domingo, 2 de marzo de 2014

La "argentinada", ese hábito que nos hunde cada día más

Por Jorge Fernández Díaz
El flamante soldado de Venezuela cobra en petrodólares por pronunciar comentarios futbolísticos y diatribas nacionalistas, vive del talento perdido, es ejemplo mundial de la violación de las normas, militante de la módica izquierda teatral, y además cultor del insulto y la fanfarronería. Acude siempre presuroso en ayuda de quien tiene el poder y la billetera, y posa de rebelde guevarista pero con modales de jeque camorrero.

Ese soldado de la decadencia ruidosa sigue siendo, mal que nos pese, el mayor emblema internacional de la Argentina, que, como escribió esta semana el diario más influyente del mundo, es "un caso único de país que ha completado la transición hacia el subdesarrollo". O, en términos psicológicos, "el niño que nunca creció". El doloroso artículo de The New York Times describe desapasionadamente el periplo de la historia argentina, que contra los discursos triunfalistas de cada época sólo viene practicando el retroceso. Pero la nota del veterano periodista Roger Cohen no alude a Diego Maradona. Es un imperdonable olvido, puesto que "Dios" resume el drama nacional, los defectos orgullosamente cacareados por una sociedad que se enamora del fracaso, que no deja de caer y de tropezarse siempre con la misma piedra y que se debe a sí misma una introspección y una autocrítica profunda.

Maradona hizo esta misma semana una conmovedora defensa del régimen carapintada de Venezuela, justo cuando se confirmaba ante la opinión pública global que la administración armada de Nicolás Maduro había reprimido con parapoliciales a los estudiantes, había producido 15 muertos y centenares de heridos, y había encarcelado a uno de los principales dirigentes de la oposición democrática. No les va a salir gratis a los venezolanos esta abnegada y llorosa militancia: Maradona cotiza en dólares. Este nuevo patriota bolivariano que reposa en Emiratos Árabes cobra muy bien por los servicios prestados. Es una lástima, porque Venezuela no pasa por un buen momento económico y hubiera sido importante que Maradona, trémulo de tanto fervor desinteresado, donara el abultado salario que le darán por cubrir el Mundial desde la impresentable cadena Telesur. Podría donarlo, por ejemplo, a los venezolanos que sufren la violencia y la escasez. Pero como decía Pablo Emilio Escobar Gaviria: "A nadie le gusta más la platica que a esta gente de izquierda".

La última aparición pública relevante de Maradona había sucedido en un programa de la RAI, cuando ante el reclamo de una deuda al fisco italiano hizo un corte de mangas que asombró y repugnó a todos. Seguramente no hubiera hecho lo mismo en la Argentina o en Venezuela, puesto que estas naciones populistas ya le habrían condonado las deudas a cambio de apoyo político. "Les digo a los venezolanos y al presidente Maduro que estamos viendo todas las mentiras que están diciendo y creando los imperialistas, y que yo estoy dispuesto a ser un soldado de Venezuela para lo que mande, porque la verdad es que estos señores, si se les puede decir señores, ya dan asco", dijo el politólogo de Dubai luego de estampar su firma en un contrato millonario. Tanto el Palacio de Miraflores como la Casa Rosada tienen al Mundial de Fútbol en el centro de la agenda política del año: piensan que ese acontecimiento deportivo les servirá de poderoso distractivo y analgésico. Que cambiará el turbulento clima social. No les falta razón, puesto que la estupidización colectiva, la hipnosis chauvinista que se produce durante estos períodos, les ha dado buenos resultados a los oficialismos de todos los tiempos.

El artículo del Times, débilmente refutado por un Jauretche de hojalata que oficia de senador, pone el dedo en la llaga al describir nuestra recurrencia al declive. Se le puede achacar una mirada sin matices sobre el peronismo, pero la verdad es que el movimiento de Perón no puede eludir la jeringa: gobernó más que ningún otro durante este interminable tobogán de derrotas. Maradona no sólo lo representa, también encarna el oportunismo general de una sociedad que se presume inocente y que confraternizó sucesivamente con Videla, Alfonsín, Menem, Cavallo y los Kirchner a lo largo de estas cuatro décadas malogradas. No estamos hablando de la argentinidad, sino de una cierta "argentinada", patología jactanciosa de la improvisación y de la insolvencia moral, forma farsesca y defectuosa de traducir políticas y metodologías serias que funcionaron en otros países, y que importamos con la fe de los conversos y la pericia del chanta para hacerlas naufragar rotundamente en el nuestro.

La pregunta es si resulta pertinente asumir estos pecados populares en el final de un ciclo político o si una vez más nos engañaremos con los discursos y las martingalas de la actualidad y el breve porvenir. Hace falta una nueva lucidez desde la que mirar. Todos los días suceden "argentinadas", hemos naturalizado la picardía institucional y el populismo berreta, y corremos el riesgo del pez, que ya no tiene conciencia del agua.

Por suerte, de vez en cuando el Gobierno cruza alguna línea del ridículo y nos recuerda que estamos viviendo en una república bananera con ínfulas de país sofisticado. El canal de televisión del Ministerio de Desarrollo Social celebró con un video de 41 segundos el doble natalicio de José de San Martín y de Néstor Kirchner equiparando sus aportes a la historia: "Nacen el mismo día. Son dos estrategas. Son dos luchadores incansables de la libertad y la justicia. Los dos plantean la independencia de Argentina y Latinoamérica. Los separan 172 años de historia. Uno fue bautizado el padre de la patria. El otro, revivió el sentido de la palabra patria. Uno dijo: «Serás lo que debas ser o no serás nada». El otro respondió: «No pasarán a la historia aquellos que especulen, sino los que más se la jueguen». 25 de febrero, nacimiento de dos gigantes de la historia". Tres días después se supo que ese mismo ministerio gastará 23 millones de pesos para que decenas de miles de chicos usen remeras con la cara de Evita durante competencias deportivas auspiciadas por Presidencia de la Nación. El Estado como usina proselitista es una "argentinada" que ya no escandaliza a nadie, salvo a algunos observadores extranjeros que vienen, preguntan con perplejidad y se van con dolores de cabeza. ¿Qué caso tiene explicar que la gesta sanmartiniana es incomparable y que el viejo general murió en la modestia y se negó a participar de las guerras internas? ¿Qué caso tiene recordar que Néstor murió multimillonario y que fue el mentor de la mayor división entre argentinos de los últimos sesenta años? ¿Qué caso tiene, a esta altura de la resignación, aclarar que un gobierno cae en la corrupción intelectual y en la obscenidad pura cuando utiliza fondos del pueblo para hacer propaganda partidaria y culto a la personalidad? ¿A quién le importa?

Otro ejemplo de "argentinada" se esconde en YouTube y en los archivos de los diarios españoles: los mismos dirigentes cristinistas que hace dos años festejaban airadamente la incautación de Repsol y explicaban que Europa era decadente y perversa, hoy celebran el pago de esa deuda reconocida y negocian con el Club de París en busca de "platica" fresca para las arcas secas del modelo. Y todo lo hacen con discurso violento, sin pedir perdón, envalentonados como Maradona entre obsecuentes que aplauden cuando alaba a Menem y luego cuando se declara súbdito de Fidel. Dale que va, dale nomás. Que allá en el horno nos vamos a encontrar.

© La Nación

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