Es la tira latinoamericana
más vendida en el planeta y en las cinco décadas que cumple ahora no perdió en
absoluto vigencia. ¿Por qué la queremos tanto?
Por Silvina Dell´Isola
Decía el gran pensador de la historia del siglo XX Eric
Hobsbawm: "Cuando era muy joven creía en la posibilidad de construir un
mundo perfecto. Ya estoy demasiado viejo para eso, pero sí creo en un mundo
mejor". Entusiasta de aquellos a los que él llamaba rebeldes primitivos, a
su último libro -publicado a sus 94 años- lo tituló precisamente Cómo cambiar
el mundo.
Resulta complejo entonces definir quién honró a quién aquel día de
1999 en el que se cruzó en un hotel de Buenos Aires a Daniel Divinsky, editor de
Quino desde 1970, y delante de una multitud se deshizo en elogios hacia la más
famosa criatura del dibujante: Mafalda.
Cuando Quino y el historiador inglés se conocieron, nuestro
artista le regaló la colección completa de los cuadernos de la niña y un pequeño
dibujo de ella, hecho y dedicado especialmente para él. Así lo cuenta desde
Londres la viuda de Hobsbawm, Marlene, halagada de que se la llame para
confirmar la anécdota y la admiración de su brillante marido por la pequeña
mocosa contestataria, ciudadana del mundo pretendida como suya por chinos,
indonesios, franceses o colombianos que sienten privativo de sus opuestas
idiosincrasias las dudas existenciales, rabietas y preguntas fastidiosas que
ella plantea desde su corta edad.
Aunque Quino dejó de dibujarla hace 41 años, en 2014 cumple
medio siglo de vigencia inalterable: sigue siendo la tira latinoamericana más
vendida en el planeta y en cinco décadas no se erradicó casi ninguno de los
temas contra los que, con una asombrosa cintura para evadir clichés y lugares
comunes, se indignaba.
Humilde, reservado, ligeramente boca sucia, Joaquín Lavado
nunca condujo un automóvil. Siempre prefirió caminar, para poder observar. Con
su mujer, Alicia Colombo, decidieron no tener hijos, en parte afectado por la
muerte de sus padres cuando él todavía no había alcanzado la mayoría de edad.
Sus personajes son su lograda descendencia, aunque a muchos, incluidas las
primeras Mafaldas, tuviera que calcarlos porque no le salían siempre iguales y
porque, según llegó a confesar, eran de hecho bastante malos. "Las ideas
son lindas, pero el dibujo es una porquería, no sé cómo te publican", le
decía allá por los años 50 Carlos Garaycochea, con quien alternaba tiras en una
página de la revista Esto Es. No hacía mucho tiempo que había abandonado la
Escuela de Bellas Artes en su Mendoza natal y había llegado a la gran capital a
dormir con extraños de pensión siguiendo el sueño de ser dibujante como su tío
Joaquín Tejedor. Cuando Quino tenía 3 años el tío le dibujó un caballito azul
para distraerlo de los ruidos que venían de la chillona comisaría de al lado de
su casa. Le abrió con ese espontáneo detalle la puerta de un reino de trazos
sobre papel del que luego se convertiría, junto a distinguidos como Hergé, Jean
Jacques Sempé o Saul Steinber, en soberano concluyente.
La historia ya está gastada: Mafalda se le reveló de
casualidad cuando en 1963 le encargaron una tira para anunciar en un diario de
forma velada los electrodomésticos Mansfield de la firma Siam Di Tella.
Recomendado por el periodista Miguel Brascó, Quino aceptó un trabajo en
principio intrascendente cuya única condición argumental era que los nombres de
los personajes de esa familia de clase media comenzaran con M de Mansfield.
Para la nena eligió Mafalda porque lo encontró citado en una novela de David
Viñas llevada al cine el año anterior, Dar la cara, y le pareció simpático. La
campaña fracasó porque se descubrió el ardid publicitario. Pero cuando para
septiembre del año siguiente su amigo Julián Delgado, con el que tenía la
confianza de haber compartido habitación en un albergue familiar de la avenida
Forest, le pidió una historieta para la revista Primera Plana, él rescató las
tiras de un cajón. "Y bueno -sintetizó cientos de veces-, ahí empezó todo."
