El dilema de
favorecer a un "opositor funcional" o herir de muerte la épica
kirchnerista.
Por Fernando Gutiérrez
Catorce meses para las elecciones primarias y diecisiete
para la votación presidencial. Un período muy largo en cualquier país y, sobre
todo, en la Argentina, donde el panorama económico y social es altamente
inestable, cambia de manera imprevisible y se considera que un semestre es
"largo plazo".
Sin embargo, en el ambiente político y en los medios de
comunicación se está hablando de las candidaturas y posibles alianzas para las
próximas elecciones con un entusiasmo y hasta con una suerte de urgencia que
daría la sensación de que el calendario electoral estuviera en su tramo final.
Una combinación de factores dio pie a esta situación. En
especial, la presentación en sociedad del Frente Amplio UNEN, que introdujo un
nuevo jugador opositor con posibilidades reales de disputar el poder en 2015.
La irrupción de esta coalición fue un hecho político en sí mismo y adelantó los
tiempos electorales.
En este contexto de debate prematuro, pocas cosas parecen
claras -las encuestas marcan todavía un contundente 19% que no sabe a quién
votaría, según el último sondeo de Julio Aurelio-. Pero acaso hay una única
certeza que ya nadie discute: no habrá un vencedor en primera vuelta.
En esta elección, hasta aparece cierta la posibilidad de que
emerja un ganador externo al peronismo.
"A diferencia de 2003, las encuestas indican hoy un
creciente hartazgo con el peronismo en general y un escaso temor al ‘fantasma
de la ingobernabilidad'. Es decir, al riesgo de perder ese piso mínimo de orden
que, mal o bien, sólo los peronistas parecen poder brindar cuando las papas
queman", sostiene Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones
Políticas.
Y, como suele ocurrir en los escenarios de balotaje, las
fuerzas minoritarias terminan decidiendo hacia qué costado se inclinará la
balanza.
Y ahí es donde aparece la peculiaridad de este momento:
lejos de correr el riesgo de perder su influencia y de diluir su protagonismo,
la presidenta Cristina Kirchner emerge como la posible "gran jueza"
de la próxima elección.
Por lo pronto, la "madre de todas las decisiones"
parece clara: hay una disyuntiva entre bendecir o reprobar la candidatura de
Daniel Scioli.
Una encuesta de Julio Aurelio le asigna el liderazgo de
intención de voto -con 21% de las adhesiones- superando por primera vez a
Sergio Massa en la carrera presidencial. Pero claro, en estos sondeos no se preguntó
a los votantes por eventuales candidaturas del "kirchnerismo puro",
como podría ser la del gobernador entrerriano Sergio Urribarri.
"Hay una masa de votantes "kirchneristas"
-entre 25% y 30% del total- que electoralmente prefiere a Scioli; pero no sabemos
si habrá o no otros contendientes oficialistas. Una interna es probablemente lo
preferible para Scioli, ya que seguramente saldría ganador y fortalecido en ese
espacio", observa el politólogo Manuel Mora y Araujo.
Ahora bien, en caso de que sea otro el candidato ungido por
Cristina, es claro que Scioli perdería parte de su caudal de votos, lo cual no
sólo pondría en riesgo su victoria, sino que hasta pone una nota de duda sobre
su capacidad para llegar al balotaje.
No es una decisión fácil para la Presidenta, que hasta ahora
se muestra ambigua respecto de cómo procederá. En cualquiera de los escenarios,
tiene cosas para ganar y para perder.
Si se impone Scioli, esto implicaría para Cristina la
posibilidad de cierta continuidad, ya que le legaría el poder a un presidente
que mantendría a algunos de los actuales funcionarios y sostendría varios de
los programas de gobierno. Pero, sobre todo, Scioli en la Casa Rosada
implicaría una garantía de paz para la vida post presidencial de Cristina, que
no sufriría un hostigamiento judicial.
Claro que también hay varios puntos en contra. El principal
es que pone en seria duda la permanencia de Cristina como referente político de
un espacio peronista "progresista", que podría diluirse rápidamente.
De esa manera, se vería en riesgo la propia supervivencia de
la identidad kirchnerista y un eventual intento de regreso al poder en 2019,
eso que el analista Jorge Asís ha bautizado "el mito bacheletiano",
en alusión a cómo la presidenta chilena volvió gracias a un interregno donde
gobernó un opositor.
Ese plan tiene, como condición necesaria, la existencia de
un candidato kirchnerista "puro" que le reste votos a Scioli y así
favorezca a Mauricio Macri, el adversario perfecto.
"Para que se cumpla con el mito bacheletiano, La
Doctora necesita de un Piñera que se sitúe a su derecha, que recomponga el
desastre de la economía y que admita el floreo cómodo de una oposición de
izquierda. Es Macri quien se parece más a la estampa de ese ideal",
argumenta Asís.
La elección más
incómoda
Es el mayor suspenso del momento. Todo indica que la
estrategia y la propia personalidad de Cristina la deberían llevar a oponerse a
Scioli.
Su antipatía personal respecto del gobernador bonaerense
quedó demostrada innumerables veces, algunas con retos públicos, como el acto
en el que la Presidenta le recriminó al gobernador haber eludido su
responsabilidad por la trágica inundación en La Plata.
Otras veces, esa antipatía se evidenció mediante un ahogo
financiero a la provincia de Buenos Aires, como cuando en junio de 2012 Scioli
tuvo problemas para pagar aguinaldos. Fue allí que se consolidó su fama de
"incombustible", ya que las encuestas marcaban que la gente culpaba
más al Gobierno nacional que al provincial.
