martes, 8 de abril de 2014

La mujer que nos falta

En la aldea natal todavía no se advierte una candidata nítida para hacerse un sitio en el próximo podio electoral.

Por Esteban Peicovich
Hace años asistí a una mesa redonda televisiva española en donde se analizaba el futuro del humanismo como máxima invención de  Occidente. Callado, hosco, ajeno, la mesa incluía a Marco Ferreri, cineasta italiano autor de una obra ténebre, muy suya, de la que destacó su película “El cochecito”. Durante el programa evitó responder apelando a un perturbador “Paso, paso” que impuso un clima de tensión. 

Recién sobre el final Ferreri se sinceró: alzó la mano y dijo no compartir ninguna de las salidas e ismos planteados. Que para él sólo había una vía de escape al desastre creciente del mundo y que podía iniciarse ya mismo y aquí…”  Y poniéndose de pie,  vociferó: “Para salvar al mundo solo se necesita que cada hombre se deje guiar por la mujer que tenga más próxima” Y diciendo “¡Andiamo, andiamo!” sorprendió a todos tomando la mano de una asistente a la que pidió lo llevase a donde ella quisiera.

Y obrando lo dicho se fue tras ella  y abandonó el estudio.

A mí, la propuesta Ferreri no me cayó como un golpe de efecto sino como un temazo mundial a divulgar y discutir. La mujer, ese bello animal desplazado de la historia por el hombre, bien que podría guiar a la especie mejor que su mandamás de siglos. De hecho, los últimos años prueban que una benéfica irrupción femenina ya afirmó tendencia y con resultados más que aceptables. El censo mundial de 2013 (3.585.500.000 hombres y 3.514.500.000 mujeres) sumó 200 jefes de Estado, de los cuales 173 son  machos y solo 27  hembras. Pese a la desproporción y salvo alguna “oveja negra” (que la hay, la hay, y no muy lejos nuestro) este menguado equipo de féminas supera en seriedad y eficiencia al turbulento de los varones. Hasta cuenta con una capitana como Frau Merkel  que sabe moverse con mejor cintura política que el intermitente Obama o el espinoso Putin.

Puestos a buscar en la aldea natal todavía no se advierte una candidata nítida para hacerse un sitio en el próximo podio electoral. La cantidad de varones rempujándose y presionando es tal que poco sitio queda para “tamaño” atrevimiento. Y pocas, por no decir ninguna, son las candidatas con chance. La paradoja quiere que siendo nuestras figuras políticas más relevantes dos mujeres, a una le está vedada la presidencia en el 2015 porque ya la ejerce y a la otra porque según confiesa no le interesa. Opción fatal. O tomarnos de la mano de una con los ojos abiertos o de la mano de la otra con los ojos cerrados. Pero que una “no pueda” y la otra “no quiera” no impide que el futuro histórico se dirima entre los símbolos que ellas encarnan. Cristina F. y Elisa C. son dos líderes dispares y arrojadas que movilizan más expectativas que el resto de los candidatos varones. De ellas depende que nuestro Arca de Noé zozobre o repita la buena actuación bíblica que tuvo, (aunque, todo hay que decirlo, con pasaje más seguro, dócil y cívico que el nuestro).

La republicana Carrió prosigue incansable su vivisección de la pútrida cosa pública y es la máxima fiscal de un país convertido en el primero del mundo en repetir pasado y en el también primero en la producción anual de feriados sin goyete. La autoritaria Fernández recita los últimos capítulos de una estrategia que se propone empollar a un delfín que le asegure blindaje internacional cuando llegada la fecha se descubra, tanto en el relato como en la historia, que lo que estaba la reina no era chapita sino desnuda.

En cuanto a Carrió me cuesta imaginarla Presidenta (como hasta pudiera llegar a serlo, y vaya a saber qué saldría de ello) porque no reúne las condiciones “terrenales” del Poder. No es cárnica aunque hable de choripanes. No tiene talla para llevar buitones. Es de esas mujeres que Enrique VIII o Aníbal Fernandez querrían matar. No es una mujer sino una idea. Y no una persona sino un símbolo. El más cívico que se nos haya dado en mucho tiempo y que aun hostigada y en riesgo continúa su lucha contra los desvaríos, chanchullos, y perversiones que pululan en la selva selvaggia del país en llagas.

Y cuando digo símbolo hablo del Busto de la República. Nadie imagine a Carrió a la cabeza de la  Suprema Corte, ni en la Cancillería ni como Gobernadora. Para mí que ella va para Busto de la República, que es mucho, pero mucho más que ser presidenta. (Además, da el tipo, apenas un retoque, quizás en la nariz para darle lo griego que le falta por chaqueña, pero poco más)

Y aquí cierro porque aún no sé de qué mano asirme. Porque…si la Reina no y el Busto tampoco ¿Dónde encontrar la mujer que falta?

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