Le sugirieron que tuviera un aire a Peanuts que, liderada por Charlie Brown y
el fantasioso perro Snoopy, era ya la publicación de su tipo más influyente de
Estados Unidos en esa segunda mitad del Siglo XX. Pero Mafalda se distanció de
la creación de Charles Schulz no sólo porque la pequeña vivía en la calle Chile
esquina Defensa del barrio de San Telmo... Umberto Eco estableció rigurosamente
las diferencias entre el trabajo de ambos artistas en el prólogo del primer
libro de Mafalda editado en Italia, en 1969: "Charlie Brown pertenece a un
país próspero, a una sociedad opulenta a la que trata desesperadamente de
integrarse, mendigando solidaridad y felicidad. Mafalda pertenece a un país
denso de contrastes sociales que a pesar de todo sí querría integrarla y hacerla
feliz, sólo que ella se niega y rechaza todas las ofertas. Charlie Brown vive
en un universo infantil del que los adultos están excluidos. Mafalda vive en
una relación dialéctica continua con un mundo adulto que ella no estima ni
respeta, y al cual ridiculiza, repudia y se opone reivindicando su derecho a
seguir siendo una niña. Charlie Brown seguramente leyó a los revisionistas de
Freud y busca la armonía perdida; Mafalda probablemente leyó al Che".
Desde su rincón porteño hacia el mundo, los dilemas de la
nena de los eternos soquetitos blancos fueron publicados en más de 30 países
-aunque el dato es impreciso incluso para sus editores por la gran cantidad de
copias piratas que circularon- y 15 idiomas. Su triunfante peregrinar comenzó
cuando algunos ejemplares cruzaron el Río de la Plata y se diseminaron por
Uruguay, en 1966, y llegó hasta el límite con Oceanía: en 2009 se editó en
Indonesia, en indonesio. En los últimos meses casi prospera un nuevo intento de
distribuirla en países anglohablantes, cosa hasta ahora imposible por motivos
algo ridículos que Daniel Divinsky repasa: "En algún momento intentamos
vender los derechos. Un directivo de la editorial de contenidos escolares
Scholastic de Estados Unidos nos dijo que no se los diéramos a nadie, que él había
pasado su infancia en la Argentina, se había criado con Mafalda e iba a hacer
que la compañía la compre. Después de un año me mandó aquella famosa respuesta
del Departamento de Marketing: la tira era demasiado sofisticada para los niños
norteamericanos. Decidimos publicarla en inglés, pero para distribuirla
básicamente en países hispanoamericanos. La usan mucho los colegios bilingües,
a los chicos les encanta leer en inglés las tiras cuyo sentido ya conocen en
castellano".
¿Qué pasó con el
reciente anuncio de venderla en Estados Unidos?
Ya dejó de ser cierto. Seven Stories Press, una editorial
independiente que fue la que publicó Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, en
inglés por primera vez, se interesó mucho por Mafalda. Le mandé al dueño los
once tomos traducidos y me contestó que le había gustado muchísimo en lo
personal, pero que muchas referencias, como la Guerra de Vietnam o la
televisión como novedad, la hacían un poco anticuada. O sea que no, por ahora
no.
Esta vieja, caprichosa dilación es antagónica con quienes sí
se arriesgaron por ella. Esther Tusquets, en una España atravesada por la
censura franquista, se animó a editarla a través de su sello Lumen, en 1970.
Había descubierto los primeros libros de Quino en una tienda de usados de Madrid.
Tuvo que pedirle a Carlos Barral, dueño de los derechos, que se los cediera.
"Mi abuelo era un tozudo que publicaba aquello que quería que fuera su
biblioteca particular", contó hace un par de años el nieto del director de
Seix Barral, Malcolm Otero Barral. La aclaración que luego hizo el joven no fue
muy acertada: "No es cierto que le haya dicho que no a Gabriel García
Márquez con Cien años de soledad. Lo que sí declinó editar fue la Mafalda de
Quino porque decía: No publico monigotes. Don Barral también había rechazado el
manuscrito del que llegaría a ser best seller mundial: El nombre de la Rosa.
Tusquets apostó por Quino y en pocos días se vendió de una forma
extraordinaria. Sólo el primer cuaderno agotó 5000 ejemplares y comenzó a
salvar a la dama de la edición de una anunciada bancarrota.
Mafalda se consigue en Alemania, Francia, México, Grecia,
Finlandia, Holanda, Brasil, Suecia, Dinamarca, Noruega, Japón y hasta en Taiwan
traducida al chino mandarín a pesar de la tirria de la rebelde por todo lo relacionado
con el gigante asiático.