De todas formas, la discriminación fiscal hacia la Provincia
se ha exacerbado al punto de que recibe apenas el 4% del Fondo del Conurbano.
La última situación de presión del kirchnerismo hacia Scioli
ocurrió durante la huelga docente que dejó sin clases a la Provincia durante
cinco semanas. Allí, la base kirchnerista reclamó que el Gobierno se pusiera
del lado de los maestros y que el gobernador buscara recursos mediante una
mayor presión impositiva sobre el campo.
Algunos interpretaron en los últimos días un cambio de
actitud por parte de Cristina quien, por un lado, reprogramó el pago de
obligaciones financieras de las provincias, lo cual aleja el fantasma de que
nuevamente haya inconvenientes para pagar aguinaldos.
Pero, además, hubo señales fuertes en el campo de la
política. La presencia de Scioli en el acto militante que recordaba la elección
de Néstor Kirchner, y su aparición junto a dirigentes "duros" como
Andrés "Cuervo" Larroque, fue sugestiva.
Acaso la decisión de Cristina sea la que insinuó Ricardo
Forster: permitirle a Scioli disputar una primaria junto con otros
precandidatos kirchneristas y dejar que sea la militancia quien tome la
decisión final.
"Se ha ganado, por derecho, ir a las PASO y confrontar
con otros candidatos la representación del Frente Para la Victoria. Esto es así
y no hay nadie que no lo pueda reconocer. De ahí a que uno se sienta
identificado con lo que representa políticamente, es otro cantar", sostuvo
Forster, uno de los intelectuales de mayor influencia en el universo
oficialista.
Pero las muestras de rechazo al gobernador bonaerense son
indisimulables. Y no sólo las esperables, como las de los otros precandidatos,
tales como Julián Domínguez o Sergio Urribarri, sino las de quienes, de alguna
forma, han sido ideólogos del "relato".
Por caso, el politólogo Artemio López sostuvo durante el
conflicto docente: "Al recostarse exclusivamente en los medios, pero sin
gestión respaldatoria, Scioli resulta pre kirchnerista, atrasa en su modalidad
de construcción de legitimidad y no logra obtener los resultados esperables
según su ya agotado paradigma".
También fue elocuente el otro referente de Carta Abierta,
Horacio González, para quien el debate que se viene es la definición correcta
de peronista: "Si se llama a una unidad abstracta de peronismo, termina
lamentablemente en Scioli; y eso, según se ha dicho aquí, no queremos, yo no lo
quiero, ninguno de nosotros creo que quiere ese final".
Casi confirmando la pertinencia de esos rechazos, el
gobernador sigue haciendo gestos que irritan al kirchnerismo, como invitar a
Macri a la Feria del Libro y compartir una foto con destino de sección política
en los medios.
El fantasma de UNEN
La decisión de Cristina, en definitiva, estará determinada
según cuál de los candidatos le molestaría más en el sillón de Rivadavia.
Está claro que la alternativa de Macri no le disgustaría. En
cambio, le preocuparía la llegada de Massa o alguno de los dirigentes de UNEN.
En el caso de Massa, el rechazo parece ser más de índole
personal que ideológico. A fin de cuentas, el intendente de Tigre formó parte
de la gestión kirchnerista y es acompañado por varios ex funcionarios.
Una "traición" que puede atribuirse casi a una
tradición partidaria, la certeza de que para continuar en el poder en algún
momento hay que saltar a la oposición.
"El destino de los ‘herederos naturales' en el
peronismo termina siendo manifiesto. Perón liquidó al entonces gobernador de la
provincia de Buenos Aires, el coronel Mercante. La escena se repite entre Menem
y Eduardo Duhalde. Los jefes del peronismo no prohíjan herederos naturales. Más
bien los impiden", recuerda el historiador Alejandro Horowicz.
En cambio, un eventual triunfo de UNEN -cuyos candidatos,
sumados, conforman el segundo bloque con mayor intención de voto- ya supondría
para la Presidenta otro tipo de inconvenientes.
Con la moralidad como bandera y un discurso muy hostil hacia
los actuales funcionarios, una eventual llegada de esta coalición al poder
implicaría la seguridad de problemas judiciales para los protagonistas de la
década K.
De manera que la gran pregunta para Cristina es: si apoya un
candidato propio que le reste votos a Scioli, ¿a quién le estaría allanando el
camino? ¿A Macri, a Massa o a UNEN?
La respuesta está todavía muy borrosa. De momento, lo que
parece claro es que la nueva coalición inquieta al Gobierno. Así lo dejó en
claro el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, al ironizar sobre los fracasos
económicos de los gobiernos radicales.
O también, las acusaciones de los medios afines al
kirchnerismo, que definen a UNEN como un producto más mediático que político, y
comentaron con sarcasmo que en la noche de la presentación del teatro Broadway
los precandidatos no hablaron, pero que sí lo hicieron en TN.
"Eso es sintomático de un peligro en la Argentina
actual. Es el retorno a una política construida mediáticamente, propia de los
años 90", apuntó Forster.
Claro que todavía faltan grandes cuestiones por resolver,
como un eventual -por ahora improbable- acuerdo de Macri con UNEN.
Y, además, falta observar qué tanto éxito tendrá Massa en su
intento por cooptar intendentes radicales.
Todo esto, en definitiva, puede alterar las alianzas y
apoyos que hoy parecen evidentes en un escenario de balotaje. La política
argentina, como el fútbol, puede definirse como "la dinámica de lo
impensado".
Es ahí donde reside el mayor riesgo de Cristina: la
posibilidad de que al esmerilar a Scioli pensando que así favorece a Macri, la
jugada pueda salir mal y terminar empujando a los rivales menos deseables.
© iProfesional.com
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