sábado, 31 de mayo de 2014

Un economista con onda


Por Relato del Presente

Anda en moto como la mitad del país, toca la guitarra más o menos, como casi todos, le gusta la noche como a todos, y se apendeja a los cincuenta años, como todos. El factor diferenciador de Boudou es la calidad de sus gustos: no todos los días te cae en Villa Obrera un universitario rubio de ojos celestes montado a una Harley-Davidson para pedirte que lo votes.

A este payaso lo presentaron como el “economista con onda”. Porque lo que importa no es saber qué hacer, sino mandarse las cagadas con onda. Cuestión de perspectivas, a Cristina le gustó el camino tomado y así eligió a los sucesores del exministro: porque parecían jóvenes y con onda.

Sonriendo como adolescente en cabarulo con cuenta corriente, Boudou fue elegido a dedo y sin consenso del oficialismo. Así y todo, ya impuesto el paradigma de la mística militante televisiva tras la muerte del Estadista de la balanza billetera, Aimée fue aceptado, vitoreado y apoyado por el grueso de los que consideran que militar no es adherir desde la individualidad del pensamiento crítico, sino obedecer a la patrona sin miramientos.

Al votante raso rara vez le importa quién va de vicepresidente. Para que llame la atención, tiene que ser lo suficientemente impresentable como para opacar la imagen del candidato a Presidente. A los militantes, en cambio, les importa sólo en función del boludeo fantasioso: si él pudo, cualquiera puede.

Boudou es tan berreta que sólo podía ser producto del kirchnerismo. Un economista liberal, de militancia universitaria derechista, auténtico banana disco de la noche marplatense ochentosa que nunca en su puta vida pudo encarar un negocio sin fundirlo y que llegó a las esferas de poder a fuerza de cagar a sus padrinos, para pegar el salto final ofreciéndole al gobierno lo único que siempre les interesó: caja. En el caso de Amado, la consiguió reventando los ahorros jubilatorios de personas que eligieron seguir en el sistema de capitalización privada, casualmente, durante este mismo gobierno.

Cuando estalló el escándalo Ciccone, el vicepresidente ya hacía historia con los billetes de Evita, los primeros en contar con la firma de su fabricante. Pronto, los culpables del quilombo no serían ni Boudou, ni Cristina, ni Echegaray, ni el difunto expresidente, sino la prensa.

Pero el vice es tan barato que podría considerarse un kirchnerista de outlet, como D’Elía, de quien lo diferencia el lenguaje y la paleta de colores dérmica. Varios se quedaron boquiabiertos cuando lo escucharon hablar de mafias, esbirros y corporaciones. Muchos cayeron en la cuenta que el discurso era el mismo que el del resto del oficialismo, solo que a Boudou no le da ni para aplicarlo sin quedar como un pelotudo.

Esta mañana, Agustín Rossi volvió a utilizar el mismo argumento jeropa de siempre: Boudou soportó 300 tapas en contra. Víctor Hugo también culpó a la prensa opositora, porque la culpa no es de los impresentables que fabrican los mismos billetes que se chorearán -una técnica que debería ser patentada como otro gran invento de las pampas- sino de quienes lo señalan.

La idea resultaría psicopática paranoide, pero tan sólo es delirante: todos deberíamos quedarnos callados frente a un escándalo de una quiebra fraudulenta forzada por el Estado para la adquisición de particulares de una imprenta a la cual se la contrataría para la fabricación de papel moneda de curso legal. Y deberíamos quedarnos callados en función de no hacerle daño a El Modelo de concentración de riqueza con limosna social y base en matriz imprentera.

El concepto que nunca entendieron es el mismo de siempre: pueden decirnos en qué pensar, más nunca cómo pensarlo. Solo en cabezas limitadas puede entrar esta idea trasnochada de que a Boudou se lo cargan porque un Juez Federal, un Fiscal, tres camaristas, otros tantos de Casación y todos los testigos fueron hipnotizados por los periodistas para que todos se confabularan en contra de un payaso.

Hubo otro mamerto que levantó sospechas contra el Juez Lijo por utilizar la indagatoria de Boudou como aguja para pinchar el globo de la felicidad de ayer, en la que Cristina inauguró unos caños cloacales por cadena nacional y celebró que pagaremos en cash la deuda del Club de París.

Es el problema del fin de ciclo: que parece una fábrica recuperada. Lo que antes era una empresa a todo culo, quedó manejada por aquellos a los que no les dio el cuero para conseguirse un curro mejor. Deberían llamarse Kirchnerismo Recuperado por sus Monotributistas, o algún otro nombre por el estilo como para darle sentido a ese devenir permanente del aplauso bobo.

Dólar blue contra dólar oficial; artistas K vs. periodistas nafteros; diez por ciento más rico contra 10 por ciento más pobre. De todas las brechas que existen, la más interesante y menos estudiada es la de la imagen kirchnerista: lo que ellos creen que son y lo que en realidad demuestran.

