domingo, 1 de junio de 2014

Boudou, dilema presente y marca para el futuro

Por Gabriel Profiti
El llamado a indagatoria del vicepresidente Amado Boudou no solo golpea en la primera falange de la pirámide institucional, sino que amenaza el plan de Cristina Kirchner para irse erguida del poder el año próximo y procurar un eventual regreso en 2019.

La citación cayó 24 horas después del momento de mayor euforia kirchnerista de los últimos meses: el acuerdo de pago de la deuda en default con el Club de París y la invitación a formar parte de la próxima cumbre del grupo de mayores países emergentes, BRICS, junto a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

En medio de una coyuntura económica difícil, el Gobierno puede apuntalar el mensaje de haber encaminado el delicado frente externo argentino que heredó de la debacle de 2001.

Después de las dos reestructuraciones de deuda, las circunstancias lo obligaron a saldar viejos litigios: arregló cuentas en el CIADI, el tribunal del Banco Mundial adonde litigan empresas contra el país, luego selló la paz con Repsol por YPF y finalmente llegó a un entendimiento con el Club de París.

También dejó atrás la inexplicable manipulación de índices del INDEC, enmienda que será analizada por el FMI la semana próxima y podría dar impulso a este giro pro comunidad internacional.

Estos compromisos implican erogaciones importantes para el país en los próximos años, pero al mismo tiempo actúan como una gran sutura diplomática con las principales potencias y abrigan la esperanza de que la Argentina vuelva a ser un imán para el ingreso de inversiones, lo que aquietaría la sed de dólares.

En el frente externo, resta lo más difícil: el juicio de los "holdouts" que se tramita en tribunales estadounidenses. El próximo jueves 12 la Corte Suprema de ese país decidirá si toma el caso, lo gira al procurador general o lo rechaza, luego de fallos adversos para la Argentina en dos instancias previas.

Los últimos pasos dados por el Gobierno mejoraron la relación con Estados Unidos y alientan la expectativa de que el tribunal al menos otorgue más plazos a la Argentina para negociar con los fondos especulativos que no ingresaron a los canjes de deuda.

Si rechaza el caso, el Gobierno deberá decidir si paga a los "buitres" o promueve otro default, con el agravante que los tenedores de bonos reestructurados (el 93%) tendrían la potestad también de reclamar una mejor oferta.

Boudou, la marca

Esta sensación de una Argentina encaminada es lo que la Presidenta aspira a dejar como marca de su gestión, más allá de los vaivenes sucedidos en once años de kirchnerismo.

Según confiaron algunos de sus colaboradores, también busca delinear una huella institucional con la renovación de códigos -Civil y Comercial, Penal, Procesal- o en el sistema electoral, que ya fue puesto en práctica.

Al mismo tiempo, se está ocupando de que su grupo político mantenga presencia e identidad en los distintos estratos del poder. Así, buscaría influir nuevamente en las listas del oficialismo el año próximo para conservar cuotas de representación legislativas aun fuera de la Casa Rosada.

Nadie en el Gobierno piensa que Cristina Kirchner se quedará contemplando los frutales del jardín de su casa de El Calafate entre 2015 y 2019, ahora incluso que sus recurrentes problemas de salud parecen haberle dado respiro.

En ese marco, diputados del oficialismo presentaron propuestas para que el año próximo se elijan también a parlamentarios del Mercosur, lo que hizo pensar en la posibilidad de que su nombre y apellido aparezca en las boletas electorales de 2015.

Viejos jugadores del PJ descreen de esa posibilidad. Más bien, ven a la Presidenta en un cargo de mayor peso, como podría ser la Secretaría General de la Unasur, puesto que inauguró su esposo Néstor Kirchner y que ocupaba cuando falleció.

Desde allí podría abstraerse de la pelea política doméstica y mostrarse en otra dimensión. De hecho, ese era el plan de Kirchner cuando asumió en la Unasur para volver a la Rosada.

Así las cosas, está difusa la postura que tomará Cristina en las elecciones del año próximo. ¿Apoyará a un candidato del oficialismo o buscará promover sigilosamente una opción opositora?

Un ejemplo a seguir podría ser el de Michelle Bachelet. La mandataria chilena acaba de volver al poder luego de que el gobierno de derecha de Sebastián Piñera tuviera problemas para satisfacer las crecientes demandas por mayor equidad.

Bachelet retaceó apoyos en la campaña de 2010, contempló el ascenso de Piñera, y a los pocos meses de abandonar su cargo como jefa de Estado, se convirtió en la primera directora ejecutiva de ONU Mujeres, una agencia internacional destinada a fomentar la igualdad de género con oficina en Nueva York.

La mandataria trasandina había dejado el poder con alta popularidad y con el tiempo su sombra comenzó a proyectarse sobre el gobierno conservador y facilitó su retorno.

Cristina también busca seguir ese camino, e incluso parece promover el juego de contrastes con Mauricio Macri, la opción más a la derecha de la política argentina.

Pero a diferencia de Bachelet tiene escollos importantes: en la Argentina hay reelección, por lo que el que asuma tendrá esa posibilidad; la economía argentina de 2015 difícilmente pueda lucir tan estabilizada como la chilena en 2010; y sobre todo, las causas por corrupción corroen su gobierno e imagen.

En ese contexto, el caso Boudou es un dilema y una marca para su gobierno, porque se trata del Vicepresidente. En tribunales se espera que, después de su indagatoria el 15 de julio, el juez Ariel Lijo lo procese y allí quedará abierta la disyuntiva de si deberá mantenerse en su cargo o dar un paso al costado.

Los padecimientos de Boudou son materia prima propicia para el plan opositor de utilizar a la corrupción como eje de la campaña electoral del año próximo y también podrían quedar como un sello indeleble del kirchnerismo tal como le ocurrió a Carlos Menem.

© NA

Contacto: @gabrielprofiti

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