jueves, 31 de julio de 2014

¿Cómo terminó julio?

Por J. Valeriano Colque (*)
La historia no transcurrió en Las Vegas, sino entre Nueva York y Buenos Aires. Pero, igual que en la película sobre aquella loca loca despedida de solteros, incluso muchos de los protagonistas de la saga del default se preguntarán hoy “¿qué pasó ayer?”. Nadie parece saberlo.

Ayer, en Nueva York, apenas comenzó a hablar Axel Kicillof, las acciones que se transaban after hour (transacciones privadas tras el cierre de mercados) se desplomaban 12 %. “Pero algo pasó cuando el ministro terminaba de hablar: la caída se reducía a 5 %”, contó una fuente bancaria.

En los últimos dos días los ADR (certificados de acciones) de los bancos argentinos que cotizan en Nueva York (Galicia, Macro, Patagonia, Hipotecario) vieron subir su valor de modo tal que, se calcula, el patrimonio de las cuatro entidades se incrementó en unos 1.100 millones de dólares.

Los dos datos exponen la madeja de intereses detrás de los acuerdos o no acuerdos que pueda alcanzar Argentina para resolver de una vez su default de 13 años de antigüedad. Y el interés de los bancos argentinos en lograr una salida.

Otra vez los dibujos del Indec

Lo que hoy está ocurriendo con la inflación podría resumirse de la siguiente manera: todo está volviendo a ser como era antes de la devaluación.

Otra vez los dibujos del INDEC. El mes de la devaluación fue el primero con inflación oficial calculada según la nueva metodología. Como el Gobierno no tuvo más remedio que reconocer una inflación alta (3,7 % mensual), ya que una inflación baja no habría sido creíble en un contexto de devaluación, se generaron expectativas de que utilizaría la excusa de la nueva metodología para dejar de mentir con la inflación.

Poco queda de aquellas expectativas, luego de un semestre completo en el cual la inflación oficial fue siempre inferior a todos los indicadores alternativos, con diferencias similares a las observadas entre 2011 y 2013 (un promedio de casi un punto porcentual por mes en aquel entonces, un promedio de alrededor de 0,8 puntos porcentuales desde enero).

No debería sorprender. A fin de cuentas, quienes hoy dirigen el INDEC son los mismos funcionarios que lo hacían cuando era obvio que la inflación oficial era un simple dibujo.

Otra vez inflación cerca del 2 % mensual. Entre comienzos de 2011 y mediados de 2013, la inflación mostraba una marcada estabilidad, en un rango promedio de entre 1,7 % y 1,9 % mensual, equivalente a entre 23 % y 25 % anual.

Luego se aceleró durante el segundo semestre de 2013, y  aún más durante enero y febrero de este año.

Pero en los últimos meses ha estado convergiendo a un nivel apenas por encima del 2 % mensual en la mayoría de los indicadores alternativos, apenas unas décimas por encima del nivel registrado entre comienzos de 2011 y mediados de 2013.

Visiones equivocadas. Si todo está volviendo a ser como era, tanto la visión oficial como la visión predominante entre sectores no oficialistas son equivocadas.

Es equivocado el planteo de Capitanich, insistiendo con que la inflación presenta una marcada tendencia decreciente. La propia inflación oficial se reducía 8 décimas por mes en febrero y marzo, y se redujo sólo una décima en junio.

Es equivocado el planteo no oficialista de que la inflación ha estado bajando como consecuencia de la recesión. Si es así, ¿por qué la inflación es hoy más alta que hace un año, si hace un año no estábamos en recesión?

Una interpretación coherente con los datos. Una interpretación alternativa es la siguiente:

1.- La inflación fue muy estable entre comienzos de 2011 y mediados de 2013 por efecto de lo que se denomina “inercia inflacionaria”, muy presente en la larga historia inflacionaria argentina. Cuando empresarios y sindicatos están acostumbrados a modificar precios y salarios en torno al 25 % por ejemplo, la inflación termina en ese nivel, y ese proceso en el cual salarios suben porque subieron precios y precios suben porque subieron salarios no se corta fácilmente, aun en medio de una recesión.

2.- El cambio de equipo económico, con la salida de Moreno, facilitó los ajustes de precios de finales del año pasado. El propio Gobierno anunció que habría acuerdos de precios recién a partir de enero de este año, dando margen para adelantar ajustes.

3.- La devaluación de enero tuvo fuerte impacto inflacionario, como era de esperar, ya que el traslado de la devaluación a los precios internos es más rápido cuanto mayor es la inflación previa a la devaluación.

4.- Los efectos de los puntos 2 y 3 son de naturaleza transitoria. Por lo tanto, su efecto sobre la inflación tiende a desaparecer con el tiempo. Queda entonces la inflación determinada por el proceso descripto en el punto 1, aunque tal vez ya no a un ritmo mensual del 1,8 % (equivalente al 24 % anual) sino a un ritmo mensual del 2,2% (equivalente al 30 % anual).

