Por Gabriel Profiti |
Fin de ciclo político y economía en apuros fertilizan el
terreno para que la oposición plantee nuevamente -al igual que en el ocaso del
gobierno de Carlos Menem- la lucha contra la corrupción como bandera en la
campaña electoral de 2015.
El plan tendrá títulos rimbombantes como Conadep de la
Corrupción o "Mani pulite" argentino, pero al cabo será una apuesta
del antikirchnerismo en esta transición. Si quedará como mero recurso electoral
o se impondrá como política de Estado será luego decisión de los actores.
El esbozo recibió un fuerte impulso el último viernes cuando
la Conferencia Episcopal Argentina, con guiño papal, difundió el documento
"Felices los que trabajan por la paz" en el que definió a la
corrupción como "cáncer social", además de advertir que la Argentina
está "enferma de violencia".
En ese marco, hay planes hacia adelante y hacia atrás. Los
presidenciables del Frente Unen Ernesto Sanz, Julio Cobos y Elisa Carrió
coincidieron en promover una Conadep para la investigación de hechos de
corrupción durante el kirchnerismo.
Cobos propone además la firma de un compromiso por parte de
todos los candidatos para avanzar en políticas de transparencia como la
imprescriptibilidad de delitos de corrupción, la aprobación de una Ley de
Acceso a la Información Pública o embargos contra funcionarios corruptos, entre
otros.
Por su parte, la diputada macrista Laura Alonso reflotó un
proyecto del año pasado de su autoría -acompañado por firmantes de todo el arco
opositor- para la creación de una Comisión Bicameral de investigación de actos
de corrupción.
"La semana próxima voy a hablar con Gabriela Michetti y
con otros diputados como Margarita Stolbizer para tener una reunión de trabajo
sobre este tema y avanzar", adelantó Alonso.
La diputada, quien discrepó con la etiqueta de Conadep de la
Corrupción porque -dijo- sería banalizar la investigación contra delitos de
lesa humanidad en la dictadura, propone que la comisión sea integrada por
legisladores, pero también por actores de la sociedad civil, la Auditoría
General de la Nación, la Defensoría del Pueblo y la Iglesia, entre otros.
Graciela Ocaña, actual legisladora porteña, también se
mostró interesada en conformar un grupo investigador, pero pidió hacer énfasis
en "recuperar el patrimonio robado porque en la Argentina, a diferencia de
otros países, nadie devuelve lo que se robó".
No está claro si Sergio Massa asumirá la lucha contra la
corrupción como otro de los ejes de campaña del Frente Renovador, pero puede
acorazarse en la figura del exARI, Adrián Pérez, histórico militante de la
transparencia.
Pérez acaba de promover junto a Alonso y otros diputados del
frente panradical una reunión con una red de ONGs para avanzar en la
transparencia de los gastos asignados por cada legislador.
Política de Estado o
cortina
Así las cosas, la corrupción se incrustará como eje orgánico
del discurso opositor en los próximos meses junto a las principales
preocupaciones de la sociedad que son la inseguridad, la inflación y, cada vez
más, el desempleo.
En la Argentina, una ola anticorrupción surgió sobre el final
del gobierno de Carlos Menem. Si bien el expresidente y muchos de sus
funcionarios todavía hoy deben desfilar por tribunales, quienes estaban en
condiciones de mostrar que había una forma distinta de hacer política también
terminaron enchastrados en escándalos. De hecho, el Gobierno de la Alianza
comenzó a resquebrajarse con la denuncia sobre sobornos en el Senado.
En Italia, el derrotero fue más amplio pero el final fue
similar. El proceso conocido como Mani Pulite fue una revolución que quiso
terminar con la corrupción sistemática y estructural como forma de desarrollo
de la política en la península.
Sin embargo no fue una operación multisectorial sino una
investigación judicial. Por aquella pesquisa iniciada en 1992, el fiscal
Antonio Di Pietro investigó a 3.100 personas entre presidentes, ministros,
legisladores, funcionarios y empresarios.
La mayoría fue condenada y se quebró el sistema tradicional
de partidos. Pero luego apareció Silvio Berlusconi y la corrupción volvió a
florecer porque tanto en Italia como en la Argentina se trata de un problema
cultural, que requiere de un trabajo continuo y sistemático, no de un soplo
electoral.
El PJ se reordena
El mismo día que la Iglesia hizo sus advertencias sobre la
situación del país, el PJ selló su nueva conducción con un organigrama
salomónico en el que todos los presidenciables fueron encumbrados como
vicepresidentes honorarios.
El nuevo PJ presidido por Eduardo Fellner dejó de ser
meramente kirchnerista, pero fracasó en su intento de recuperar a hijos
pródigos como el gobernador cordobés José Manuel de la Sota y los senadores,
Adolfo Rodríguez Saá (San Luis) o Juan Carlos Romero (Salta). Todos ellos son
potenciales aliados de Massa.
Fue Cristina Kirchner quien decidió limitar el radio de
acción de los operadores partidarios para aquella repatriación. De hecho,
rechazó el pedido de De la Sota para que se saldaran las deudas que reclama y
además le negó la posibilidad de refinanciar pasivos con la Nación por tener
juicios con el Estado nacional.
La Presidenta se está yendo pero todavía reparte los naipes.
Busca retener al peronismo bajo cierto control y mantenerse como referencia
para después de 2015. Así como hace unos meses encumbró a un radical en la vicepresidencia
provisional de Senado (Gerardo Zamora), ahora le sube el precio cada vez que
puede a Mauricio Macri en detrimento de Massa. Sucede que en un escenario de
varios candidatos fuertes, su núcleo duro de votantes cobra mayor dimensión.
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