Hijo de andaluces republicanos y nieto de comunistas
militantes todos exiliados en la Argentina -Mafalda se inspiró en la segunda
esposa de su abuelo, su abuelastra Teté-, Quino creció signado por la tragedia
que supuso la Guerra Civil Española y el avance del fascismo en Europa.
"Ello me dio un sentido político de la vida que me gusta reproducir en mis
dibujos. De mi ensalada mental surgieron las más brillantes e hilarantes
viñetas", ha confesado.
El caldo de hervir del carácter de Mafalda fueron los
rotundos, concluyentes años 60 dando contexto a una festiva, agitadora toma de
conciencia. Eran los tiempos del pastor Luther King y su sueño; de John F.
Kennedy metiéndose el mundo en el bolsillo a fuerza de carisma, y de los
Beatles simbolizando los más altos anhelos progresistas. Pero las guerras de
Corea en los 50 y la de Vietnam atravesando toda la década posterior le minaron
la actitud y las maneras. Por esa sensación de que la paz no llega nunca nace
la preocupación constante de Mafalda por el globo terráqueo. Y aunque la
pequeña no logró dar respuesta a los problemas del mundo, lo intentó con cada
pregunta y argumento. "Para quienes ahora leen a Mafalda, esos argumentos
sirven de mucho. No son privativos de una época, sino que siguen siendo válidos
y es importante debatirlos", dice la doctora Carmen Argibay. Ministra de
la Corte Suprema y una de las cinco mujeres más destacadas de la justicia
argentina, se recibió de abogada el mismo año en que la tira debutó en Primera
Plana. Desde entonces la admira.
Quino pensó que con
el regreso a la democracia en el 73 no tendría sentido continuarla.
Mafalda seguiría hablando de los problemas del mundo, que
son muy parecidos en todas partes. Pueden tener más relevancia en un lado que
en otro, pero aparecen en todas las culturas. Las guerras, las crisis, la
miseria, la represión, la xenofobia o la discriminación son temas tan actuales
como lo fueron en el período 64-73. Es una lástima que haya resuelto
discontinuarla porque la crítica puede ser muy constructiva. Además, hacer
pensar a través del humor es uno de los mejores métodos para ampliar el horizonte
del conocimiento.
El derrotero proselitista de la chica de cabellera abultada
provocó confusas reacciones en los poderosos de los países en los que se
comercializó. En la misma España que para publicarla por primera vez exigió que
un letrero en tapa advirtiera Para Adultos llegaron a circular, sobre 1985,
unos stickers con sus personajes agitando banderas franquistas. Esta y otras
adulteraciones fueron como golpes de puño en el estómago de su creador, de
genética republicana. En China, nación que tardó en adherirse a las
convenciones internacionales sobre derechos de autor, la tira fue copiada de
forma grosera. "Una niñita me pidió que le firmara un álbum en la Feria
del Libro de Buenos Aires y me dijo que Mafalda era muy conocida allá
-recordaba Quino-. Me quedé muy intrigado. Eran ediciones piratas que se hacían
en Taiwan y que logramos detener." Al poco tiempo se cerró el trato que la
llevó, ya de forma oficial, a la China continental. Aunque fueron eliminadas
las viñetas en las que hacía mención al país asiático argumentando que el
argentino no conocía esa idiosincrasia como para juzgarla.
Fidel Castro no quiere a Quino. La peque lo tildó de cretino
en un par de tiras y el Comandante aún le guarda rencor. Un día el dibujante
recibió una carta de una descendiente de Mussolini agradeciéndole por haberle
hecho justicia al Duce en una viñeta: Miguelito decía que el hombre llegó a la
luna gracias a Mussolini porque sin Mussolini no existiría Hitler, sin Hitler
los científicos alemanes no hubieran emigrado a Estados Unidos, y sin
científicos alemanes. eso. que el hombre no hubiera llegado a la luna...
La presidenta argentina se reconoce fanática de Mafalda y
sus pequeños cómplices, y mantiene con el autor una no relación de respeto.
"Interpelaba a la sociedad con mucha fortaleza", dijo Cristina
Kirchner en 2012, cuando se cruzaron por videoconferencia en la inauguración de
un centro cultural en Mendoza. Él le respondió: "Le deseo mucha suerte en
esta changuita de gobernar que tiene usted". Hace pocos días, CFK inauguró
el Salón del Libro de París del que Argentina fue invitada de honor. Reforzó:
"Mafalda está vinculada directamente a mi juventud. Pese al cambio de
contexto histórico, mi hija, de 23 años, que vivió siempre en democracia, se
fascina con Mafalda".
