Por Gaspar Grieco
Cuando se piensa en la historia del sindicalismo argentino
normalmente se suele evocar a anarquistas y socialistas que migraron al país en
la segunda mitad del siglo XIX. Obreros con tendencia al cambio social que
trasladaron en sus mentes los nuevos ideales de igualdad europeos. Sin embargo,
más de 50 años antes de este fenómeno, la población afroargentina creó las
primeras asociaciones precursoras del movimiento sindical del país.
Para protegerse de la situación de explotación y esclavitud
que sufrían en la sociedad colonial, los afrodescendientes crearon las primeras
asociaciones de socorros mutuos en las primeras décadas del siglo XIX. En forma
comunitaria, la población afro se reunía a reclamar por sus derechos en casas
alquiladas y ranchos comprados por ellos mismos: estos sitios fueron llamados
naciones.
En diálogo con la Agencia CTyS, el reconocido arqueólogo,
especialista en historia afroargentina e investigador principal del CONICET,
Daniel Schávelzon, explica que “la palabra sindicato tiene una connotación muy
moderna, es un concepto que en ese momento no existía. Pero en las naciones se
realizaban reclamos que hoy podrían ser sindicales. Fueron los primeros grupos
que pelearon de forma organizada por sus derechos”.
En la Buenos Aires colonial, la población afro desempeñaba
oficios diversos. Aunque era fundamentalmente servidumbre, existían artesanos
que iban desde el que hacía escobas hasta los que tallaban los retablos para las
iglesias. De hecho, ha habido hombres muy reconocidos en estos ámbitos. También
era frecuente que un amo envíe a su esclavo afro a ganar una cierta cantidad de
dinero realizando distintas actividades.
En las sedes de las naciones, donde se elegían a un rey y a
una reina, los afroargentinos mantenían viva su cultura: bailaban al compás del
candombe y realizaban celebraciones mortuorias, medicinales y religiosas
propias. Además, entre libertos y esclavos, juntaban dinero para mantener las
sedes y comprar la libertad de personas en situación de esclavitud.
Luego de 1820, los habitantes afro se agrupaban en sus
viviendas de libertos y sedes de las naciones en sitios que se conocían como
barrios del Tambor, ubicados en el territorio donde actualmente se encuentran
los barrios porteños de Monserrat y San Telmo. Allí se ubicaban, entre las más
conocidas, las naciones Cadumba (Chile y Perú), Benguela (México al 1200),
Moros (sobre Chile), Robolo, Tongo y Angola (todas sobre Independencia).
“Se reunían sin ningún tipo de mediación del Estado, la
Iglesia o sus amos. Antes de fundar las naciones se juntaban en las iglesias a
través de las cofradías, pero esto les ocasionaba problemas. Por ejemplo, hay
muchísimas presentaciones que hicieron a la policía porque el cura no les
permitía bailar en el patio de la iglesia, de esta manera, se están protegiendo
como comunidad”, señala el investigador.
Desde las naciones nacían reclamos tan importantes como
diversos. En aquella época, se pagaba a las iglesias para que celebraran, por
ejemplo, diez misas en recuerdo del difunto. “Hay registros que demuestran que
los afro se presentaban a protestar en las iglesias porque cuando un difunto
moría el cura se quedaba con su dinero o celebraba las misas en horarios que,
por su trabajo, ellos no podían asistir. Eso, hoy, sería un reclamo sindical”,
argumenta Schávelzon.
Como sucede con la mayoría de los aspectos relevantes que
formaron al país, la historia oficial se encargó de invisibilizar el aporte de
los afrodescendientes. Al respecto Schávelzon es claro: “Que los historiadores
del sindicalismo no les hayan dado importancia a estas cuestiones es parte de
la miopía que ha tenido la historia argentina desde siempre con la población
afro”.
© Agencia CTyS
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