Por Gabriel Profiti |
Un paro general en la Argentina mientras el
ministro de Economía recibe en Washington elogios del FMI por un plan
de ajuste es una realidad que el kirchnerismo nunca soñó, pero que debe
afrontar ahora por sus decisiones políticas y económicas previas.
En tiempos de tensa armonía entre el Gobierno
y Hugo Moyano, con Néstor Kirchner vivo y especialmente después de
su muerte, hombres clave del kirchnerismo solían decir que no se podía
romper con el camionero porque tenía capacidad para parar el país.
A Cristina Kirchner no le interesó sostener
ese vínculo con uno de los hombres de peor imagen del país. Y ahora, después
de dos años de haberse cruzado de vereda, el titular de la CGT Azopardo
encontró la oportunidad que esperaba para mostrar su poder de fuego.
Lo hizo con la mayoría de los gremios del transporte de su lado y asociado
a sectores sindicales y políticos rebeldes.
Por primera vez desde que el kirchnerismo llegó
al poder, los salarios y las jubilaciones parecen destinados a perder
la carrera contra la inflación. Ese es un germen de conflictividad.
Por eso esta huelga, cuya novedad fue haber
sumado a los colectiveros de la UTA y a los maquinistas de trenes de
La Fraternidad antes enrolados en la CGT oficial, se sintió más fuerte
que la lanzada por el camionero en noviembre de 2012.
La expectativa pasa ahora por la pregunta de
si el Gobierno logrará contener esas protestas o si la conflictividad
será una marca del tramo final de la administración de Cristina Kirchner.
Ante ese panorama, es probable que más temprano
que tarde el Gobierno corrija nuevamente el mínimo no imponible
del impuesto a las Ganancias, cuyo impacto sobre los empleados en relación
de dependencia es cada vez mayor. No obstante, la cuestión de fondo es
que el plan oficial logre contener el galope inflacionario.
Economía, entre algodones
Mientras el paro lograba frenar la actividad
especialmente en la zona metropolitana y en algunas provincias,
Axel Kicillof desembarcaba en Washington para participar de la Asamblea
Anual del FMI y el Banco Mundial.
Lo hizo un día después de que el Fondo publicara
sus previsiones sobre la economía mundial con un duro diagnóstico sobre
la Argentina. Eso disparó un cruce entre el jefe de Gabinete, Jorge
Capitanich, y la directora gerente del organismo internacional,
Christine Lagarde.
Sin embargo, luego de una reunión con Kicillof,
Alejandro Werner, el director del FMI para América Latina, aseguró
que la Argentina va “en la dirección correcta”. Elogió puntualmente
la quita de subsidios, la devaluación y la suba de tasas de interés.
También reiteró que están en análisis las nuevas estadísticas del Indec.
Este giro ortodoxo todavía no incluye que
el FMI vuelva a supervisar la economía argentina, decisión que tomó
Néstor Kirchner y que su esposa quiere preservar.
La intervención del Fondo es un reclamo de Japón
y Alemania, principales acreedores de la Argentina en el Club de París,
para avanzar hacia una refinanciación de la deuda con ese organismo,
estimada en 10 mil millones de dólares.
En ese marco, Kicillof mantuvo un encuentro
con ejecutivos estadounidenses a quienes bajó un mensaje amigable:
destacó que empresas de ese país continúan invirtiendo en la Argentina
porque “no se dejan afectar por pronósticos erróneos".
Por lo pronto, la corrida cambiaria se frenó
y las reservas se estabilizaron después del derrumbe de los últimos
meses, gracias principalmente a que los productores agropecuarios
comenzaron a liquidar sus exportaciones.
El último eslabón de esta cadena sería que la Argentina vuelva a los mercados voluntarios de crédito.
El nuevo rumbo económico incluye un giro diplomático
de la Argentina. Después de un largo período sin visitas de primer nivel,
en los próximos meses podrían encadenarse tres.
El miércoles llegará en visita de Estado Michelle
Bachelet, en su primera salida desde que volvió a la Presidencia de
Chile. Se trata de un gesto hacia su par argentina en el que quizá es
el mejor momento de las relaciones trasandinas en décadas.
Pero también se trabaja en las venidas del jefe
de Gobierno español, Mariano Rajoy, en un relanzamiento del vínculo
bilateral tras el conflicto por Repsol, y del cada vez más influyente
presidente chino Xi Jinping.
(In) seguridad
Tibiamente, la Casa Rosada busca también
dar respuesta al principal reclamo de los argentinos, que se encamina
a ser la clave de la próxima pelea electoral: la inseguridad ciudadana.
En el Congreso, luego de 13 años se constituyó
la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Órganos y Actividades
de Seguridad Interior. El próximo 24 irán a exponer la ministra y el
viceministro del área, Cecilia Rodríguez y Sergio Berni. Ambos pasos
serían imposibles de dar sin aval de la Presidenta.
Pero la movida más trascendente en el área fue
sin duda el envío de dos mil gendarmes a Rosario para contener el avance
del narcotráfico, después de un operativo sorpresivo en el que participaron
tres mil agentes nacionales.
La ciudad tiene uno de los niveles más altos
de homicidios del país, y se debate en medio de feroces peleas entre bandas
rivales por el control del negocio. El crimen organizado lleva 80 muertos
en lo que va de año.
Pareció, al fin, una declaración de guerra al
narcotráfico.
© NA
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