La economía y la
corrupción hieren a la gente. Fracasos, peleas y contradicciones. Fin de ciclo.
Por Alfredo Leuco |
Algunos hasta imaginan los carteles de 2015: “Cristinismo:
liquidación por fin de temporada”. Después de 11 años en el poder, la ausencia
de herencia política abre fisuras, acelera huidas y potencia contradicciones.
El modelo K entró en descomposición. Sus aprietes patoteros ya no asustan. Sus
trucos mágicos no sacan ni un pingüino de la galera. Y la economía y la
Justicia independiente producen malas noticias.
La malversación de las
estadísticas públicas a punta de pistola que perpetró Guillermo Moreno (hoy
exiliado lejos del cariño de Cristina) destruyó la credibilidad. Y no hay
parches exigidos por el FMI que puedan parar la sangría.
Se podría hacer una larga lista de fracasos. Pero con un par
de botones alcanza. Si hoy se recurre a las planillas del IndeK (con K de
Kicillof), se encuentra con que en Chaco no hay desocupación. La gente no migra
hacia la tierra prometida del Coqui porque sabe que es una mentira grande como
la provincia. Para comprobarlo alcanza con salir del centro de Resistencia para
ver desempleo y miseria. Ni hablar del interior profundo.
El padre del modelo virtuoso hasta 2007, Roberto Lavagna,
fue categórico: “La desocupación está en el 11%, camino al 12%, es decir el
doble de lo que informa el Indec. El Rodrigazo ya está entre nosotros. Porque
logró su principal objetivo, que es bajar salarios de los trabajadores”.
También dijo que la impericia de Cristina y de Axel hizo que la devaluación se
derritiera y que estemos como cuando llegamos de España, cabalgando la
estanflación.
Tamara Seiffer, investigadora del Conicet, aporta datos
duros para demostrar que los salarios de hoy son 10% más bajos que en los
satanizados 90. Habrá paro de colectiveros y de bancarios. Los mecánicos están
que vuelan por las suspensiones y la falta de producción automotriz, y porque
su gremio ni siquiera levanta la voz. Cuando Cristina les dice a los
gremialistas que los trenes no son de ellos, dice una gran verdad. Pero cuando
les moja la oreja asegurando que no les hacen paro a las patronales privadas,
se equivoca. La conflictividad sindical va a ir creciendo y ya debería poner
paños fríos en lugar de disfrazarse de clasista y combativa.
En el plano de las protestas sociales, el nivel de
confrontación dentro del cristinismo es asombroso. Sergio Berni dijo que el que
corta las calles es un delincuente con el que no se puede negociar. Aseguró que
está cansado de correr piqueteros todas las mañanas y se enojó con la Justicia
que no les aplica todo el peso de la ley. Dichos que en boca de Mauricio Macri
hubieran generado acusaciones de represor y de fascista por parte de los
camporistas. Pero, simultáneamente, el bloque de diputados K, con Diana Conti a
la vanguardia, propone una amnistía para todos los luchadores sociales que
están detenidos o procesados. ¿Cuál es la posición de Cristina? Berni se queja
de la Justicia, pero sus diputados quieren liberar a los que la Justicia
castigó. El doble mensaje es brutal.
Hubo tiroteo (simbólico) entre dos guerreros implacables.
Horacio Verbitsky acusó al general César Milani de atrincherarse en la
obediencia debida, y el militar manchado, con serias acusaciones de violaciones
a los derechos humanos y enriquecimiento ilícito, apuntó sus cañones contra el
CELS. ¿Qué les pasó? ¿Ya no los une más el amor a Nilda Garré? Ahora sienten
espanto por los pases de factura que se vienen y por la actuación de la
Justicia.
Es que entre la intelectualidad y el ala cultural del
cristinismo ya son varias las críticas tardías, muchas de las cuales se hacen a
media voz conspirativa. A Milani no lo traga nadie, pero salvo Verbitsky, el
resto calla y otorga. Encima tiene el respaldo de Hebe de Bonafini, quien está
a punto de volver a manchar los pañuelos con dinero sucio que desapareció de
sus arcas y que tendremos que pagar todos los argentinos con la estatización de
la Universidad de las Madres y con el enriquecimiento de los hermanos
Schoklender y compañía.
Sin embargo, el ladriprogresismo que baja las banderas no
dice una palabra de esto, ni de la inminente aplicación de la ley
antiterrorista contra un periodista que mostró un video de una represión en el
feudo K de Santiago del Estero. ¿Les piden sobreactuar? En un gobierno futuro,
les pueden aplicar a ellos esas leyes. Si eso llegara a ocurrir, nos
encontrarán en la protesta a todos los argentinos democráticos.
Es el mismo silencio cómplice y repugnante que guardan ante
el robo descarado de los dineros públicos que tanto perjudica a los más pobres.
Alguna vez sus conciencias se lo reprocharán. Se quedaron mudos frente a la
matriz corrupta que instalaron. “Roba pero hace”, se lavaban las manos los
menemistas. “Roban pero son progres”, justifican tácitamente los cristinistas.
Algunos, los más fanáticos y frágiles ideológicamente, son
capaces de inmolarse defendiendo incluso a Amado Boudou. El multimedio Gvirtz
lo hizo desde todas sus pantallas subsidiadas. Y Víctor Hugo, desde la embajada
en Londres, adonde fue a dar una charla invitado por la embajadora Alicia
Castro, previo paso por París. Aimé debería estar preso, al menos por el delito
que cometió junto a Gildo Insfrán y Alejandro Vandenbroele: le robaron $ 7
millones a Formosa, una de las provincias donde hay más exclusión social.
Vomitivo. Y eso que falta hablar de Jaime, Lázaro Báez y tantos militantes del
enriquecimiento veloz y sus sociedades con Néstor y Cristina.
Esta ebullición sin destino electoral se expresó en el
último encuentro de Carta Abierta. Algunos, como en los 70, le quisieron
enseñar peronismo a Perón, ahora le quieren explicar a Cristina qué candidato
no le conviene bendecir para 2015. Humillan a Daniel Scioli diciendo que no le
creen ni los Diez Mandamientos y no se dan cuenta de que se humillan a sí
mismos y a Néstor y Cristina, quienes fueron acompañados por Scioli como
vicepresidente y dos veces gobernador.
También se hablan encima: seguramente habrán convencido a
más de uno para votar a Scioli. Son tan dogmáticos y sectarios que su rechazo
es una buena noticia para Scioli.
Arranca la etapa de la descomposición. Algo huele a podrido,
y no estamos en Dinamarca.
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