Libertad, alegórica y chiquitita. La tortuga Burocracia,
lenta para todo. El capitalista Manolito. Felipe, el tímido romántico que
pierde la cabeza por la lánguida Muriel... Quino confesó poseer rasgos de
algunos de los personajes de su tira. De Miguelito, que se cuestiona por qué
todo junto se escribe separado y separado se escribe todo junto, dijo: "De
chico y de grande me pregunto estupideces que no sirven para nada". Pero
en quien más se reconoce es en Felipe: "Para comprar un lápiz daba
vueltas, me imaginaba cómo lo iba a pedir: ¿Tendrán? ¿No tendrán? ¿Y si no
tienen qué hago?"
Tres de los compinches de Mafalda estuvieron inspirados en
personas reales. Guille es Guillermo Lavado, sobrino de Quino, flautista y
compositor radicado en Chile. Felipe era Jorge Timossi, uno de los fundadores
de la agencia Prensa Latina. Cuando le inquirió si era cierto que él era el
niño de los dientes de conejo recibió por correo como toda respuesta el famoso
remate de una viñeta: "¿Justo a mí me toca ser como yo?" En el capítulo
Quino y yo de su libro Cuentecillos y otras alteraciones, Timossi contó:
"Un cierto sabor a mío, el olorcito de alguna conversación olvidada.
Resultó entonces que yo era Felipe, o que Felipe era yo, por aquello de mis
dientes de conejo, por mis tendencias a la duda, por esos enamoramientos al
ritmo de Thelonious Monk". Manolito se habría inspirado en Anastasio
Delgado, pastor de ovejas de Soria, llegado a la Argentina en la década del 20.
Julián Delgado, el hombre que publicó por primera vez a Mafalda en un diario,
era su hijo menor.
Obsesivo de la documentación luego de que un lector lo
tildara de bruto por obviar un detalle cultural en una viñeta sobre un toro y
un torero; detallista al punto de irse a un almacén a estudiar una máquina de
cortar fiambre antes de dibujarla, Quino es preciso hasta en las cosas más
absurdas. Según su editor, "se puede ver todas las ilustraciones de un
tratado de ingeniería si es necesario. A los jamones colgados del techo de la
cantina, a las botellas de vino o a los tableros de las estaciones de trenes le
ponía los nombres de sus amigos o de Monito, como la llama a su mujer,
Alicia".
Juan Matías Loiseau, Tute, pasó de hijo de su gran amigo
Caloi a uno de sus colegas más admirados. No cumple aún 40 años y tiene el orgullo
de ser uno de los poquísimos artistas que Quino accedió a prologar, para su
novela gráfica, que saldrá en pocos meses. El creador de Batu, que aprendió a
leer con Mafalda, explica desde la experiencia del oficio compartido: "Es
una tira compleja en el buen sentido, una tira con muchas capas de información,
construida con maestría. Quino me enseñó, por ejemplo, que cada personaje debe
tener una psicología determinada, una personalidad distintiva. Los globos no
deben ser intercambiables, cada personaje tiene su propio discurso, su modo de
pensar y de sentir. Eso es fundamental. Te pasea por sus dibujos con la
precisión de un guía, como los grandes cineastas con sus juegos de cámara y
planos. Uno lee las historietas en el orden que él diseñó. De esta forma, el
humor se potencia."
Sentada a la mesa, lista para almorzar, ve aterrada cómo
cuadro tras cuadro su madre le acerca un plato de sopa. Entonces gira la cabeza
y dice, al límite extremo de la tortura: "Le parecerá triste Raquel, pero
en momentos como éste mamá es tan sólo su seudónimo". Ridículamente
simple, profunda y genial, parece infantil aclararlo, pero Mafalda no existe.
Es pura alquimia de rayas y puntos en la pluma de un virtuoso.
El mes pasado, cuando un trabajo suyo fue escogido para la
tapa de la revista New Yorker, Liniers confesó: "Quería aparecer en la
lista, debajo de todo. Es como cuando me llamaron de Ediciones de la Flor.
Quino, Caloi, Fontanarrosa, y yo al final. Eso para mí ya estaba bien". El
ilustrador explica con el lenguaje alado de los artistas del dibujo el no ser
de Mafalda: "George Bernard Shaw decía: Cuando algo es gracioso, examínelo
de cerca para encontrar una verdad oculta. ¡Gracias por tus mentiras, Quino!
