Por Jorge Fernández Díaz |
El flamante soldado de Venezuela cobra en petrodólares por
pronunciar comentarios futbolísticos y diatribas nacionalistas, vive del
talento perdido, es ejemplo mundial de la violación de las normas, militante de
la módica izquierda teatral, y además cultor del insulto y la fanfarronería.
Acude siempre presuroso en ayuda de quien tiene el poder y la billetera, y posa
de rebelde guevarista pero con modales de jeque camorrero.
Ese soldado de la
decadencia ruidosa sigue siendo, mal que nos pese, el mayor emblema
internacional de la Argentina, que, como escribió esta semana el diario más
influyente del mundo, es "un caso único de país que ha completado la
transición hacia el subdesarrollo". O, en términos psicológicos, "el
niño que nunca creció". El doloroso artículo de The New York Times
describe desapasionadamente el periplo de la historia argentina, que contra los
discursos triunfalistas de cada época sólo viene practicando el retroceso. Pero
la nota del veterano periodista Roger Cohen no alude a Diego Maradona. Es un
imperdonable olvido, puesto que "Dios" resume el drama nacional, los
defectos orgullosamente cacareados por una sociedad que se enamora del fracaso,
que no deja de caer y de tropezarse siempre con la misma piedra y que se debe a
sí misma una introspección y una autocrítica profunda.
Maradona hizo esta misma semana una conmovedora defensa del
régimen carapintada de Venezuela, justo cuando se confirmaba ante la opinión
pública global que la administración armada de Nicolás Maduro había reprimido
con parapoliciales a los estudiantes, había producido 15 muertos y centenares
de heridos, y había encarcelado a uno de los principales dirigentes de la
oposición democrática. No les va a salir gratis a los venezolanos esta abnegada
y llorosa militancia: Maradona cotiza en dólares. Este nuevo patriota
bolivariano que reposa en Emiratos Árabes cobra muy bien por los servicios
prestados. Es una lástima, porque Venezuela no pasa por un buen momento
económico y hubiera sido importante que Maradona, trémulo de tanto fervor
desinteresado, donara el abultado salario que le darán por cubrir el Mundial
desde la impresentable cadena Telesur. Podría donarlo, por ejemplo, a los
venezolanos que sufren la violencia y la escasez. Pero como decía Pablo Emilio
Escobar Gaviria: "A nadie le gusta más la platica que a esta gente de
izquierda".
La última aparición pública relevante de Maradona había
sucedido en un programa de la RAI, cuando ante el reclamo de una deuda al fisco
italiano hizo un corte de mangas que asombró y repugnó a todos. Seguramente no
hubiera hecho lo mismo en la Argentina o en Venezuela, puesto que estas
naciones populistas ya le habrían condonado las deudas a cambio de apoyo
político. "Les digo a los venezolanos y al presidente Maduro que estamos
viendo todas las mentiras que están diciendo y creando los imperialistas, y que
yo estoy dispuesto a ser un soldado de Venezuela para lo que mande, porque la
verdad es que estos señores, si se les puede decir señores, ya dan asco",
dijo el politólogo de Dubai luego de estampar su firma en un contrato
millonario. Tanto el Palacio de Miraflores como la Casa Rosada tienen al
Mundial de Fútbol en el centro de la agenda política del año: piensan que ese
acontecimiento deportivo les servirá de poderoso distractivo y analgésico. Que
cambiará el turbulento clima social. No les falta razón, puesto que la
estupidización colectiva, la hipnosis chauvinista que se produce durante estos
períodos, les ha dado buenos resultados a los oficialismos de todos los
tiempos.
El artículo del Times, débilmente refutado por un Jauretche
de hojalata que oficia de senador, pone el dedo en la llaga al describir
nuestra recurrencia al declive. Se le puede achacar una mirada sin matices
sobre el peronismo, pero la verdad es que el movimiento de Perón no puede
eludir la jeringa: gobernó más que ningún otro durante este interminable
tobogán de derrotas. Maradona no sólo lo representa, también encarna el
oportunismo general de una sociedad que se presume inocente y que confraternizó
sucesivamente con Videla, Alfonsín, Menem, Cavallo y los Kirchner a lo largo de
estas cuatro décadas malogradas. No estamos hablando de la argentinidad, sino
de una cierta "argentinada", patología jactanciosa de la
improvisación y de la insolvencia moral, forma farsesca y defectuosa de
traducir políticas y metodologías serias que funcionaron en otros países, y que
importamos con la fe de los conversos y la pericia del chanta para hacerlas
naufragar rotundamente en el nuestro.
La pregunta es si resulta pertinente asumir estos pecados
populares en el final de un ciclo político o si una vez más nos engañaremos con
los discursos y las martingalas de la actualidad y el breve porvenir. Hace
falta una nueva lucidez desde la que mirar. Todos los días suceden
"argentinadas", hemos naturalizado la picardía institucional y el
populismo berreta, y corremos el riesgo del pez, que ya no tiene conciencia del
agua.
Por suerte, de vez en cuando el Gobierno cruza alguna línea
del ridículo y nos recuerda que estamos viviendo en una república bananera con
ínfulas de país sofisticado. El canal de televisión del Ministerio de
Desarrollo Social celebró con un video de 41 segundos el doble natalicio de
José de San Martín y de Néstor Kirchner equiparando sus aportes a la historia:
"Nacen el mismo día. Son dos estrategas. Son dos luchadores incansables de
la libertad y la justicia. Los dos plantean la independencia de Argentina y
Latinoamérica. Los separan 172 años de historia. Uno fue bautizado el padre de
la patria. El otro, revivió el sentido de la palabra patria. Uno dijo: «Serás
lo que debas ser o no serás nada». El otro respondió: «No pasarán a la historia
aquellos que especulen, sino los que más se la jueguen». 25 de febrero,
nacimiento de dos gigantes de la historia". Tres días después se supo que
ese mismo ministerio gastará 23 millones de pesos para que decenas de miles de
chicos usen remeras con la cara de Evita durante competencias deportivas
auspiciadas por Presidencia de la Nación. El Estado como usina proselitista es
una "argentinada" que ya no escandaliza a nadie, salvo a algunos
observadores extranjeros que vienen, preguntan con perplejidad y se van con
dolores de cabeza. ¿Qué caso tiene explicar que la gesta sanmartiniana es
incomparable y que el viejo general murió en la modestia y se negó a participar
de las guerras internas? ¿Qué caso tiene recordar que Néstor murió
multimillonario y que fue el mentor de la mayor división entre argentinos de
los últimos sesenta años? ¿Qué caso tiene, a esta altura de la resignación,
aclarar que un gobierno cae en la corrupción intelectual y en la obscenidad
pura cuando utiliza fondos del pueblo para hacer propaganda partidaria y culto
a la personalidad? ¿A quién le importa?
Otro ejemplo de "argentinada" se esconde en
YouTube y en los archivos de los diarios españoles: los mismos dirigentes
cristinistas que hace dos años festejaban airadamente la incautación de Repsol
y explicaban que Europa era decadente y perversa, hoy celebran el pago de esa
deuda reconocida y negocian con el Club de París en busca de "platica"
fresca para las arcas secas del modelo. Y todo lo hacen con discurso violento,
sin pedir perdón, envalentonados como Maradona entre obsecuentes que aplauden
cuando alaba a Menem y luego cuando se declara súbdito de Fidel. Dale que va,
dale nomás. Que allá en el horno nos vamos a encontrar.
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