Por actitud y por ética,
el vicepresidente procesado y el futbolista representan
dos modelos de país. La
gente ya votó.
Por Alfredo Leuco |
Javier Mascherano entrega todo. Amado Boudou se lleva todo.
Uno tiene coraje para enfrentar las adversidades y el otro se esconde hasta del
periodismo. Uno deja la vida por la camiseta argentina con lealtad y el otro se
descontrola por la voracidad que tiene con el dinero fácil. A uno le dicen “el
Jefe”, es humilde pero conduce a sus compañeros, es un líder positivo al que
todos respetan.
Al otro le dicen “Aimé”, es soberbio y sus compañeros del
Senado lo gambetean porque no quieren ni compartir una foto con esa mochila de
piedras en la que se convirtió. Uno acaba de ser consagrado héroe futbolístico
de la Nación, un prócer, y el otro acaba de ser procesado por cobrar una
megacoima como vicepresidente de la Nación, un garca.
Por Javier Mascherano sentimos orgullo legítimo los 40
millones de argentinos, y por Amado Boudou sentimos rechazo la inmensa mayoría
de los compatriotas que lo ubican como el funcionario con peor imagen en todas
las encuestas. Uno está a punto de salir campeón del mundo y el otro, a
centímetros de irse al descenso. Representan dos países, dos formas distintas
de entender la vida y la ética.
“Amado, decime qué se siente/ no poder estar en la sesión/
Te juro que aunque pasen los años/nunca lo vamos a olvidar/... Que Lijo te
procesó/ que Ciccone te vacunó/ Que estás llorando desde Mar del Plata/ hasta
hoy”. Con creatividad chicanera dos miembros del radicalismo en la Cámara alta
corearon esta canción cuando Miguel Ángel Pichetto, el presidente del bloque
del oficialismo, les comunicó que aceptaban la derrota política y que habían
designado a Gerardo Zamora para ocupar el lugar de Boudou. Cambio, referí. Los
senadores opositores se abrazaron casi como en el triunfo contra Holanda. Hace
años que vienen siendo sometidos por las mayorías parlamentarias del
cristinismo. Esta vez lograron que Pichetto y compañía se rindieran y
agradecieran en el recinto la ayuda de los restantes bloques para darle media
sanción a una ley urgente.
¿Qué pasó? ¿Cuál es la lectura de semejante retroceso para
el gobierno? Los propios kirchneristas, que en su mayoría ya no se bancan e
incluso ni saludan al vice, presionaron para que la Presidenta le pida a “su”
vice que se tome licencia lo antes posible. El razonamiento es puro sentido
común: si Boudou ya no puede hacer su principal trabajo, que es tocar la
campanita y dirigir la sesión en el Senado, ¿en qué va a ocupar su tiempo
libre? Las bromas estaban a la orden del día. Sugerían laborterapia para el
vice. Un curso de ikebana. O directamente que se entrene para los días oscuros
que se le vienen.
El saldo para Cristina es altamente deficitario. Porque no
pudo imponer su voluntad de respaldar a Boudou cueste lo que cueste. El día
anterior, en Tucumán, la Presidenta había logrado una victoria a lo Pirro.
Obligó al gabinete a acompañar a Boudou, que hizo un discurso fuera de
registro, gritado, inconexo y escondiéndose, cada dos párrafos, detrás de las
figuras de Perón, Néstor y Cristina. Para colmo, con un teatro de 1.500
localidades semivacío, fue aplaudido sólo por los ministros más obsecuentes.
Florencio Randazzo se le plantó. Nunca sacó sus manos cruzadas de sus rodillas.
Puso cara de traste y se negó a saludarlo. Fue un instante de una pulseada política
clave. Esa foto es una decisión que tiene que tomar Cristina: ¿Boudou o
Randazzo? ¿Boudou o el resto de los dirigentes que quieren ser candidatos a
algo en 2015? Aimé sobreactuó antiimperialismo y críticas hacia el
colonialismo, tal como reclamaba Carlos Kunkel. Nadie quiso recordar los
WikiLeaks del 5 de noviembre de 2009.
