El vicepresidente
quedó a la intemperie. Es la confirmación del nuevo orden de cosas en el poder.
Por Ignacio Fidanza |
Run for your lives,
es la frase que utilizan los norteamericanos para graficar una instancia como
la que empieza a consolidarse en el kirchnerismo. Con el final de ciclo al
alcance de la mano, los seguidores de Cristina que tienen acceso a información
seria, ya empezaron a trabajar su reconversión.
El problema para la Presidenta es que se trata de un proceso
de atomización que la desbordó.
No lo controla ni tampoco lo acompaña. Le
sucede. Y este es el nuevo signo de estos tiempos. Aquel Gobierno implacable
que todo lo digitaba, observa ahora pasmado como son cada vez más las cosas que
le suceden. Hasta el recurso del miedo se le va agotando.
Los desplantes no son más notorios porque no hace falta,
todavía. Los políticos en general –como el resto de los mortales- no son
cobardes, pero tampoco héroes. Miden al milímetro la correlación de fuerzas y
no gastan plata en peleas apresuradas. Pero cuando haya que bajar el martillo,
que ya está cargado, ni la sombra de la compasión, va a recibir un Gobierno que
usó y abusó de su poder.
Lo notable es que este proceso que afecta a la Presidenta,
empezó por la Presidenta. Siempre es un hecho puntual el que actúa como
catalizador del nuevo tiempo. En ese caso fue la decisión de prohibir a Amado
Boudou que presida la última sesión del Senado. El proceso de esa decisión,
grafica como pocos el nuevo estado de situación.
Surgió la presión desde el propio bloque peronista, que ya
no está dispuesto a escaldarse en la defensa del vicepresidente. Es lógico,
estamos entrando en pretemporada electoral. Pero lo más notable es que cuando
Cristina entendió que la intifada en su bancada ponía en riesgo el proyecto de
inmunidad de reservas que quería ofrendar al presidente de China, decidió
sacrificar a Boudou.
“Esto es lo nuevo, ahora te respaldan hasta que se vuelve
costoso y entonces no te respaldan más”, explicó uno de los allegados de
Boudou. Tan sencillo como eso. El mensaje es cristalino: Salvese quien pueda. Y
en eso están.
Apenas les queda la apuesta a un fallo de la Cámara Federal
que encuentre la manera de revertir el procesamiento del vice, apostando a la
amistad de la Presidenta con el camarista Eduardo Freiler. Habrá que ver si
quiere hacer el gasto.
Una tardía Glasnost
El muro de Berlín se cayó en silencio y son cada vez más los
kirchneristas que hablan con la odiada prensa opositora –incluido Clarín, sobre
todo Clarín-, buscando recomponer lo que se pueda recomponer. Ejercicio de
prudencia que se extiende a la Justicia.
Claro que nadie es idiota y no suelen despertar entusiasmo
las invitaciones a fiestas, cuando los globos ya están por el piso y las chicas
se fueron. Pero es lo que hay. Mirada condescendiente –o socarrona- y a otra
cosa ¿Para qué pelearse con lo que se va? La realidad, siempre más cruel, se
encargará de ajustar cuentas.
No es casual que los hombres con más proyección del oficialismo:
Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Julián Domínguez y Diego Bossio, entre
algunos otros pocos, sean los que más se cuidaron de caer en los extremos de
una “revolución”, que ni siquiera fue un sueño eterno.
Lote al que ahora intentan sumarse nuevos “civilizados” como
el camporista Wado de Pedro y hasta el ministro Axel Kicillof, que reúne a
periodistas de los medios demoníacos en el living de su casa, copiando sin
ruborizarse las técnicas de seducción de Lilita Carrió o Gabriela Michetti.
En la justicia federal todo es más complicado y no alcanza
con café y masitas. Como es lógico, el único asunto importante hoy de la cúpula
del Gobierno es garantizarse tranquilidad a futuro en el mundo judicial, faena
para la que empezaron una escabrosa negociación en el Consejo de la
Magistratura con los radicales, siempre interesados en construir influencia en
la Justicia.
El punto más álgido de ese trabajo es designar a cuatro
camaristas en el tribunal de Casación, instancia donde terminan todas las
causas de corrupción del país. Resorte clave para garantizar impunidad, como se
demostró en el reciente fallo que salvó a Felisa Micelli de ir a la cárcel, al
menos en el corto plazo.
Así, mientras algunos celebran la restitución del fiscal
Campagnoli casi como un restablecimiento de la República, en las alturas del
poder van tejiendo una red mucho más extensa en el sentido contrario. La
desmesura de creer que un fiscal con competencia en los barrios de Nuñez y
Saavedra podrá iniciar el Mani Pulite argentino, funciona como un operativo de
distracción perfecto, mientras se resuelven en la mayor de las tranquilidades,
las cosas importantes del poder.
Se trata de cubrir la retirada. Un ejercicio humano muy
consistente con este “movimiento de liberación” que dijo encarnar el
kirchnerismo, que aceptó todos los privilegios del poder y casi ninguno de sus
sacrificios. Pero la manta es corta y si al final del camino se consigue algún
grado de benevolencia judicial y mediática, sólo alcanzará a algunos pocos
elegidos. El resto está por su cuenta y el resto ya se enteró.
© LPO
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