Por Relato del Presente
Cuando un día cualquiera de un invierno al azar Patricia me
pidió que fuera a su casa, no imaginé con lo que me encontraría. Luego de
caminar las ocho cuadras que me separaban de su ahora exhogar y, mientras la
rubia me preparaba un cortado con dos de azúcar, no podía dejar de relojear que
arriba de la mesa había un disco compacto grabado como todo elemento. Después
de charlar de varias cosas que -hoy- no vienen al caso, me entregó el disco
para luego encomendarme que lo escuchara cuando estuviera tranquilo.
Como buen boludo, tardé semanas en escucharlo. Si Pato me
hubiera dicho “mirá que es una bomba”, o “es la fórmula de la Coca-Cola”,
quizás hubiera corrido esas ocho cuadras de vuelta a casa para escucharlo. Pero
yo tenía la cabeza en otras cosas de índole judicial -que no tiene nada que ver
con usted, Doc- y colgué. Una noche con la mala combinación que brinda el
insomnio y un servicio de internet caído, puse el disco. Quedé helado. No por
el dato, ni por quién lo decía, dado que era algo que ya se sabía y estaba
probado, sino por esa mágica teletransportación que genera un audio viejo.
Fueron varios los motivos para no dar a conocer el audio de
una, pero entre ellos se destaca el querer y no querer. O sea, querer dar una
primicia y, al mismo tiempo, no querer seguir alimentando el eterno juego de
vivir en el pasado. También se sumaba la cuestión de autoridad moral: no me
sentía a la altura como para tirar eso, así como si nada.
Por ello, el audio fue a parar a mi mini museo de mitología
peronista, junto al chaleco verde de camioneros, un mate del Momo, un escudo en
metal esmerilado de la UOM, un cuadro de Perón firmado, los audios con las
conferencias del General en la CGT que me regaló Oraldo Brito, libros varios,
fotos impublicables.
Decía que no era tan grande la primicia, al menos en cuanto
a dato crudo. Si bien cambiaba el personaje comunicador -y vaya qué personaje-
no alteraba la óptica del pasado para nadie. O sea, por más que Firmenich,
Perdía y Gullo se hicieran los recontrapelotudos, el asesinato de Rucci llevaba
la firma de Montoneros y así fue probado. Quizá, si hubiera aparecido algún otro
personaje diciendo saber quién mato a Mugica, la historia habría sido distinta.
Pero sí, escuchar cómo Carlos Mugica
Echagüe boludea a los montos y afirma que fueron los responsables del asesinato
de Rucci, moviliza.
La semana pasada, Cristina quiso homenajear al Padre Mugica
con toda la parafernalia de lugares comunes que se podía esperar: llamó al cura
por su nombre completo pero obvió el segundo y paquetón apellido, habló del
Evangelio, saludó a tres pobres y aseguró que Mugica dio su vida por amor. Uno
creería que en realidad entregó su vida porque lo cagaron a tiros, pero no
vamos a contradecir a la Jean Austen del Calafate.
Entregada definitivamente al misticismo, habló de los
fariseos, de la pasión de Cristo y, de cara a la Villa, la multimillonaria
estatal recordó que Poncio Pilatos se lavó la manos como algunos se lavan las
manos frente a los problemas de los pobres. En otro momento, el documento de la
Iglesia lo habría usado para hacer avioncitos, pero desde que se convirtió en
chupacirios papista, no le quedó otra que decir algo: “Estoy absolutamente
convencida de que en esa lucha por que los pobres tengan una vida más digna,
agua, vivienda, tierra, cloacas, trabajo, derechos estoy haciendo el verdadero
homenaje que Carlos Sergio Francisco Mugica”.
A pesar de que el patrimonio declarado de la Presi -el que está en blanco- alcanza para darle
1.205 pesos a cada uno de los habitantes de la 31, Cristina consideró que el
mejor homenaje al sacerdote consistía en colocar una imagen de su cara mirando
a la villa en la que más laburó, una que duplicó su tamaño en los últimos diez
años, y que se levanta frente a los ojos de la sermonera ricachona como lo que
es: un insulto a los conceptos de igualdad y distribución de la riqueza.
En el medio, la Presi afirmó que la Argentina actual no es
violenta, sino que la verdadera violencia era la que le daba tanto miedo en los
’70 que la obligó a partir al exilio interno y a sobrevivir con las changuitas
de la expropiación de viviendas. Podría afirmar que el argumento es un tanto
conformista, ligero de sustentos o carente de contextos si no fuera que es,
sencillamente, un argumento idiota.