Con plata sumaron a los más vivos, con discurso convencieron a los más boludos, y ambos pilares sostienen la revolución oral. Mientras tanto, Clarín sigue vivito y coleando, Papel Prensa quedó en el olvido, de los hijos de Ernestina nadie se acuerda -como era hasta antes de 2008-,  someten las estadísticas al FMI, lloran al presidente de Estados Unidos para que nos apoye frente a la Corte de su país, y arreglan la deuda de Aramburu con el Club de París con el único fin de conseguir financiamiento a tasas aceptables.

Si tuvieran huevos explicarían dónde estaba el amor recíproco de la Patria Grande cuando aceptaron el financiamiento venezolano al 15%, si los cipayos entes crediticios internacionales nos bancan al 3%, pero no son de dar explicaciones.

Transaron con los capitales internacionales, minaron el Poder Judicial de adeptos, contrataron a los socios, le dieron laburo a los amigos, manejaron a discreción los fondos coparticipables, construyeron viviendas, centraron la economía en el patrón de referencia internacional, se nutrieron de las exportaciones agropecuarias, utilizaron la asistencia social como parche para que no se notara que hacían agua, fueron dialoguistas con los amigos e implacables con los enemigos, disfrazaron de batallas épicas meros actos administrativos. Nada que no haya hecho, en mayor o menor medida, cualquier otro gobierno, y encima lo hicieron mal.

Son un gobierno mediocre, pasatista, improvisado, mersa y berreta. Si no fuera porque batieron la totalidad de récords olímpicos en todas las categorías de choreo, sólo quedaría eso: un rejunte de torpes voluntariosos que, bajo los disfraces de grandes próceres, pretenden disputar el podio de la historia -y la historia misma- sin haber hecho otra cosa que boquear y oficiar de policías ideológicos de propios y ajenos, y que no temen al ridículo, como lo demostró Orlando Barone cuando quiso correr por izquierda a Martín Caparrós en vivo.

Y si hubo un factor diferenciador para sobresalir del resto de la mediocridad, es el hecho de haber llevado adelante esta gestión pedorra con las mejores condiciones económicas internacionales, nacionales, climatológicas y hasta sobrenaturales, porque el ojete que han tenido para que la cantidad de muertos no fuera diez veces mayor, no lo ha tenido nadie en la historia.

Tuvieron hasta los sindicatos a favor, los dólares ingresaron de a miles de millones, China fue una lombriz solitaria de la soja, el petróleo se disparó a niveles pocas veces vistos y el oro batió récord internacional. Al campo se lo pusieron de culo, la política hidrocarburífera pasó de la exportación a la importación en solo un año de intervención de Moreno, y el oro se lo entregaron a las multinacionales, garantizándoles la represión a cuenta del Estado.

Y en eso también tienen culo. Porque si tomamos los índices de 2003 y los de 2014, el balance da mediocre, medio pelo, de piloto automático. Pero cuando uno ve la guita que entró y lo que se hizo con ella, no queda otra que decirles fracasados.

Se merecen pasear por tribunales del mismo modo que nosotros nos merecemos estar como estamos. Ellos por mersas, brutos e ignorantes hasta para el choreo -hay que hacer mérito en la idiotez para que una quiebra fraudulenta la manejen por expediente- y nosotros por votar como el orto, incluso los que nunca votamos al oficialismo.

Porque ha quedado claro también que, dentro de ese ojete único del kirchnerismo, también existió una oposición acorde al nivel de inoperancia supina que, por temor a perder votos de quienes jamás los votarían, han caído en todas y cada una de las trampas del kirchnerismo, sea por interés, sea por engaño o, sencillamente, por boludos.

Sólo así se explica que hayan votado y apoyado delirios nacionalistas y populistas como los que apoyaron. Y en esta no se pueden hacer los boludos: el que no votó por YPF, votó por Aerolíneas y el que no, lo hizo por la Universidad de la Madres. Y los pocos que no votaron por ninguna de estas, sí lo hicieron por esas medidas que utiliza como caballito de batalla el gobierno para pegarles. En once años vivieron llorando que el oficialismo los trataba de gorilas, cuando ustedes acompañaban medidas fundamentales. Once años llorando una y otra vez, de sesión en sesión.

Y hoy vienen marcando la diferencia entre los que formaron parte del gobierno, los que acompañaron tibia o activamente alguna de sus medidas, y los que del Gobierno sólo critican las formas y no las políticas, demostrando que no les molesta el kirchnerismo, sino los kirchneristas.

Boudou no nos salió caro, nos salió regalado en función de todo lo que pasó. Y en esa, tenemos culo todos.

 Viernes. “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”


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1 comments :

  1. es una gran verdad lo que escribes lo que pasa que no tienen conciencia ni memoria se dan vuelta en el aire todos no conocen la dignidad eso es para nosotros que la peleamos todos los dia

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