Esta interpretación tiene la ventaja de que permitió anticipar aquí, lo que hoy está ocurriendo, algo que, de alguna manera, la valida.

Y permite comprender por qué será muy difícil para este Gobierno bajar la inflación.

Nuevas formas de pobreza

La pobreza es cada más diversa, más compleja, más heterogénea. En Argentina, de hecho, coexisten al menos seis formas distintas de pobreza, cada una de ellas con distintas causas, diversas manifestaciones y que afectan a distintos grupos de población en lugares distintos.
Tratarlas como si fueran una (sea desde el gobierno, desde la academia o desde el periodismo) es un error conceptual de base que complica todo desarrollo posterior.

Sí existe un elemento común en todas estas nuevas formas de pobreza: ser pobre se vincula cada vez menos a las carencias materiales (alimentos, vestimenta, vivienda) y cada vez más a carencias simbólicas, de participación en la vida social, política, económica y cultural de la comunidad donde uno vive. En este sentido, ser pobre es cada vez menos “no tener” y cada vez más “no poder” o “no acceder”.

Las mediciones de pobreza en Argentina no han acompañado esta evolución en la complejidad del fenómeno que intentan medir. Las principales mediciones oficiales del Indec (las de Necesidades Básicas Insatisfechas y las Líneas de Pobreza y de Indigencia) no sólo son obsoletas en sus diseños y sus metodologías sino que además han perdido toda credibilidad desde que comenzaron a ser manipuladas políticamente a mediados del 2007.

La medición de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (Edsa) que lleva adelante la Universidad Católica Argentina desde 2004 es una muy buena noticia porque además de los parámetros tradicionales de vivienda, educación, salud e ingreso, mide nuevas dimensiones de la pobreza como la estabilidad y el reconocimiento en el empleo, el bienestar psicológico, la integración social, la participación política y comunitaria, la confianza en las instituciones y el acceso a servicios públicos de calidad.

Falta de expectativas favorables

77 % de los argentinos está esperando una crisis. La cifra no proviene de ningún búnker opositor sino del estudio Pulso Social 2014, que elabora la consultora CCR, enfocada en tendencias de consumo.

En efecto, entre quienes consideran “bastante probable” (41 %) y “probable” (36), tres de cada cuatro compa¬triotas ve un horizonte peor para el próximo año.

Aun cuando esto finalmente no se dé, la actitud de la mayoría de los argentinos está teñida de esa sensación: como sucede cada 7 ó 10 años, la economía se mueve en sus capas más profundas generando un reacomodamiento de todos los jugadores.

¿Por qué tanto pesimismo? Como dijo Perón, la víscera más sensible del ser humano es el bolsillo: tres de cada cuatro encuestados por CCR no pueden ahorrar (en el mejor de los casos) o directamente está endeudándose para poder vivir.

Es curioso seguir el derrotero de los títulos que CCR pone a sus trabajos: 2011 fue “Moderado optimismo”; 2012, “Bipolaridad e incertidumbre”; 2013, “Bajemos un cambio”, y este trabajo se resume en un claro “Con la tijera en la mano”, en relación con el recorte en consumos y satisfacciones que reconocen los integrantes de esta muestra nacional.

Como ya vienen detectando en el día a día los supermercadistas, se instaló en la sociedad un modelo de consumo muy racional que ya no cede a las compras impulsivas y que–incluso–se abastece “defensivamente” para “ganarle” a la inflación.

Con diferentes comportamientos según el nivel socioeconómico, los más acomodados están “escuchando ofertas”; las clases medias, “tratando de mantener el control”, y los de más abajo, directamente “con el ojo en el precio”.

El inquietante informe no hace sino poner en números y perspectivas de datos el malestar creciente de la sociedad. Hasta los sindicalistas amigos del Gobierno admiten que “las bases están calientes”. Y eso que representan a los más afortunados de los trabajadores, los que tienen cobertura social, paritarias y salarios muy por encima de los “informales”.

En este contexto de falta de expectativa favorable, casi cualquier cosa que haga el Gobierno caerá en saco roto. Y ya se sabe: la credibilidad es la mitad de cualquier plan económico.

Tan poca fe hay en lo que queda de kirchnerismo que los argentinos que¬ consideran que nuestro país es el mejor ¬lugar del mundo para vivir fueron cayendo del 30 % en 2012, al 25 % en 2013 y sólo 20 % este año. Por primera vez, casi hay más argentinos que eligen Suiza (17 %) como el mejor país del mundo, seguida de Canadá (13 %) y Australia (10 %).

El que tome la posta después de esta década alargada tendrá una fenomenal tarea de terapeuta social.

(*) Economista

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