Por Relato del
Presente
La idea de amenizar la picada previa al partido de la
Selección con una cadena nacional, es novedosa. Sí, fue un discurso por cadena
para explicarnos el calendario de vacunas y putear a los viejos que se jubilan
cuando tienen una familia que los puede mantener, pero era eso o ver las
publicidades pedorras de los mundiales.
Luego de asegurar, entre aplausos, que con 5.5 millones de
pesos mensuales brindará cobertura médica a 1.2 millones de personas en una
cuenta que ni Guillermo Moreno se atrevería a dibujar -$4,60 per cápita
mensual, no cualquiera- la Presi habló de la reducción de la mortalidad
infantil, puteó a Clarín y La Nación, se quejó de los comerciantes que la
critican, y se fue a gritar al salón Malvinas Argentinas. Allí, a un grupo de
pibes sin nada mejor que hacer un miércoles a las seis de la tarde y que le
aplaudieron hasta el acuerdo antiimperialista y sobrefacturado con el Club de
París, les agradeció que haya gente “que piense por sí misma y que analice”
porque es muy importante “que puedan generar pensamiento propio”.
Ahora que el Gobierno fundamentalista del Néstor de los
Últimos Días creó la Secretaría de Coordinación del Buen Sentir, ha quedado
demostrado que no queremos ser Venezuela con ministerio para la Felicidad, sino
que preferimos seguir el camino bananero pero darle una impronta de morral,
franciscanas y carencia de higiene capilar.
Compadezco al kirchnerista de hoy. Si bien debo reconocer
que me divierte, no quisiera estar en el lugar de quienes entrenan día a día
para gambetear los embates de la realidad, y terminan abrazados al pasto, como
Ruggeri luego de pasar por las piernas justicieras de Pasucci.
Un día se van a dormir criticando a los que quieren
devaluar. En el desayuno se encuentran con una devaluación oficial. Para el
almuerzo ya aprendieron el mantra “nos empujaron a hacerlo”. Para la merienda
no tendrán al Capitán Piluso, pero aparece Coquito para afirmar que el tipo de
cambio es el que dicta el mercado. Mientras preparan la cena, Kicillof dice que
el tipo de cambio ahora sí es competitivo, que era lo que correspondía hacer, y
que la culpa de la inflación la tienen los almaceneros.
Está claro que gran parte de la culpa de la existencia de
seres que no saben digerir lo que no viene regurgitado, es de quienes les dan
de comer. Y Cristina tiene un concepto de equilibrio dudoso en cada frente que
encara. Con la Iglesia se maneja de modo ejemplar, ya que creó la congregación
Sinistram Dei, una mezcla entre el conservadurismo ortodoxo-medieval-chupacirios,
y el amor por los curas pobreristas, mientras nos vende como monaguillos de la
historia a frailes guerrilleros.
En otros casos, el cálculo le falla un poco y pide que le
agradezcamos -medio centenar de muertos después- que compró trenes nuevos con
nuestra plata, mientras perpetúa hasta la eternidad el sistema de subsidios a
todo aquello que tenga motor y no pertenezca al sindicato de camioneros.
En este caso, una buena idea para compensar el pago al Club
de París fue sumar al Ricky Forster al tren de los fracasados electorales y
desplazados del Gobierno.
Lamentablemente, Forster no pudo ganarle el primer puesto al
título más largo a María José Lubertino, quien fue nombrada titular del
Observatorio de Derechos de las Personas con Discapacidad del Consejo Nacional
de Políticas Sociales para el Monitoreo e Impulso al Cumplimiento de la
Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas.
Desde aquí creemos que se lo merecía, en gran parte gracias
a su propensión para utilizar treinta y siete palabras para definir términos
que entran en dos o tres vocablos. Por ejemplo, cuando Cristina fue internada y
Ricky dijo “en la vida democrática el debate político, la intensidad y las
diferencias son bienvenidas, pero pasar de un lenguaje del debate de ideas a un
lenguaje de injurias, del odio de un grupo minoritario, pone en evidencia algo
muy terrible, que no se puede dejar pasar”, quiso decir “si palma, se me llena
el upite de preguntas”.
Del mismo modo, cuando Richard afirma que “hay momentos en
los que resulta indispensable resaltar que en la vida de cada uno existen
algunas otras cosas además del bombardeo inclemente de una televisión que
parece regodearse en las miserias humanas y que se deleita describiendo un supuesto
escenario catastrófico en un país, así lo describen ad nauseam, sin brújula ni
destino”, tan sólo están pidiendo que compremos Página/12.
Sin embargo, para compensar la injusticia por la longitud
del título, Forster se quedó con la Pole Position de cargos al pedo, escoltado
por el Representante Permanente de la República en la Representación Argentina para
el Mercosur y la Asociación Latinoamericana de Integración (Juan Manuel Abal
Medina), y el Secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas del
Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (Daniel Filmus).