Creo que su gran talento, así como el de Schultz, Watterson o Hergé, es
conseguir que unas pocas líneas de tinta negra y algo abstractas se transformen
en unos seres en los que la gente cree incluso como seres escindidos de sus
autores. ¿Cuántas veces hemos escuchado: Esta chica Mafalda, qué inteligente es
para una niñita tan joven?, ¿Niñita? ¿Joven? Mafalda es un señor de unos
treinta y pico, cuarenta, que se afeitaba todos los días, ya perdiendo algunos
(varios) pelos, con anteojos. Ese es un truco de magia. Es que los artistas
mienten para decir la verdad, ¿no es así? Quino miente, Mafalda no existe.
Ishmael, Funes el Memorioso, Atticus Finch, Camilo Canegato y El Quijote son
todas ficciones. Mentiras. Y sin embargo contienen en sus falsas presencias
verdades ocultas. Por eso resisten el paso del tiempo. Por eso nos siguen
fascinando".
Así sin ser, a Quino la insurrecta antisopa se le fue de las
manos. Eduardo Galeano, que comparó el fenómeno con el de su más celebrado
libro, Las venas abiertas de América Latina, cuenta a la Revista que tuvo el
honor de ser testigo de primera mano del momento en el que se acuñó una de las
frases más memorables sobre la pequeña: cuando un periodista le preguntó a
Julio Cortázar qué opinaba sobre Mafalda y éste contestó "Más me preocupa
lo que opine Mafalda sobre mí".
Mafalda salió por última vez en la revista Siete Días un 25
de junio de 1973, diez años y 1928 tiras después de su nacimiento, el 29 de
septiembre de 1964. A su autor le gusta utilizar el término suspendida para
referirse a la suerte de la rebelde de moñito en la cabeza. Inexplicablemente
más afectados que la media, los mexicanos siguen reprochándole al día de hoy,
sin embargo, que la haya asesinado. En la memoria colectiva del pueblo azteca
aún circula el mito de que Mafalda murió arrollada por un camión cargado de
sopa.
"Los tiempos han cambiado y Quino no es un diseñador
capaz de dormirse en la comodidad de los esquemas jamás superados, aunque esto
hubiera hecho felices a sus lectores", sostiene el periodista romano Oscar
Cosulich en un texto incluido en el libro de Marcelo Ravoni, Libro de los niños
terribles para adultos masoquistas. La realidad es que estaba cansado y se
empezaba a repetir. ¿Podría haberla dejado descansar para devolverla a la
página de un diario un tiempo después? Poco factible, según Quino: "Al
contrario de los de la década del 70, los jóvenes actuales están desilusionados
y no quieren cambiar nada. La época en la que yo hacía a Mafalda no se repite.
Para empezar, toda la juventud tenía ideales políticos y creíamos, con los
Beatles, el Che Guevara, el papa Juan XXIII y el Mayo Francés del 68 que el
mundo estaba cambiando para mejor".
El periodista colombiano Daniel Samper Pizano, autor del
libro Mafalda, Mastropiero y otros gremios asociados, y autodefinido como
mafaldólogo profesional, aporta: "Claro que hubiéramos querido que Quino
la siguiese dibujando durante mucho tiempo. Pero estaba agobiado por los diez
años que cargó con esa responsabilidad. Y digo responsabilidad, porque había
dejado de ser un placer y se había convertido en una tarea difícil. No creo que
tengamos el derecho de regañarlo por eso, pues el autor es soberano y su
inspiración no es inagotable. No tenemos derecho a reclamarle a Salinger por
haber dejado de escribir o a Greta Garbo por haber dejado de actuar. Sólo
podemos lamentarlo. Pero sí es nuestro el derecho a disfrutar a Mafalda cuantas
veces queramos. Aprovechémoslo".
Quino está muy mayorcito y arrastra desde hace muchos años
problemas en la vista que lo llevaron a colgar definitivamente los guantes del
dibujo el año pasado, aunque se despidió formalmente de los medios gráficos en
2009 porque ya no se le ocurrían cosas nuevas que transmitir. A sus 81 años son
contadas las ocasiones en que asiste a eventos y agasajos. Este, su año de
caricias, lo sorprende guardado en su casa de Madrid o Buenos Aires al cuidado
de Alicia. "Mira cine y sigue preocupándose por el mundo -cuenta
Divinsky-. Pero su actitud ante homenajes y celebraciones fue siempre la misma:
es reacio a los honores." Kuki Miller, socia del fundador de Ediciones de
la Flor, refuerza el porqué de esta intransigencia: "Es sabido que no le
gusta hablar y por eso eligió el dibujo: para expresar lo que piensa, sus
convicciones e ideología. No hemos conversado sobre si este aniversario
específico le genera algo especial. Pienso que al igual que a nosotros, sus
editores, nos da una inquietante magnitud del tiempo, además de provocarnos
admiración por la vigencia hasta hoy del personaje y la adhesión que sigue
produciendo en el público. Cuando firma ejemplares, en muchos casos van tres
generaciones de una misma familia a saludarlo emocionados".
