En la aldea natal
todavía no se advierte una candidata nítida para hacerse un sitio en el próximo
podio electoral.
Por Esteban Peicovich |
Hace años asistí a una mesa redonda televisiva española en
donde se analizaba el futuro del humanismo como máxima invención de Occidente. Callado, hosco, ajeno, la mesa
incluía a Marco Ferreri, cineasta italiano autor de una obra ténebre, muy suya,
de la que destacó su película “El cochecito”. Durante el programa evitó
responder apelando a un perturbador “Paso, paso” que impuso un clima de
tensión.
Recién sobre el final Ferreri se sinceró: alzó la mano y dijo no
compartir ninguna de las salidas e ismos planteados. Que para él sólo había una
vía de escape al desastre creciente del mundo y que podía iniciarse ya mismo y
aquí…” Y poniéndose de pie, vociferó: “Para salvar al mundo solo se
necesita que cada hombre se deje guiar por la mujer que tenga más próxima” Y
diciendo “¡Andiamo, andiamo!” sorprendió a todos tomando la mano de una
asistente a la que pidió lo llevase a donde ella quisiera.
Y obrando lo dicho se fue tras ella y abandonó el estudio.
A mí, la propuesta Ferreri no me cayó como un golpe de efecto
sino como un temazo mundial a divulgar y discutir. La mujer, ese bello animal
desplazado de la historia por el hombre, bien que podría guiar a la especie
mejor que su mandamás de siglos. De hecho, los últimos años prueban que una
benéfica irrupción femenina ya afirmó tendencia y con resultados más que
aceptables. El censo mundial de 2013 (3.585.500.000 hombres y 3.514.500.000
mujeres) sumó 200 jefes de Estado, de los cuales 173 son machos y solo 27 hembras. Pese a la desproporción y salvo
alguna “oveja negra” (que la hay, la hay, y no muy lejos nuestro) este menguado
equipo de féminas supera en seriedad y eficiencia al turbulento de los varones.
Hasta cuenta con una capitana como Frau Merkel
que sabe moverse con mejor cintura política que el intermitente Obama o
el espinoso Putin.
Puestos a buscar en la aldea natal todavía no se advierte
una candidata nítida para hacerse un sitio en el próximo podio electoral. La
cantidad de varones rempujándose y presionando es tal que poco sitio queda para
“tamaño” atrevimiento. Y pocas, por no decir ninguna, son las candidatas con
chance. La paradoja quiere que siendo nuestras figuras políticas más relevantes
dos mujeres, a una le está vedada la presidencia en el 2015 porque ya la ejerce
y a la otra porque según confiesa no le interesa. Opción fatal. O tomarnos de
la mano de una con los ojos abiertos o de la mano de la otra con los ojos
cerrados. Pero que una “no pueda” y la otra “no quiera” no impide que el futuro
histórico se dirima entre los símbolos que ellas encarnan. Cristina F. y Elisa
C. son dos líderes dispares y arrojadas que movilizan más expectativas que el
resto de los candidatos varones. De ellas depende que nuestro Arca de Noé
zozobre o repita la buena actuación bíblica que tuvo, (aunque, todo hay que decirlo,
con pasaje más seguro, dócil y cívico que el nuestro).
La republicana Carrió prosigue incansable su vivisección de
la pútrida cosa pública y es la máxima fiscal de un país convertido en el
primero del mundo en repetir pasado y en el también primero en la producción
anual de feriados sin goyete. La autoritaria Fernández recita los últimos
capítulos de una estrategia que se propone empollar a un delfín que le asegure
blindaje internacional cuando llegada la fecha se descubra, tanto en el relato
como en la historia, que lo que estaba la reina no era chapita sino desnuda.
En cuanto a Carrió me cuesta imaginarla Presidenta (como
hasta pudiera llegar a serlo, y vaya a saber qué saldría de ello) porque no
reúne las condiciones “terrenales” del Poder. No es cárnica aunque hable de
choripanes. No tiene talla para llevar buitones. Es de esas mujeres que Enrique
VIII o Aníbal Fernandez querrían matar. No es una mujer sino una idea. Y no una
persona sino un símbolo. El más cívico que se nos haya dado en mucho tiempo y
que aun hostigada y en riesgo continúa su lucha contra los desvaríos,
chanchullos, y perversiones que pululan en la selva selvaggia del país en
llagas.
Y cuando digo símbolo hablo del Busto de la República. Nadie
imagine a Carrió a la cabeza de la
Suprema Corte, ni en la Cancillería ni como Gobernadora. Para mí que
ella va para Busto de la República, que es mucho, pero mucho más que ser
presidenta. (Además, da el tipo, apenas un retoque, quizás en la nariz para
darle lo griego que le falta por chaqueña, pero poco más)
Y aquí cierro porque aún no sé de qué mano asirme. Porque…si
la Reina no y el Busto tampoco ¿Dónde encontrar la mujer que falta?
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