Sostener que la violencia de hoy no es violencia en
comparación con la de los ´70 tiene tanto contenido como que los militares y
subversivos aseguraran que no eran sanguinarios, porque en la época de la
Confederación se masacraban por millares y, si eras afortunado, te dejaban la
cabeza de tu hermano colgada en la puerta de casa para que supieras cuál fue la
suerte que corrió.
Que ya no existan grupos subversivos ni militares con los
cubiertos en los bolsillos esperando el momento ideal, no quiere decir que no
haya violencia, ni que no tenga nada que ver con la política. La política,
entendida básicamente como la forma que adoptan los integrantes de una sociedad
para resolver los problemas de la convivencia en comunidad, aun es violenta. Un
pibe que sale de caño a ultimar a un laburante que a duras penas llega a fin de
mes, está resolviendo su problema de vivir en esta sociedad de mierda con las
herramientas que tiene a su alcance y la cosmovisión que mamó.
Y también, que hayan desaparecido las agrupaciones FAR, ERP,
Montoneros o FAP -no las de Binner, sino las Fuerzas Armadas Peronistas de
Cacho El Kadri, que hasta tenían un sacerdote que se cagaba a tiros con la
cana- no quiere decir que no haya pibes sacados, sedientos de modificar su
realidad por medio de la violencia. Y ni siquiera puedo decir que les falta
organicidad o ambición por el poder, dado que tan mal no les sale, sólo que no
pretenden manejar el país: el mundo es el dominio al que llega la vista de sus
ojos y el establishment a enfrentar es cualquiera que tenga algún objeto de
deseo o algo canjeable.
Y aquí viene el problema de siempre. En lo particular, no me
gusta revolver el pasado del país. A duras penas puedo con el pasado de mi
propia vida como para ponerme a pelotudear en cómo sería el país si hubieran
ganado unos, si hubieran ganado otros, si Perón no se hubiera muerto, si Balbín
hubiera sido el vicepresidente, si mi ex fuera macanuda, si mi viejo no me
hubiera llevado a la Bombonera desde los cuatro años, si mis abuelos se hubieran
quedado en Italia y Francia, o si Abbondanzieri no se hubiera lesionado frente
a Alemania en 2006.
Me da la sensación de que es energía gastada al pedo, una
forma aburrida, monótona y carísima de distraer la atención en temas en los que
nunca nos vamos a poner de acuerdo, y transpolar una realidad extinta para
darle validez a una vigente, para darle entidad a las críticas recibidas en un
enfrentamiento que, hasta no hace mucho tiempo, estaba en los libros de
historia.
Durante años, el Padre Mugica fue el ídolo de los burgueses
con culpa de clase que se devoraban sus prédicas tercermundistas. Niños
aburridos de sus vidas acomodadas que se sumaron a una lucha que nadie les
pidió, pero que creyeron justa. Está claro que Mugica no era un miembro del
Opus Dei, pero el retorno de la democracia lo llevó a plantear lo que muchos:
si el objetivo era resolver los problemas mediante el gobierno del pueblo, el
primer paso estaba dado. Trabajaba y defendía las políticas de acción social
del gobierno -sí, las del ministro López Rega- y tenía libre acceso a los
despachos del ministerio.
Opción A. Un día, al gobierno le pintó erradicar la Villa 31
y crear un complejo de edificios de viviendas en Ciudadela. El Movimiento
Villero Peronista se opuso. La sola idea de asomarse a las ventanas de los
semipisos en Avenida Libertador y no tener el paisaje decorado por su amada
villa miseria era difícil de dimensionar. Se opusieron a la idea porque
entendieron que el amor a los pobres consiste en conservarlos así, pobres.
Mugica los trató de burgueses. Lo carnearon.
Opción B. Un día, al gobierno le pintó erradicar la Villa 31
y crear un complejo de edificios de viviendas en Ciudadela. El Movimiento
Villero Peronista se opuso porque el ministro López Rega quería licitar la
construcción, cuando los villeros podían hacerlo mediante cooperativas, aunque
no tuvieran un puto ingeniero entre ellos. O sea, manejar la caja en nombre de
los pobres y después se verá qué pinta. Mugica renuncia al ministerio de
Bienestar, López Rega lo manda a matar.
