Por Gabriela Pousa |
Y henos aquí nuevamente jugando el juego que la Presidente quiere. Guste
o no, en esa magna tarea nos encontramos. Entendiendo poco, auto
analizándonos porque no comprendemos siquiera como al gobierno se le permite
todo. Se lo permitimos. La conjugación del verbo no es azarosa, y es lo que
marca la diferencia. Allí radica uno de los más graves problemas, el
resto nacen en Balcarce 50.
Pero es la sociedad quién está adoptando el rol de Vladimir y Estragón
esperando a ese Godot que nunca llegó. Posiblemente, más interesante que medir
la imagen de los dirigentes sería hacer un sondeo de opinión para dilucidar qué
queremos los argentinos porque a juzgar por la parsimonia que nos caracteriza,
pareciera que estamos cómodos en la complicidad de este status quo que
estableció Cristina.
Nada ha cambiado. Podrán decir que la inflación se aceleró, que la
inseguridad aumentó sus víctimas y que la violencia en general ganó la calle en
Argentina. Pero pocos se atreverán a confesar que si eso pasó, hay un
porcentaje de responsabilidad que los ciudadanos se han negado a aceptar y hay
un verbo que se erradicó de nuestro vocabulario: reaccionar. Estamos
sin reacción. Espectadores pasivos, cómodamente sentados en butacas de un
teatro.
Hoy el país es un Cambalache. Si acaso preguntan a un vecino cuál es el
tema del día, difícilmente tenga la respuesta y de tenerla, al cotejarla con
otras de amigos o familia, no habrá coincidencias. Es que la realidad sin
eufemismos, nos dice que no sabemos ni lo que queremos ni lo que está
pasando en serio. O queremos un país como Suiza pero que el Estado nos siga
subsidiando la vida…
El subsidio es a los argentinos la cicuta impuesta a Sócrates. En
completa posesión del hastío y la abulia, esperamos el fútbol del domingo, nos
ponemos contentos porque los chicos volvieron de bailar ilesos, y contamos el
mango para ver de qué manera podemos alterar lo menos posible nuestros hábitos.
En síntesis, sobrevivimos a un presente que se eterniza como si el
futuro ya no tuviese cabida en Argentina. Pero este “carpe diem” no es el de “la
sociedad de los poetas muertos“, es una versión berreta, una manipulación
artera del tiempo. Ya no se puede medir la calidad de vida, en todo
caso habría que buscar algún parámetro para medir la calidad de supervivencia
en la ignominia. Y lo más adusto es ver como muchos han encontrado su confort
en este teatro. La resignación obra milagros.
En “Ciudadela”, su obra póstuma, Saint Exupéry hace referencia a una
sociedad a la que consideraba inútil ayudar puesto que no querían soluciones a
sus males, por el contrario se regodeaban con estos a punto tal que su
resolución los haría desaparecer como pueblo. Y entonces me pregunto si los
argentinos sabríamos vivir sin estas crisis perennes, si estamos dispuestos a
pagar el precio que hay que pagar por ello. La prosperidad de los países
desarrollados costó sangre. Nada es gratis.
La Presidente hace lo que ha hecho siempre: patear la pelota,
que la responsabilidad de todo cuanto pasa o deja de pasar sea de otro, no
importa si se trata de un enemigo real o imaginario, si este se halla dentro o
fuera. Se le ha dejado “gobernar” de esa manera. Y por eso estamos por
asistir a otro pacto con Irán, a otra Ley de Medios… Es decir, a pasar semanas
escuchando temas y asuntos que jamás serán puestos en marcha o no alterarán
nada aún cuando se los trate como si fueran decisivos de la vida democrática.
De aprobarse la ley de Abastecimiento, no hay duda que pasará a
la faz judicial donde todo se demora más de lo debido, y para cuando salga
el fallo que habilite o no la norma, estaremos otorgando los cien días de
gracia al nuevo gobierno.
Otra maniobra para dilatar las cosas es la oferta a los fondos buitre.
No aceptarán por lógica no por capricho. Una parodia, un artilugio de la
presidencia por estirar una pelea que le dio buen rédito a la hora de medirse
en encuestas. A las deudas se las honra, antes o después, se las paga. No hay
magia.