Angoulême, al sur de Poitiers, es la capital mundial de la
caricatura -bandedessinée, como la llaman en Francia-. Allí cada año desde hace
40 se celebra el Festival Internacional de la Historieta. En esa ciudad Mafalda
tiene un pasaje que lleva su nombre. Además comparte cuadrícula urbana junto a
murales de famosos del cómic como Gaston et Prunelle, El Barón Rojo, Lucky Luke
o Lucien, y a estatuas de El Corto Maltés, de Hugo Pratt, o de Hergé, el
creador de Tintin. Este año era el invitado de honor. Su presencia en ese
contexto daría inicio oficial a las celebraciones en medio planeta del Año
Mafalda. Pero ciática y problemas en las rodillas le impidieron asistir. El pasado
7 de marzo, en vísperas del Día de la Mujer, Quino fue distinguido con la Orden
Oficial de la Legión de Honor, la honra más importante que el gobierno francés
le concede a un extranjero. No pudo viajar a recibirla en la embajada de
Francia en la Argentina -se la otorgaron en el Salón del Libro de París-. Aun
con el dibujante ausente, el embajador francés en nuestro país le dedicó
generosas palabras ante una emocionada concurrencia: "Mafalda es mucho más
que un personaje de dibujos humorísticos. Gracias al trazo singular de Quino,
el universo de la infancia se convierte en un espacio donde la inocencia
justifica la libertad de expresión. Mafalda sigue siendo aún hoy, perdónenme
señoras, la más famosa de las argentinas". Sí estará aquí el 24 de abril
para inaugurar la 40a Feria del Libro de Buenos Aires. Si su salud se lo
permite, Joaquín Lavado, Quino, el humorista gráfico, el creador, el pensador,
tendrá a su cargo el discurso de apertura.
-"Es el espíritu femenino que habita en ella. El que se
luce y además es muy sexy Mafalda. Tiene una energía, una gracia y un encanto
que matan. La admiro por su carácter de mujer detrás de un dibujito. Debemos
haber muchos hombres enamorados de Mafalda y muchas mujeres con algo de
ella." Horacio Ferrer
-"La mirada de Mafalda sobre su madre ama de casa es
más elocuente que cualquier discurso feminista. Y Susanita resume mejor que un
estudio sociológico la obsesión de algunas por casarse y tener hijos. Hoy se
rebelaría contra el bótox y el bisturí, defendería la causa LGTB y el
calentamiento global no la dejaría dormir". Maitena
-"Mi relación con ella es de una entrega absoluta. La
he leído y compartido con mis hijos y nietas, y releído desde que Quino la dejó
de hacer. Todos los Luthiers admiramos y amamos a Quino, lo respetamos y
reconocemos como maestro y ejemplo en la vida, en el dibujo y en el
humor". Daniel Rabinovich
-Con Las venas
abiertas de América Latina tengo una relación como la de Quino con Mafalda:
a Quino lo identifican con ella y él la reconoce como una criatura suya, pero a
veces le irrita Mafalda porque el resto de su obra queda opacada por el
prestigio de esa niña terrible." Eduardo
Galeano
MUNDO DIGITAL
Mafalda tiene Twitter, Instagram, Pinterest y página oficial
de Facebook, con más de 3,5 millones de seguidores. Se publicaron, en formato
ebook, las ediciones tradicionales de sus libros en la tienda Kindle de Amazon.
Y se lanzó la aplicación oficial para iPad, iPhone y iPod en el App Store, en
donde hay más de veinte ediciones, de pago o gratis, con tiras relacionadas,
curiosidades y actividades interactivas como rompecabezas o dibujos para
colorear. "El mensaje de Mafalda tiene que perdurar. Su digitalización
permite abordar a las nuevas generaciones que cada vez más se acercan a las
pantallas", cuenta Carlos Carrascal, director de Marketing e Innovación de
Producto de Panarea Digital, responsable del salto de Mafalda al mundo digital.
© La Nación
0 comments :
Publicar un comentario