Por Ana Gerschenson |
Eduardo Duhalde y Cristina Kirchner son, hasta el momento,
los únicos dos presidentes argentinos que no fueron recibidos por la Casa
Blanca durante sus mandatos, desde el restablecimiento de la democracia en
1983. Duhalde había tenido vínculos ásperos con Estados Unidos desde sus épocas
como gobernador bonaerense, y la Presidente se encargó de mantener las
tensiones discursivas con Washington como marca progresista de su gestión.
Sin embargo, muy distinta ha sido la actitud de los
mandatarios identificados con la centro izquierda de la región en la última
década. De hecho, esta semana José Pepe Mujica viajó a Washington y fue alabado por su colega norteamericano
Barack Obama. Michelle Bachelet, en tanto, a dos meses de asumir su segundo
mandato, ya tiene en agenda su segunda cita con Obama para el próximo 30 de
junio.
Mujica tiene credibilidad en el mundo y es un líder a lo
largo de todo el hemisferio, dijo Obama sobre Pepe, en el Salón Oval. Pepe no es un dirigente precisamente de centro
derecha. No sólo pertenece al sector de
izquierda del Frente Amplio, sino que sufrió 11
años de cárcel
por su participación en el movimiento guerrillero
Tupamaros, durante la dictadura militar uruguaya. Ese hombre esta semana estuvo
sentado frente a Obama, haciendo bromas sobre la cantidad de canas que tiene el
estadounidense, y hasta con aclaraciones pragmáticas: No aflojé nada con el imperialismo, estoy tratando de vender unos kilos
más de carne.
La chilena Michelle Bachelet asumió su segundo mandato el 11
de marzo último, y a principios de mayo Estados Unidos oficializó la que será
la segunda visita de la Presidente a Washington. Chile ha tenido históricamente
relaciones fluidas con la Casa Blanca. Incluso para una mandataria identificada
con la centroizquierda, que no percibe como una concesión ideológica la
cercanía de su país con el Gobierno estadounidense.
Lo mismo sucede con la brasileña Dilma Rousseff, quien ha
tenido rispideces con Obama, episodios fuertes que siempre se mantuvieron
dentro del juego diplomático. Dilma también participó de grupos izquierdistas
en las épocas oscuras de la dictadura brasileña. Y, como militante estudiantil,
fue torturada y encarcelada durante tres años.
Es sabido que Brasil pretende erigirse como potencia mundial
en la arena internacional, más allá de América del Sur. Y este ha sido el
objetivo de Rousseff desde que heredó el mando de la mano de Lula Da Silva, más
preocupado por el liderazgo regional de su país.
En ese contexto es que viajó a la Casa Blanca en 2012
invitada por Obama, aunque rechazó el segundo convite del norteamericano el año
pasado, en protesta por las develaciones sobre el deliberado espionaje que
llevó adelante Estados Unidos sobre diferentes gobiernos.
El caso de Cristina Kirchner es diferente al de todos.
Comenzó con el episodio nunca aclarado sobre una valija con u$s 800.000 que
fueron ingresados sin declarar por el venezolano Guido Antonini Wilson y que
supuestamente iban a financiar su campaña presidencial. La Presidente vio en el
escándalo la mano negra de Washington y presentó una queja diplomática formal
ante el Departamento de Estado, debido a que la causa avanzó en los tribunales
norteamericanos.
En el aniversario del primer mandato de Obama, Cristina
expresó su decepción pública por el tono de la gestión del mandatario
demócrata, y terminó de consolidar los desencuentros en 2011 con el decomiso
del avión militar estadounidense que aterrizó para participar de acciones conjuntas
con el Ejército argentino, y que fue abordado por el propio canciller Héctor
Timerman bajo la acusación de contrabando de armamento militar.
El cóctel diplomático se completa con la alianza personal y
política que la Argentina kirchnerista selló con Hugo Chávez desde el 2003. Y
que incluyó la admitida burla pública de Néstor Kirchner y el venezolano cuando
el ex presidente George Bush vino a la Cumbre de las Américas en Mar del Plata.
Lo cierto es que los años pasaron y aunque lo intentó con
persistencia, a Cristina no le llegó la invitación tan deseada para visitar la
Casa Blanca, como sí lo había hecho su marido presidente apenas asumió en 2003.
¿Por qué el rechazo? El ex embajador en Estados Unidos,
Eduardo Amadeo, lo explica así: La Argentina no es un país confiable para los
Estados Unidos y el temor es que la visita pueda terminar de manera abrupta,
porque para Cristina la diplomacia es una herramienta de la política interna.
Ya en el último tramo de su mandato, la Presidente decidió camporizar la relación bilateral. Removió al ex embajador Jorge Argüello
-de impronta dialoguista- y designó a Cecilia Nahón como embajadora en Estados
Unidos, encargada básicamente de llevar un discurso explicativo de "la
década ganada" frente al gobierno de Obama.
Esta semana, incluso, en la conferencia conjunta que brindó
junto a la primera mandataria chilena, Cristina responsabilizó a los Estados
Unidos por el crecimiento del narcotráfico de la región y deslindó así la
responsabilidad de su gobierno en la cuestión. Chisporroteos, tensiones,
frialdad diplomática y una invitación soñada al centro del mundo que, como
Duhalde, Cristina espera, pero no llega.
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