Amado Boudou se congratuló de mostrarse como el más
pronorteamericano del Gobierno. La embajadora Vilma Martínez estuvo a punto de
pedir socorro para entender la forma chupamedias y cipaya con la que Amado se
comportó. Amado, que hoy se disfraza de guevarista y emancipador, ese día
confesó que disfruta surfeando en las costas de San Diego, esquiando en las
montañas nevadas de Aspen, hablando inglés, y, como si esto fuera poco (ta tan
ta tan…) confesó que es fanático del fútbol americano. ¿Era necesario? ¿Le
piden tanto? Ninguna sobreactuación es buena. Preguntas incisivas para el
ministro Boudou: ¿de quién es hincha? ¿De las Panteras de Carolina o de los
Piratas de Tampa? Tal vez de los Malandras de Mar del Plata.
El silencio cómplice de Cristina, que jamás pronunció el
apellido Ciccone, se transformó en una dolencia física real. Su error de
cálculo fue monumental al designar a Boudou para representar a los argentinos
en el día de la independencia. Fue una humillación gratuita hacia la mayoría de
los ciudadanos. Una mojada de oreja sin sentido, de puro capricho nomás. Y las
dos señales políticas fueron demoledoras. Primero: en este gobierno no se
castiga a los corruptos, se los premia. Y segundo: nos resbala lo que decida la
Justicia. Ninguno de esos desvalores republicanos es una novedad. La matriz
corrupta del Estado tiene dimensiones inéditas desde el retorno democrático de
1983. Y no acatar los fallos de la Justicia fue una constante del matrimonio
Kirchner desde sus orígenes en Río Gallegos. Fue una provocación excesiva
incluso para alguien leal a Cristina como es Randazzo.
A la Presidenta cada vez le cuesta más sostener a un
cancherito de Estado que hoy es un muerto político. Jorge Asís fue bizarro,
lindante con el mal gusto, pero demoledor en su metáfora: “Se defecaron en la
patria”. Y Julio Bárbaro, lúcido, planteó: “Amado no es una excepción a la
regla, no es un demonio en un gobierno de ángeles, es apenas una muestra
gratis”. Norma Morandini dijo que “Boudou, según la Constitución, está acusado
de cometer un delito contra el orden democrático”. El mismísimo José Pampuro,
en su condición de ex presidente provisional del Senado, expresó que está
“convencido” de que “por el bien del correcto funcionamiento institucional,
Boudou debe liberar ese sillón y al menos pedir licencia hasta esclarecer su
situación”. Dicen que dijo eso sin que Daniel Scioli ni Cristina lo
desautorizaran. Y que fue a pedido de sus antiguos compañeros de la Cámara
alta.
Por eso la rebelión de los senadores no fue la única grieta
que se abrió puertas adentro del kirchnerismo. Leonardo Grosso es diputado y
jefe de la JP Evita, que tal vez tenga mayor despliegue territorial y capacidad
de movilización que La Cámpora. Sin embargo, furioso, salió a cruzar a Sergio
Berni por su actitud represiva contra quienes cortaron la ruta para reclamar
por sus fuentes de trabajo. Gases, balas de goma, policías con armas
reglamentarias y perros sin bozal fueron una imagen que cuestionó hasta Horacio
Verbitsky, un militante del cristinismo en el periodismo. La Presidenta, por
boca del Coqui Capitanich, respaldó a Berni, que es poco menos que su niño
mimado después de Axel Kicillof.
Ojalá mañana salgamos campeones del mundo y demos la vuelta
en el Maracaná. Ojalá Messi sea el goleador del torneo. Nuestro inmenso y
sufrido pueblo futbolero se merece la gran alegría que la economía le viene
ninguneando. Qué bien que nos vendría una caricia multitudinaria después del
cachetazo que nos pegó el vicepresidente. Ojalá podamos abrazarnos sin odios
para construir un país más libre e igualitario.
Para que unos pocos boudoues no puedan más que millones de
Mascheranos.
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