Por Federico González
(*)
El PJ renovó su cúpula dirigencial. En principio podría
señalarse que, con espíritu aperturista y afán de supervivencia, la nueva
conducción expresa una jugada inteligente que permite aglutinar a fuerzas
disímiles como el camporismo y el sciolismo, junto a caciques que resisten
saltar al massismo.
Aunque otra lectura indique que apenas se trata de una
estratagema del Gobierno para tomar aire, mientras lo encorsetan a Daniel
Scioli; lo cierto es que el PJ marca la voluntad de marchar en alguna
dirección. Dado que el carácter final de la misma será una síntesis entre el
deseo de los dirigentes y el de los votantes, aquí se proponen dos tesis
extremas para bosquejar sus posibilidades.
Síntesis superadora. Conforme a ésta, la jugada del PJ puede
encuadrarse como el momento virtuoso dentro de ese ciclo tan caro al peronismo
consistente en dividirse para multiplicarse y volver a unirse. Fiel a su
tradición, emergería así un “peronismo civilizado” que podría aprovechar las
PASO para ungir un nuevo conductor fortalecido que surgiría democráticamente
entre –parafraseando a Jorge Asís– “siete samuráis” (Scioli, Randazzo, etc.).
Entonces se aplicaría aquello de que “el que gana conduce y el que pierde
acompaña”, se firmaría la pipa de la paz y “¡aquí no ha pasado nada,
compañeros!”. Conforme a esta visión edulcorada, la opinión pública recibiría
con beneplácito a un peronismo unificado que se presenta como el exclusivo
garante de la gobernabilidad y como el único capaz de mantener las banderas de
la justicia social. Asimismo, tanto virtuosismo acabaría por deschavar a los
traidores encabezados por Sergio Massa, agazapados tras el eufemismo de la
renovación. El mensaje a la sociedad sería contundente: ¿para qué votar a falsos
renovadores cuando la auténtica renovación ya la hemos hecho puertas adentro y
fue elegida democráticamente?
Aquelarre para la derrota. Lamentablemente para los
“muchachos”, tanto candor angelical choca de bruces contra la realidad cuando
se advierte que en ese formidable tren hacia la victoria, junto a “civilizados”
como Scioli y Urtubey, viajan antiguas “celebrities” como Insfrán y Aníbal
Fernández!” y “revolucionarios noveles” como De Pedro y Ottavis. ¿No será
demasiado?
Así, no resulta descabellado suponer que esa nueva versión
de “unidos por el espanto” a lo único que puede conducir es a una derrota
anunciada. Porque, paradójicamente quienes más se beneficiarían de este nuevo
engendro serían UNEN, el FR y el PRO. En primer lugar, un “rejunte” así parece
a medida de las punzantes diatribas de Lilita Carrió, quien se hará un picnic
de verborragia efectista. Pero, también fortalecerá a Sergio Massa, porque ante
tanta “pureza pejotista”, su posicionamiento de “peronista renovador” resultará
ahora más creíble. Finalmente, beneficiará a Mauricio Macri, quien podrá
reclamar para sí ser la única alternativa no peronista con probada capacidad de
gestión.
Valoración final. Para bien o para mal el PJ ha encaminado
un rumbo. Quizás la decisión resultó ser más fruto de la necesidad que de la
convicción: tal vez no había otra alternativa. Las dos tesis enunciadas
representan apenas los extremos de un espectro. Aunque sea prematuro decidirse
a favor de alguna, quien escribe, se inclina más por la segunda: si tuviera que
jugar, apostaría a que el PJ pretendió un pasaje a la Casa Rosada; pero el
boleto ya marcaba el destino del cementerio.
(*) Director de González Valladares Consultores.
0 comments :
Publicar un comentario