De este modo, nos indignaremos inútilmente por un proyecto de
ley que no veremos aplicarse en lo sucesivo como no vimos llegar a los iraníes
a declarar en el marco de la causa AMIA, ni como vimos desaparecer a TN de la
grilla.
Todo lo que hace el kirchnerismo es amenaza y amedrentamiento. Show,
puesta en escena,circo. La valentía para una revolución en serio está muy lejos
de una fuerza que ha dejado de ser tal para pasar a ser un dúo jugando a
gobernar. El mentado Frente Para la Victoria es historia, un anatema, un sello
de goma. Sólo existen Kicillof y Cristina.
La Argentina no vive una democracia en serio porque los partidos
políticos se extinguieron, las doctrinas se vaciaron, las ideologías se adaptan
a la conveniencia de momento, y las convicciones mutaron a ambiciones
desmedidas. Ya no se muere radical. Ya no se muere peronista.
En síntesis, ya nadie puede discernir los contenidos que priman en los
movimientos que fueron protagonistas de la recuperación democrática. Entramos
en la era de los personalismos. Es Sergio Massa, es Daniel Scioli, es Lilita
Carrió, es Mauricio Macri, es Hermes Binner, es Ernesto Sanz. No hay unidades
básicas ni comités, no hay militancia. Hay hordas de jóvenes llevados
en micros a los actos de Casa Rosada. Hay entusiastas seguidores de unos u
otros sin garantía de ser decepcionados antes que cante el gallo.
Con buenas intenciones no se saca adelante a un país, y esto es lo único
que expresan los candidatos. Se convirtió la democracia es un domingo que se
vota, se transformó la política en un negocio, y la Argentina quedó limitada a
un club social y deportivo de barrio que cualquiera puede aspirar a hacerse
cargo. Entonces, aparece la ronda de los absurdos postulantes cuyo mérito
es solamente el descaro para atreverse a decirlo en la TV y en los diarios. Ni
vergüenza ha quedado.
En este contexto, la jefe de Estado se siente más cómoda de lo
que pensamos. El default puede matar la economía pero si acaso reditúa en las
encuestas, lo viviremos cual fiesta. “Cristina o Griesa”, no es un slogan
antojadizo. Es la necesidad del gobierno por apelar al sentimiento
nacionalista, al populismo berreta, y todavía son muchos los argentinos
enamorados del mismo.
La mandataria aprieta pero no ahorca porque una cosa es parecer
nazi, facho o chavista, y otra muy distinta es tener el coraje para bancarse
las consecuencias de esos males. Y nadie puede imaginarse a Cristina
suicidándose como Hitler o eligiendo una clínica en Cuba como Hugo Chávez.
Fernandez de Kirchner es la auténtica representante de la nueva rica
socialista. La que vive en Avenida Libertador y viaja a París a comprarse
carteras pero se enorgullece de que su hijo vista la remera del Che. Hasta es capaz de
comprarle un diario y una motocicleta…
Cristina es una pose. El problema es que los argentinos en su conjunto
también estamos siéndolo. Somos una apariencia de ciudadanos comprometidos pero
si ese compromiso puede ser llevado a cabo desde el sillón del living o
mediante la tablet o la laptop.
Sino ¿cómo se explica que veamos chicos compartiendo zapatillas para ir
a la escuela, otros hambrientos de agua, de comida, mientras un gobernador paga
seguidores en Facebook? Si acaso hoy los misioneros no exigieron su
renuncia no es porque sean buenos, es porque el asistencialismo y la cultura
del subsidio los convirtió en siervos. Como expusiera Albert Camus, la
única salida es la rebelión pero para eso es preciso tener conciencia de la
situación. Y acá sólo tenemos el asombro furtivo que dura lo que dura el
informe que nos lo muestra en televisión.
Lo importante seguirá sin hacerse. Haremos lo que mejor sabemos: perder
el tiempo. Ni la inflación menguará, ni la violencia dejará de ser tal porque
lo que viene es la parodia de un Congreso discutiendo aquello que después será
obsoleto, pero hoy es lo que le sirve a Cristina. Y suya sigue siendo la
caligrafía en la agenda política.
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