[«No hay nada más disolvente que la impunidad»,
dijo]
Por Martín Risso Patrón |
Una «guía federal de convivencia democrática»
El ministro de Educación de la República Alberto
Sileoni [62], el mismo que en julio de 2012 sostuvo públicamente que
la acción de alumnos que llevó a las tomas de los colegios secundarios en BA «...es
un triunfo de la democracia, de la educación. Lo primero que me sale es
celebrarlo...», anuncia hoy la distribución de una Guía de
convivencia democrática para la intervención educativa en situaciones complejas
relacionadas con la vida escolar [sic] para ser enseñada en las
escuelas de todo el país.
Una especie de catecismo del comportamiento de
alumnos para ser buenos y no desfigurar o matar a propios y extraños,
pares, profesores y profesoras, etcétera, y también consejos para los docentes
de cómo hacer para que un/a jovencito/a no dispare su revólver, pistola o
tumbera.
A ver si nos entendemos: La anarquía institucional
desatada en los colegios, cuyo paradigma [que motivara por cierto su brillante aseveración] fue
la ocupación por la fuerza del Nacional BA con los destrozos
vandálicos propinados por los alumnos al templo católico de san Ignacio,
históricamente comunicado con el cole por unos túneles coloniales, será
conjurada por un acto de voluntad del ministro y sus equipos, plasmado en la ratificación
del vínculo asimétrico entre docentes y alumnos, en la escuela, «...que
no se gobierna por una asamblea de docentes y alumnos [y] es gobernada por los
adultos...».
Buena iniciativa, buena...
...pero ineludiblemente vinculada con ese andar a
la deriva que significa toda improvisación cuando está fuera de un marco
político sólido y coherente, en este caso, educativo. Porque si un ministro, en
un momento pondera la anarquía institucional y los delitos consecuentes [tales
los hechos del NBA] como triunfo de la democracia y de la Educación,
y al año nomás, superado por la ciega realidad que sigue su curso,
define las relaciones humanas escolares como tienen que ser: asimétricas, con
autoridad expresa, con actores adultos y adolescentes o niños, entonces hay
algo que no cierra.
Además, si a los disvalores solamente se
los achaca a la familia, como sostiene el mismo ministro educativo al
afirmar que los chicos los arrastran hacia la escuela desde sus ámbitos
familiares, la violencia puede terminar haciendo befa de la Guía, la escuela, y
el mismo sistema republicano: "Con la Guía solamente no alcanza,
hace falta una militancia contra la violencia. La escuela todos los días tiene
que deconstruir muchos disvalores que vienen desde las casas. Las familias
también deben acompañar", fueron sus palabras.
En la presentación de la Guía el 15 de este
mes de mayo, de la que están saliendo del horno unos 200 mil ejemplares [más o
menos 48 mil escuelas del país tendrán en estos días las suyas], el ministro de
Educación Sileoni, entre otras cosas, manifestó que «...la escuela debe
ayudar a que los jóvenes elijan la legalidad. No hay nada peor, más
disolvente que la impunidad. Por lo tanto, los alumnos, como sujetos de
derecho, deben asumir responsabilidades». Vamos entonces a preguntarles a
Boudou, a Schiavi, a Báez, a la luz de la atroz persecución que se hace de
Campagnoli, fiscal que investigara en su momento al concejal de la ciudad de BA
José Manuel Pico [condenado en 2001 a 14 años de prisión por enriquecimiento
ilícito], a Oyarbide, por el delito de amenazas, posteriormente absuelto,
al intendente porteño Carlos Grosso por corrupción, condenado; entre
otros casos]; o la separación del juez Bonadío de la causa por la que ordenó el
procesamiento de Guillermo Moreno; o al sistemático bingo que siempre elige
ganador a Oyarbide en los sorteos de las variadas causas abiertas contra
personajes del gobierno nacional; o a la despótica fiscal general de la Nación,
jefa de todos los fiscales, Alejandra Magdalena Gils Carbó [55], promotora
de estas persecuciones y bingos...para cuándo las responsabilidades de tanto
funcionario judicializado. Ellos tendrían una respuesta acerca de donde
hallar la punta del cordel de la perversa relación entre violencia e impunidad.
El burro detrás del carro
Según la Guía federal, si un chico exhibe un arma de
fuego a un docente, éste tiene algunas alternativas para conjurar el peligro:
tratar todas las armas como si estuvieran siempre cargadas, o solicitarle al
estudiante que apunte el arma hacia un mueble o piso de madera o una mochila
con libros para sacar de la trayectoria de un posible disparo a alumnos y
profesores; pedir al estudiante que saque el dedo del gatillo y que deje el
arma sobre una superficie horizontal, etcétera.
Muy, pero muy buenos consejos. Ahora, me pregunto:
¿no hay algún método, o mejor dicho, entre los métodos obvios, rápidos,
eficaces y legítimos, no se podría aplicar alguno para evitar el ingreso de un
arma a la escuela? ¿Un detector electrónico como los de los aeropuertos, por
ejemplo? Si no es posible esto, aconsejo profundizar esos consejos con clases
de Kung-fu, y la inmediata dotación de chalecos antibalas para docentes,
alumnos y todo el que entre a una escuela. Porque el burro, señores, no sirve
para empujar, sino en determinadas y bien conocidas condiciones. Para el
trabajo, debe ir delante del carro.
No hay nada más disolvente que la impunidad,
dice Sileoni. Tiene razón, vea, pero antes de pontificar, que se abroche la cartera.
[Edición
impresa: Semanario “Nueva Propuesta”, Salta
Digital: www.agensur.info
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