El ministro transita
entre el default "táctico" y la claudicación ante los buitres,
mientras se consolida la recesión.
Por Ignacio Fidanza |
Una delgada línea roja empieza a cerrarse sobre el padre de
la recesión, tag que la comunidad de economistas empezó a aplicar sobre la
impetuosa humanidad de Axel Kicillof.
El ministro inició una nueva ofensiva para instalar la idea
de un default “parcial” como salida a la intransigencia del juez neoyorkino
Thomas Griesa, antes sus reclamos para que reponga el amparo -“stay”- que
permita a la Argentina negociar con los buitres sin riesgo de embargo.
La lectura del mercado, que siempre sobreestima la
racionalidad del kirchnerismo, es que se trata de apenas ruido mediático para
mejorar la posición negociadora del Gobierno, ante lo que en definitiva
ocurrirá: Se le pagará a los buitres.
Es posible que estos “trascendidos” sean parte de una
maniobra con ese objetivo, que incluye las exposiciones indignadas del ministro
ante distintos foros internacionales. Una puesta en escena para tirarle un
centro al relato, mientras se desmontan posiciones "innegociables",
porque hacen a la soberanía y el futuro del país como Nación independiente.
Algo de eso parecen estar olfateando algunos viejos
adherentes del modelo, como el ex ministro Aldo Ferrer, quien advirtió que el
Gobierno de ninguna manera debe aceptar pagarle a los buitres en mejores
condiciones que a los bonistas que entraron al canje. Para subrayar que es
preferible el default, antes que semejante claudicación.
Consciente del espinoso andarivel que tiene que transitar,
Kicillof se afana por estas horas en instalar un nuevo disparate de su
prolífica factoría. Así como en su momento habló de un “ajuste expansivo” para
justificar el ajuste puro y duro que aplicó; y luego apeló a la figura del
“endeudamiento heterodoxo” para explicar el fin de la épica del
desendeudamiento, ahora abona la figura del default “táctico” o “digno” o por qué
no, “exitoso”.
Kicillof ha demostrado ser un maestro en el arte de las
palabras, un trapecista de las promesas siempre incumplidas y siempre
renovadas; un ilusionista del triunfo final que redimirá todos los males
sufridos.
Como el Cavallo de la hora final de la Alianza, Kicillof
promete recuperaciones milagrosas si aguantamos las penurias del hoy.
Proclamado keynesiano, se olvida de aquella famosa frase de su mentor: “El
largo plazo nos encontrará a todos muertos”.
Un repaso por algunos indicadores de la economía, que viene
gobernando hace más de dos años –primero como viceministro plenipotenciario-,
sólo arroja malas noticias. El déficit se disparó, la deuda externa creció, la
inflación aumentó, el PBI cayó, la construcción, la industria y la venta de
autos se desplomó. El desempleo volvió a ser tema de agenda, el déficit
energético se profundizó y la pobreza se agravó, al punto que ya ni publican
sus índices.
Todos estos números son prolijamente ignorados por los
periodistas “económicos” que cortejan al ministro, que prefieren centrarse en
las delicias de la retórica anti capitalista, antes que sumergirse en el
terreno árido de los indicadores. Por supuesto que hay muchas y muy valiosas
excepciones. Por suerte todavía hay bolsones de pensamiento crítico, que el
ministro fomentaba como docente, que sigue resistiendo sus cantos de sirena.
El problema es que quien no parece dispuesta a contraponer
los números fríos de su gestión con lo que declama es su jefa directa. Lejos de
cuestionarlo por la apabullante extensión de fracasos, Cristina optó por darle
cada vez más poder, acaso atrapada en la lógica voraz del ministro que promete
solucionar todos los problemas una vez que controle todos los resortes.
Viejos compañeros de estudios y militancia que han logrado
acceder a su intimidad salieron espantados. “Axel está en un pico de
megalomanía, cree que puede resolver todo, que sabe de todo y que no necesita a
nadie”, confiaron a LPO. Si se
observa la escasa o nula experiencia de los colaboradores que eligió para áreas
de gran complejidad –como Finanzas o Energía-, el diagnóstico se confirma. Es
claro que Kicillof no considera que necesite opiniones expertas, ya que el
experto total es él mismo.
Mismo desapego que se observa en su talante desafiante y
hasta festivo, cuando si hay un hilo conductor en su gestión, es el regreso de
la recesión a la Argentina.
“La recesión es el otro”, es posible que celebre su círculo
íntimo, que superó las cotas del pleno empleo y ahora ya no sabe en qué cantera
buscar para ocupar los puestos que acaparan.
Así, zigzagueando entre el default y la claudicación ante
los demoníacos buitres, el ministro va trazando una delgada línea roja que sólo
la persistente realidad se encarga de borronear.
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