Por Gabriela Pousa |
Una vez más, en Argentina se pierde el foco del problema y
terminamos discutiendo aquello cuya respuesta no aporta mucho a solucionar los
temas.
Esta vez, le ha tocado el turno a la pobreza. En ningún espacio político
se escuchó una solución, un comienzo, un rumbo siquiera hacia dónde dirigir
fuerzas.
Es decir, una política pública, posible de aplicarse aquí y
ahora, y de sobrevivir al cortoplacismo que nos condena. Aunque sea
una idea concreta tendiente a ir disminuyéndola paulatinamente pues la magia no
cabe este escenario, aún cuando todo parezca de un realismo mágico.
No. Se polemiza sobre el índice en sí mismo como si este fuese
el problema. Da la impresión de que si el gobierno hubiese sincerado esa cifra,
el silencio ganaba la porfía, y no se hablaba más del tema. Los pobres
expuestos en gráficos pareciera que son más tolerados que los pobres ocultados. Es
raro porque no hace falta recorrer el conurbano para observar cómo ha crecido
la cantidad de gente durmiendo en zaguanes, en plazas y esquinas.
Lo cierto es que los pobres, para una gran mayoría de políticos,
sólo existen en etapa proselitista. Ni antes ni después. Ese rasgarse ahora las
vestiduras de muchos huele más a hipocresía que a preocupación genuina, o
quizás se ha lanzado la carrera electoral aunque los tiempos no sean los que
impone el calendario legal. Me inclino por esto último.
De todos modos, más allá del motivo que ha despertado este interés por
la pobreza, hay que admitir que a esta altura de la gestión
kirchnerista poco o nada tiene de utilidad una cifra. Han mentido durante once
años sobre las mismas. Da igual que digan 1 ó 30 pues lo que esconden no son
pobres ajenos al gobierno sino su propia pobreza. Una pobreza de espíritu y de
sapiencia que aterra y es causante directa de aquella otra relacionada sí a la
carencia, a la miseria.
La dignidad del pobre no la tienen los funcionarios de Balcarce 50. Y no
se trata de hacer una apología de la miseria, sino de ser realista y observar
como convive calefón y Biblia en cualquiera de las villas, igual que en
Puerto Madero, en Barrio Parque o en Recoleta.
Hoy, discuten el porcentaje de pobreza desde artistas, ciudadanos,
políticos hasta la Iglesia. El gobierno no. El gobierno habla de
constipación por la ingesta de arroz y de los crímenes que existían en los años
40.
La lógica es únicamente kirchnerista: si se mataba antes, que se
mate ahora. “Nada nuevo bajo el sol”. En consecuencia, si se linchaba a
delincuentes en la Edad Media, que sigan los linchamientos hoy, y que se calle
de una buena vez, el juez Eugenio Zaffaroni y la mismísima Presidente de la
Nación.
El país no está mejor que hace once años cuando el matrimonio Kirchner
llegó. Muy por el contrario, la decadencia que parecía anclada en la
economía, se ha extendido a todas las áreas previstas. Si en el 2003 había un
tumor, hoy hay metástasis completa.
¿De qué ha servido aumentar el presupuesto en educación si los
resultados son cada vez peor? ¿Por qué aplaudir la asignación
universal por hijo si sólo produce embarazos al por mayor porque no va
acompañado con una consecuente política de sanidad y formación?
Si el hecho de que cierta clase media tenga un plasma o un LCD en cada
habitación, o haya cambiado un auto viejo por un 0km es el parámetro del éxito
al que refiere la jefe de Estado, entonces el problema no es el kirchnerismo,
ni la inseguridad ni siquiera la inflación. El problema es la inmoralidad que nos
ganó.
En este contexto de anomia, de relativismo ético y de ausencia total de
principios, lo que se dice está tan distorsionado como lo están los hechos en
si mismo. Así, una inauguración o un anuncio de bitrenes o camiones ya
no implica una inversión sino un negocio más para los funcionarios y
testaferros que manejan a piacere la licitación, si no la anulan directamente.
Sucede que el gobierno no es lo que debería ser: una administración. El
gobierno es un negocio de unos pocos donde todo tiene precio, todo se compra,
todo se vende.
Sólo así se explica que tras una década de viento a favor, de
inmejorables precios internacionales, y de chinos sedientos de soja y
alimentos, Argentina haya caído en la crisis en que esta hoy, haya
o no cabal percepción.
La semana que pasó, sin embargo, un dato surgió como un soplido de aire
fresco en este sauna maloliente donde se nos metió: la aparición de un
frente que, muy posiblemente no pueda llevar al país a donde lo situó la
generación del 30, pero que sí podrían rescatarlo de los mercenarios que están
hace una década, lucrando y fundiéndolo.
Las divergencias existen como existen en cualquier familia, y no son
tampoco más graves que las que diferencian a quienes frecuentan Balcarce 50. Si
Hebe de Bonafini puede convivir con César Milani, ¿por qué no podría hacerlo
Pino Solanas con Martín Lousteau? No es lo óptimo, “es lo que hay” (fatídica
frase, ¿verdad?) Pero quizás no sea este el momento de los detalles. Y sí
sea el momento exacto en que puede rescatarse al país o no.
Las mezquindades tienen voz, los egos se ponen en juego. Si acaso por una
vez triunfa la razón, y por qué no el corazón, Argentina podría comenzar a
transitar hacia la salida. “Nunca mucho costó poco”
Las comparaciones con la Alianza del 2001 son trampas arteras. Es
como si el día en que una persona va a contraer segundas nupcias se le recuerda
cuán mal le fue con su cónyuge la primera vez.
Está claro que la campaña se ha lanzado. FAU es una foto, apenas un
trailer de un film que no asegura, promete. La película después podrá gustar
o no, pero al menos se verán otros actores, otro guión.
0 comments :
Publicar un comentario