Tan al pedo es la misión que le encargan, que la
responsabilidad primaria es la de “diseñar, coordinar e instrumentar una usina
de pensamiento nacional, ajustado a los lineamientos que se fijen”. Traducido:
gastar plata (de la nuestra) en sueldos, café y computadoras para que un grupo
de trasnochados aburridos investigue por qué un porcentaje del padrón nunca los
quiso y otro porcentaje dejó de quererlos.
La idea idiota de que puede imponerse o generar un
pensamiento nacional, sólo puede caber en la cabecita de personas con traumas
de inferioridad arrastrados a lo largo de una vida de ser marginados por
aburridos, lo que decanta en una lógica de superioridad moral autoimpuesta. O
sea, creen que no los entendemos por mejores, cuando en realidad los
despreciamos por infelices que intentan imponernos qué pensar, cómo pensar y
cuándo hacerlo.
El título y cargo para Forster llegó tarde. La lucha
ideológica por el triunfo cultural ya fue y pasó por otro lado. Y la ganó el
kirchnerismo por paliza, aunque no se den cuenta y supongan que la derrota en
las urnas está vinculada a no haber sabido imponer la lógica del pensamiento.
Casualmente, perdieron porque primó esa forma de pensar. Si durante años
repitieron hasta el infinito punto rojo que estábamos bien porque el Estado
creció, es lógico que, aquellos que lo creyeron, busquen otras opciones cuando
el Gobierno ya no logra garantizar el bienestar individual a fuerza de más
Estado.
Propio de brutos que creen que cuanto más grande, mejor, nos
convencieron de que un Estado gigante es sinónimo de eficiencia. Asimismo, nos
aseguraron que izquierda y derecha no son corrientes ideológicas extranjeras y
mal transculturalizadas, sino que conforman los dos lados de la fuerza en la
cual, por decantación, la izquierda es la Alianza Rebelde y la derecha, el
Imperio Galáctico.
Vivimos en un país en el que todavía se utilizan dialectos
regionales, sin contar las nuevas lenguas que han surgido en las zonas
marginales de la Capital Federal y su conurbano bonaerense. No conservamos el
mismo acento entre Buenos Aires y Rosario, distanciadas por 320 kilómetros.
Tenemos tantas provincias como recetas distintas de empanadas y locro. Nos
matamos por si la milanga lleva, o no, provenzal. Hasta las corrientes
migratorias han sido diferentes entre provincias, ciudades o, sin ir más lejos,
los barrios de la Ciudad de Buenos Aires, donde podemos escuchar hablar en
hebreo, árabe, coreano, chino, japonés y guaraní mientras caminamos del Bajo
Flores hasta Once.
Cada hombre que habita estas tierras tiene una forma de
pensar que obedece a su crianza, a sus antepasados, a las tradiciones
familiares, a la formación escolar, al entorno barrial, a su profesión, a las
experiencias que tuvo a lo largo de su vida y a cómo afrontó las mismas. Del
mismo modo que todavía hay gente que se casa, forma una Pyme con dos socios o
arma un equipo de fútbol con los amigos, las diferencias no impiden la
planificación y concreción de un proyecto realizado desde la riqueza de las
individualidades.
Lo que no tiene parámetros para medir su grado de estupidez,
es la creencia de un pensamiento colectivo y uniforme. Suponer que pensar igual
que el otro es productivo es confundir masturbación con garche. Ansiar una
sociedad en la que haya un pensamiento unificado es pretender un mundo de
estereotipos, casualmente el motivo de la mayor crítica seria a la hegemonía de
un grupo mediático concentrado.
Sin embargo, todo este análisis etimológico y antropológico
social aterriza de bruces desde la terraza del Kavanagh cuando entendemos que,
en un año y medio de gestión por delante, no se puede lograr otra cosa que
gastar guita y que, lo que aparenta ser un premio al chupamedismo y la
convicción derrotista, en realidad cumple un segundo rol: hacer extensivo el
galardón a todos los que a partir de 2015 se comerán los piojos ante la
disyuntiva de no saber ganar 100 pesos de modo medianamente honesto en la yeca.
Son las migajas que quedaron de la torta y que se reparten entre quienes
oficiaron de patovicas ideológicos en la puerta de la fiesta a cambio de
sacrificar su prestigio, apellido y carrera.
(N.del A: Joven
argentino, si pasaste los últimos años de tu vida predicando el kirchnerismo a
todo aquel que se te cruce y aún no te avivaste, esta es tu oportunidad de
reclamar el pase a planta. Aprovechala. En unos meses se acaba)
Jueves. “Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando”,
afirmó Walter Lippmann mientras jugaba una partida de Preguntados con Nikita
Khrushchev.
0 comments :
Publicar un comentario