Por Gabriel Profiti |
"Muchos están esperando que patee el tablero",
soltó Cristina Kirchner el viernes al pie del Monumento a la Bandera,
atribuyendo a terceros la tensión que el propio Gobierno había generado en las
48 horas previas sobre el cumplimiento del fallo que obliga a pagarles a los
fondos buitre.
Desde que se conoció el rechazo de la Corte Suprema
estadounidense a intervenir en el caso, la Presidenta y el ministro Axel
Kicillof tuvieron posiciones cambiantes: pasaron de mostrarse duros pero
negociadores a voltear cualquier canal de diálogo hasta que finalmente
decidieron no patear el tablero.
En un momento pareció sobrevolar el riesgo de que la
Argentina vuelva a un megadefault, después de haber acordado gran parte de su
deuda con acreedores privados; varios pleitos con empresas extranjeras en el
tribunal del Banco Mundial; el litigio con Repsol por la expropiación de YPF y
con el Club de París.
La seriedad del tema obligó al Gobierno a tomar la decisión
menos inconveniente: buscar un entendimiento que incluya a la totalidad de los
acreedores, con un plan de pagos viable.
Ese plan bajo "condiciones justas" es lo que
anunció Cristina en Rosario, donde ya no mencionó el cambio de jurisdicción
para el pago de los bonistas "reestructurados" en Buenos Aires, una
jugada destinada al fracaso porque haría que los que la acepten incurran en
"desacato" con la justicia estadounidense.
Dificultades
No es tan sencillo. Los fondos buitre ganaron un juicio por
U$S 1.330 millones, pero representan apenas el 1% de todos los que quedaron
fuera de los canje de deuda realizados por el Gobierno en 2005 y 2010, con una
adhesión de 92,4%.
La totalidad de los "holdouts" reclaman unos U$S
12.000 millones, prácticamente un 6% del stock de deuda del Sector Público
Nacional, que a septiembre de 2013 era de unos U$S 200.000 millones, según
datos citados por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) sobre la
base de datos de la Subsecretaría de Financiamiento de la Nación.
La nueva deuda reconocida se sumará a los vencimientos
previstos hasta 2017 de unos U$S 35.000 millones. En esa cifra no están
incluidos compromisos en pesos que serán refinanciados, al igual que U$S 9.500
pedidos al Banco Central para pagar al FMI.
Aun así la proporción de deuda con relación al porcentaje
del PBI es baja, según la mayoría de los economistas.
Para el kirchnerismo la decisión implica volver sobre sus
pasos y aceptar una derrota política, justo cuando parecía enarbolar otra
aventura épica. Si bien es una derrota injusta para el país, por el predominio
de un juego de carroña financiera, no hay margen para cruzadas ideológicas.
Sin financiamiento, las reservas actuales del Banco Central
llegarían para pagar vencimientos de deuda hasta 2017; y los "buitres"
quedarían más habilitados para embargar activos en el exterior como hicieron
con la Fragata Libertad.
Además, un nuevo default "traería aparejado un
incremento en el riesgo país, y consecuentemente en la tasa de interés, imposibilitando
tanto al sector público como privado conseguir divisas, frenando aún más la
economía", señaló el IARAF y agregó: "Implicaría cerrarse al mundo
cuando más se necesitan inversiones extranjeras en capital e
infraestructura".
Si el país logra atravesar esta coyuntura podría retomar un
sendero que en el largo plazo lo conduzca al desarrollo. El endeudamiento
seguirá siendo una carga, pero si se generan las condiciones adecuadas esa
mochila será sensiblemente más liviana.
Un trabajo de la Fundación Pensar -los equipos técnicos de
Mauricio Macri- señaló que el país necesitaría una inversión de unos U$S
100.000 millones en la próxima década para revertir el rojo energético, mejorar
el transporte y superar el déficit en la red de agua y cloacas y para
saneamiento.
Por su parte, Daniel Scioli señaló hace algunos meses al
hablar ante un foro empresarial en Nueva York que la Argentina va a necesitar
inversiones por más de U$S 220.000 millones, lo cual "es un negocio
extraordinario para quienes quieran invertir".
El anuncio presidencial significó un alivio para el
gobernador bonaerense, el más pegado de los principales candidatos presidenciales
a la suerte del actual gobierno.
Scioli, Macri, Sergio Massa y los presidenciables del Frente
Amplio Unen habían manifestado su respaldo al Gobierno ante el nuevo escenario,
pero luego pusieron el grito en el cielo cuando parecía que la Casa Rosada daba
por tierra con la negociación.
En los hechos, alguno de ellos tendrá que lidiar a partir de
diciembre de 2015 con la "herencia" que se forjará en estas negociaciones.
Aun con los errores del kirchnerismo, ese legado en torno a la deuda, sería
mejor que el recibido hace 12 años.
© NA
Contacto: @gabrielprofiti
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