Rodolfo Ortega Peña -el que llegó a diputado por el Frejuli
y luego acusó a Perón de represor- y Eduardo Luis Duhalde -fallecido secretario
de Derechos Humanos de Néstor- dirigían la revista Militancia, una especie de
678 no oficialista de celulosa en el que los intelectuales se hacían la paja
puteando a los que no pensaban como ellos. Cada tanto, algún “gorila” aparecía
en la sección “La cárcel del pueblo”. El sólo hecho de aparecer ahí era el
preludio de algo inevitable. Los días y semanas posteriores al escrache, sólo
consistían en la crónica de una muerte anunciada. A Mugica le tocó salir en la
Cárcel del Pueblo, porque la sana costumbre de tratar de gorila traidor al que,
mientras coincidía en pensamiento, era el líder espiritual de la izquierda,
tampoco es un invento del siglo XXI.
Básica y literalmente, lo acusaron de lopezrreguista y lo
condenaron por “negar el aporte de una juventud que riega con su sangre el
suelo de esta Patria”. En ese texto, los muchachos aclaran que lo que más les
jodió fue que Mugica le pidiera a la juventud “que renuncie a buscar la
revolución en los libros, con el peligro de morirse de un error de imprenta, y
ascienda al pueblo asumiendo sus problemas reales”. Cabe destacar que todas
estas acusaciones contra Mugica fueron hechas mientras el país era gobernado
por un Presidente democrático que ganó las elecciones con el 61% de los votos.
Según Verbitsky, a Mugica lo mataron los de la Triple A y
esto lo sabe porque se lo contó un amigo del sacerdote. Según Cafiero, a Mugica
lo mataron los Montos y esto lo sabe porque se lo avisó el propio padre Mujgca,
cuando le dijo que andaba con mucho miedo porque sabía que los montos lo iban a
matar. El Tony lo juró por Dios. Verbitsky no juró, pero tampoco es religioso.
A mí me resbala como ítem debatible: mientras discutimos por
muertos que no van a volver a vivir y que cayeron en desgracia hace 40 años,
nos pasan por arriba con los millones que caen en desgracia en la actualidad,
los muertos de verdad y los muertos en vida, los que no tienen una puta
esperanza porque nacieron pobres y morirán pobres en un país que es diez mil
veces peor que el que les resultaba inviable a los jóvenes burgueses con culpa
de clase y doble apellido.
Es lo mismo por lo que no me prendo en si los muertos fueron
treinta mil, ocho mil o dos, en si los Montos izquierdistas y anticlericales
fueron una derivación lógica de los Tupamaros ultranacionalistas y católicos o
si fueron un invento de la interna del Ejército, en si a Aramburu lo mataron
los Montos o se les murió en el casino de oficiales, en si Perón era de Racing,
de Boca o le chupaba un huevo el futbol, o en si la mejor Coupé Torino era la
380W o la ZX.
Y no me prendo porque está más que claro que a la ZX no hay
con qué darle. O sea, es lo que yo creo y no hay nada que vaya a modificar mis
parámetros mentales si no lo permito. Y no es por una cuestión de edad, sino
por otro tema relacionado a la cronología: tanto tiempo pasado me bloquea las
ganas de interiorizarme por algo que pasó hace mil años y que dejó de
interesarme porque debo depositar mis energías en resolver mis problemas del
día a día y de cara al futuro. Lo mismo te pasa a vos, a mi vecino, a tu jefe,
a mi hermano y a tus amigos: creamos zonas de seguridad mental de las que no
queremos salir, o porque nos da miedo, o, sencillamente, porque no tenemos
ganas.
Pero también me resbala porque la consistencia de las
pruebas para afirmar que a Mujica lo mataron los Montos son las mismas que las
que existen para sostener que lo mataron los de la Triple A y, sin embargo, los
únicos que están presos son un grupo de señores de 80 años que nunca portaron,
siquiera, un arma, y cuyos únicos antecedentes son haber sido funcionarios de
Perón. O sea ¿Para qué discutir si el resultado del juicio no se basa en las
pruebas si no en las creencias?
En cambio, es más entretenido ver a la militancia aplaudir
que la Asignación Universal por Hijo aumentó un 40%, después de perder un 40%
interanual de poder adquisitivo, o verla a Cristina homenajear a Mugica
mientras putea a la Iglesia a la cual le tiene que dar bola desde que se
declaró devota del Papa Francisco. Y eso sí que es divertido.
Viernes. Avísenle a Cristina que hoy es San Luis Orione, Don
Orione para los amigos, y que el calendario litúrgico pastoral 2014 recomienda
la lectura del libro de los Hechos 13, 26-33 y del evangelio según San Juan 14,
1-6. También tiene la posibilidad de ir a visitar las obras del Don y dejar
alguna donación del patrimonio que le pagamos todos o, sencillamente, mantener
la costumbre y rascarse el higo hasta pasado el mediodía.
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