Cristina estudia
mover a Kicillof a la jefatura de Gabinete como paso previo
a una candidatura a
presidente o vice.
Por Ignacio Fidanza |
Un hilo invisible empieza a corporizarse entre eventos
aparentemente inconexos: El default del país, la legalización de la marihuana y
la candidatura a presidente o vice del ministro de Economía, Axel Kicillof.
La irrupción de Kicillof en la negociación con los bancos,
detonando un acuerdo prácticamente cerrado y que hubiera salvado al país del
default, se decidió en Caracas donde la Presidenta viajó junto a su ministro de
Economía y el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini.
Mientras en Nueva York los banqueros alentados por el jefe
de Gabinete, Jorge Capitanich y el presidente del Banco Central, Juan Carlos
Fábrega, avanzaban en un acuerdo contra reloj con los abogados y gerentes de
Paul Singer, en la república bolivariana el poder real del Gobierno le bajaba
el pulgar a esa negociación.
“Este turro lanzó su candidatura presidencial dinamitando el
acuerdo, nos dejó del lado de los malos con los banqueros, Griesa y los
buitres”, se lamentaban en esas horas aciagas en el entorno de Capitanich, que
ve horrorizado como sus propias aspiraciones presidenciales se incineraron.
En sus las dos conferencias de prensa que brindó después del
fracaso de las negociaciones –en Nueva York y Buenos Aires-, Kicillof trabajó
sin pudor esa línea y hasta acuso a los banqueros de haber intentado hacer un
enorme negociado financiero “con la plata de los ahorristas”.
La cesación de pagos le permitió al Gobierno salir de la
agenda espantosa del caso Boudou y subirse nuevamente a la más gratificante
lucha contra el Imperio. Es el default en todo caso un producto de la necesidad
política, más que la consecuencia indeseada de una mala estrategia. El
economista Nicolás Dujovne sostiene incluso que la famosa cláusula RUFO no es
otra cosa que la excusa técnica que encontró el kirchnerismo para justificar la
decisión.
Juego de Tronos
Cristina está dejando el poder, pero no pierde las mañas. En
lo más alto del poder se habla de un nuevo cambio de Gabinete –que podría
producirse en septiembre-, bajo la impronta de una “desperonización” aún más
acentuada de su Gobierno, con el pase de Kicillof a la Jefatura de Gabinete y
la incorporación al elenco ministerial de Martín Sabbatella.
Se trata de revivir la épica póstuma de “morir con las botas
puestas” o si se quiere un sinceramiento final de esa tensión que Cristina
transitó en toda su carrera política, entre peronismo y progresismo.
No parece casual que por estas horas también haya lanzado
otra orden de gran carga simbólica: Quiere que sus legisladores aprueben antes
de fin de año una ley que despenalice el consumo personal de la marihuana.
Una operación similar a la que hizo su ex marido con el
matrimonio igualitario, cuando tras la derrota de la 125 y la recesión, salió
del laberinto económico por la vía del progresismo legislativo, con un debate
que naturalmente atrapó a la sociedad.
Hay entonces un hilo conductor de épica progresista entre el
matrimonio igualitario, el default, la legalización de la marihuana y la
candidatura de Kicillof ¿Qué mejor que este enfant terrible de la economía,
este eterno adolescente de la izquierda caviar, este hijo de la educación
pública, pero de familia acomodada y progre de la zona norte de la Capital,
para encarnar la herencia política de Cristina?
En esa noche de diálogos afiebrados al filo del default en
caracas, Zannini lanzó misterioso ante un grupo de elegidos: “El candidato de
Cristina no va a ser ninguno de los que ya se lanzó”.
La apuesta por Kicillof si termina materializándose entrega
otro dato central del dispositivo de transición que está construyendo la
Presidenta: Apuesta a una derrota del peronismo, para quedar como la jefa
indiscutida de una oposición centro progresista.
Nadie puede creer que seriamente la Presidenta piense que un
ministro de Economía que ofrece como producto de gestión el default y la
recesión es un candidato para ganar. Pero si se trata de fidelizar el propio
núcleo duro y en todo caso abortar las chances de éxito de un peronista de
centro como Daniel Scioli, el ministro parece el candidato ideal.
Circula sin embargo, una variante más inquietante de esta
ingeniería. En esta versión de feroz real politik, Cristina si apuesta a
ganador y terminaría apoyando la candidatura presidencial de Scioli, pero con
una condición de hierro: su vicepresidente deberá ser Axel Kicillof. Nada
nuevo, ya lo hizo en la provincia con Gabriel Mariotto y el desafortunado
resultado de ese experimento de control político, acaso sea el mayor incentivo
para descartar la idea. Se verá.
© LPO
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