato a presidente de Cristina. Ella lo
llama ‘genio’ en la intimidad...”. El talento de Pablo Temes lo había dibujado
levantando el dedito, con los pantalones caídos y dos baguettes debajo del
brazo. Venía de llenarle la cara de billetes a los del Club de París.
Cristina
lo elogiaba por cadena nacional, algo infrecuente en la mezquindad de los
Kirchner, y lo presentaba como a un líder de la emancipación nacional. El
jueves, la Presidenta colocó en un pedestal al chiquitín y potenció el
mecanismo. Uno sus de talibanes, Luis D’Elía, apeló a las sabias palabras de
Mascherano y, con la imagen del nuevo prócer de las patillas, tuiteó: “A partir
de hoy te convertís en héroe. Nace una estrella: Kicillof, presidente con K,
como corresponde”.
Hoy podríamos reafirmar la idea de que la consigna hacia
2015 será: “Kicillof al gobierno, Cristina al poder”, resucitando la consigna
camporista de la mano de La Cámpora, que hoy tiene casi la suma del poder
público dentro del cristinismo. Esta es la foto que Cristina tiene en su cabeza
para proyectar la película durante los 500 días que le faltan y que Sergio
Massa le está contando en las paredes. Esta es una idea que puede ir mutando.
Pero hoy es el eje de la política de Cristina. No es seguro que esto ocurra. Es
probable que a “seguro” se lo lleven preso. Igual que a Boudou, pero ésa es
otra historia que va a jugar siempre como una espada de Damocles sobre el
oficialismo. Los más fanáticos están dispuestos a bancar a fondo al vice,
aunque eso ya abrió grietas y cierta rebelión en la granja, más allá de la cara
de traste que puso Randazzo, sentado al lado.
El acto del 12 de agosto, en el Luna Park, tiene como
consignas respaldar a Boudou y castigar a los buitres. La Biblia y el calefón.
Por eso, Unidos y Organizados le hace cada vez menos honor a su nombre. En su
último encuentro de Córdoba no participó el Movimiento Evita, que, a esta
altura, compite en todos los terrenos con La Cámpora y, en algunos episodios
todavía aislados, con un inquietante nivel de violencia. Por eso, un soldado de
Carlos Zannini salió a cruzar al diputado Fernando Navarro, que había sugerido
tímidamente que Amado debería pedir licencia.
No alcanzó que dijera que creía en la honestidad del
vicepresidente y que lo decía para que nada perjudicara a Cristina. Igualmente,
Edgardo Depetri dijo que esas declaraciones eran “ funcionales a Magnetto, la
Sociedad Rural y los buitres. Se lo tendría que haber dicho personalmente a
Boudou porque por los medios genera un hecho político”. Vale la pena
decodificar este mensaje. Todo aquel que no se ensucie y no esté dispuesto a
enterrarse en el cementerio con Amado o con cualquiera, será considerado un
traidor. Verticalismo extremo y obediencia debida. El Movimiento Evita ya
proclamó a Jorge Taiana como candidato a presidente y La Cámpora dice que
apoyará lo que ordene Cristina. Y, hoy, Cristina dice Kicillof o buitres,
Kicillof o Braden.
El infantilismo funcionario ocupa todos los lugares del
Estado y se prepara para las grandes batallas: lograr la mayor cantidad de
votos y legisladores propios en la elección de 2015, dañar la candidatura de
Daniel Scioli y pasar a la resistencia con Cristina como jefa de una oposición
radicalizada ideológicamente y dispuesta a volver al poder.
Esto abre infinidad de preguntas puertas adentro del
cristinismo. ¿Como harán los muchachos kicillofistas por más respaldo de
Cristina que tengan para vencer en las urnas de las PASO a Scioli y/o Florencio
Randazzo? ¿O están dispuestos a entregar el Partido Justicialista y el Frente
para la Victoria y convertir a Unidos y Organizados en el partido que
participará de los comicios sólo con Kicillof encabezando la boleta? Agustín
Rossi, Sergio Urribarri, Aníbal Fernández y otros que no tienen ninguna chance
con el voto popular tal vez se sumen a esa maniobra. Pero ¿qué harán los que sí
tienen votos para pelear la presidencia o la gobernación en Buenos Aires, por
ejemplo? ¿Nace un nuevo partido llamado Unidos y Organizados que impulsará el
socialismo del siglo XXI como hizo Hugo Chávez?
De confirmarse estos análisis, se alteraría todo el tablero.
Ya lograron el primer milagro de convertir a un señor feudal del pejotismo,
como Jorge Capitanich, en un revolucionario clasista y combativo, casi un Che
Guevara surgido del Impenetrable. Fue Coqui y no Fidel el que dijo: “El juez,
la Justicia de los Estados Unidos y el mediador están cooptados por los fondos
buitre. Y el responsable de todo esto es Estados Unidos: para ellos no es
importante que muera gente en las guerras ni que se vulnere la soberanía de los
países. Concentran cada vez más la riqueza en el mundo con esta metodología
extorsiva”.
Revivir el sueño de la patria socialista de aquella
generación setentista puede ser un escudo blindado para ocultar por muchos años
más a malandras como Amado Boudou, testaferros como Lázaro Báez y Ricardo Jaime
o la operación de pinzas que hicieron entre Sergio Schoklender y César Milani,
que, con la venia de Cristina, vaciaron de capital simbólico la lucha ética de
las Madres de Plaza de Mayo en general y de Hebe de Bonafini en particular.
Algo así como decir: “No pudimos hacer la revolución en los 70, ahora tampoco,
después de 12 años de gobierno, pero lo seguiremos intentando con los buenos,
que son los que defienden a Boudou y acribillan a los buitres”.
Será muy complicado ocultar tanta mugre y mentira acumulada.
Tanto funcionario que se va a cansar de recorrer los tribunales. Y números de
inequidad social, concentración de la riqueza, pobreza, exclusión, recesión,
inflación y una fractura social que meten miedo y que sólo son mejores que en
2001, cuando estuvimos al borde de la guerra civil. Es un ínfimo logro para
quien gobernó con todo el poder y todo el dinero durante una docena de años.
Estar apenas mejor que en 2001 es una bandera flaca y descangayada. Si esto es
todo lo que pudieron mejorar, la vida de la gente demuestra una gigantesca impericia,
que se hizo patente y patética en los últimos meses. Es una insólita
victimización que Cristina diga que el mundo “nos quiere tumbar porque somos un
país viable”.
Nadie puede acusar a Matías Garfunkel de ser un opositor
destituyente. Viene apoyando al gobierno de Cristina con varios medios de
comunicación de contenido kirchnerista explícito que reciben montañas de
publicidad oficial. Es cierto que últimamente mostró sus diferencias con Luis
D’Elía, al que acusa de “antisemita”, y sus simpatías con Daniel Scioli. Pero
escribió un tuit demoledor: “Es maravilloso ver cómo la épica puede más que la
racionalidad.
Si a la derecha de Griesa está la pared, a nuestra izquierda
está el abismo”.
Un editorial de 140 caracteres.
© Perfil
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