Por Gabriel Profiti |
El llamado a indagatoria del vicepresidente Amado Boudou no
solo golpea en la primera falange de la pirámide institucional, sino que
amenaza el plan de Cristina Kirchner para irse erguida del poder el año próximo
y procurar un eventual regreso en 2019.
La citación cayó 24 horas después del momento de mayor
euforia kirchnerista de los últimos meses: el acuerdo de pago de la deuda en
default con el Club de París y la invitación a formar parte de la próxima
cumbre del grupo de mayores países emergentes, BRICS, junto a Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica.
En medio de una coyuntura económica difícil, el Gobierno
puede apuntalar el mensaje de haber encaminado el delicado frente externo
argentino que heredó de la debacle de 2001.
Después de las dos reestructuraciones de deuda, las
circunstancias lo obligaron a saldar viejos litigios: arregló cuentas en el
CIADI, el tribunal del Banco Mundial adonde litigan empresas contra el país,
luego selló la paz con Repsol por YPF y finalmente llegó a un entendimiento con
el Club de París.
También dejó atrás la inexplicable manipulación de índices
del INDEC, enmienda que será analizada por el FMI la semana próxima y podría
dar impulso a este giro pro comunidad internacional.
Estos compromisos implican erogaciones importantes para el
país en los próximos años, pero al mismo tiempo actúan como una gran sutura
diplomática con las principales potencias y abrigan la esperanza de que la
Argentina vuelva a ser un imán para el ingreso de inversiones, lo que
aquietaría la sed de dólares.
En el frente externo, resta lo más difícil: el juicio de los
"holdouts" que se tramita en tribunales estadounidenses. El próximo
jueves 12 la Corte Suprema de ese país decidirá si toma el caso, lo gira al
procurador general o lo rechaza, luego de fallos adversos para la Argentina en
dos instancias previas.
Los últimos pasos dados por el Gobierno mejoraron la
relación con Estados Unidos y alientan la expectativa de que el tribunal al
menos otorgue más plazos a la Argentina para negociar con los fondos
especulativos que no ingresaron a los canjes de deuda.
Si rechaza el caso, el Gobierno deberá decidir si paga a los
"buitres" o promueve otro default, con el agravante que los tenedores
de bonos reestructurados (el 93%) tendrían la potestad también de reclamar una
mejor oferta.
Boudou, la marca
Esta sensación de una Argentina encaminada es lo que la
Presidenta aspira a dejar como marca de su gestión, más allá de los vaivenes
sucedidos en once años de kirchnerismo.
Según confiaron algunos de sus colaboradores, también busca
delinear una huella institucional con la renovación de códigos -Civil y
Comercial, Penal, Procesal- o en el sistema electoral, que ya fue puesto en
práctica.
Al mismo tiempo, se está ocupando de que su grupo político
mantenga presencia e identidad en los distintos estratos del poder. Así,
buscaría influir nuevamente en las listas del oficialismo el año próximo para
conservar cuotas de representación legislativas aun fuera de la Casa Rosada.
Nadie en el Gobierno piensa que Cristina Kirchner se quedará
contemplando los frutales del jardín de su casa de El Calafate entre 2015 y
2019, ahora incluso que sus recurrentes problemas de salud parecen haberle dado
respiro.
En ese marco, diputados del oficialismo presentaron
propuestas para que el año próximo se elijan también a parlamentarios del
Mercosur, lo que hizo pensar en la posibilidad de que su nombre y apellido
aparezca en las boletas electorales de 2015.
Viejos jugadores del PJ descreen de esa posibilidad. Más
bien, ven a la Presidenta en un cargo de mayor peso, como podría ser la
Secretaría General de la Unasur, puesto que inauguró su esposo Néstor Kirchner
y que ocupaba cuando falleció.
Desde allí podría abstraerse de la pelea política doméstica
y mostrarse en otra dimensión. De hecho, ese era el plan de Kirchner cuando
asumió en la Unasur para volver a la Rosada.
Así las cosas, está difusa la postura que tomará Cristina en
las elecciones del año próximo. ¿Apoyará a un candidato del oficialismo o
buscará promover sigilosamente una opción opositora?
Un ejemplo a seguir podría ser el de Michelle Bachelet. La
mandataria chilena acaba de volver al poder luego de que el gobierno de derecha
de Sebastián Piñera tuviera problemas para satisfacer las crecientes demandas
por mayor equidad.
Bachelet retaceó apoyos en la campaña de 2010, contempló el
ascenso de Piñera, y a los pocos meses de abandonar su cargo como jefa de
Estado, se convirtió en la primera directora ejecutiva de ONU Mujeres, una agencia
internacional destinada a fomentar la igualdad de género con oficina en Nueva
York.
La mandataria trasandina había dejado el poder con alta
popularidad y con el tiempo su sombra comenzó a proyectarse sobre el gobierno
conservador y facilitó su retorno.
Cristina también busca seguir ese camino, e incluso parece
promover el juego de contrastes con Mauricio Macri, la opción más a la derecha
de la política argentina.
Pero a diferencia de Bachelet tiene escollos importantes: en
la Argentina hay reelección, por lo que el que asuma tendrá esa posibilidad; la
economía argentina de 2015 difícilmente pueda lucir tan estabilizada como la
chilena en 2010; y sobre todo, las causas por corrupción corroen su gobierno e
imagen.
En ese contexto, el caso Boudou es un dilema y una marca
para su gobierno, porque se trata del Vicepresidente. En tribunales se espera
que, después de su indagatoria el 15 de julio, el juez Ariel Lijo lo procese y
allí quedará abierta la disyuntiva de si deberá mantenerse en su cargo o dar un
paso al costado.
Los padecimientos de Boudou son materia prima propicia para
el plan opositor de utilizar a la corrupción como eje de la campaña electoral
del año próximo y también podrían quedar como un sello indeleble del
kirchnerismo tal como le ocurrió a Carlos Menem.
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