domingo, 16 de marzo de 2014

Francisco Bergoglio [¿o Jorge Mario Pontífice...?]

Por Martín Risso Patrón

Ser uno y otro a la vez

El  Papa, [PP] Páter et Pontifex de los católicos, como rubrica su firma, porque representa a dios sobre la Tierra y es el constructor del Puente. A lo largo de toda la historia de la iglesia, tuvo doble personalidad ese ser con dignidad mayestática, el Papa. Una, la primigenia, la de él mismo, la con que nació, y la otra, la que le impuso la corporación cardenalicia que lo elige para su reinado Urbi et Orbi.

Entre las psicopatologías psiquiátricas existe el cuadro de esquizofrenia, término con el que se designa a la escisión en varias personalidades, de un solo sujeto. Esto, dicho sin otro ánimo que graficar lo más sencillamente posible la terrible situación a la que se enfrenta el Mortal que deviene en Demiurgo por un sencillo consistorio con llave y sellado. Pero algo sucede camino a San Pedro... El de hoy, el nuestro, Jorge de los zapatos gastados y la sotana negra, pone, justo, negro sobre blanco, esa cuestión difícil de comprender. No es el caso que aquí se comenta. Pero le pega en el palo.

Francisco nació Bergoglio, Jorge, y fue un chico profano hasta que se consagró al Templo que guardan los Jesuitas. Y después, todo lo conocido... sus andanzas por las villas de BA, gastando zapatos y tomando mate con todos y llegando en subte hasta donde podía, etcétera. Un obispo algo atípico. Querible y querido. Amador y amado. Jesuita, inflexible consigo mismo como todo jesuita. Hasta que nació de nuevo. Peor. Más rigor sobre sí mismo.

El drama de ser Francisco 

El Papa reitera hasta el sollozo a los fieles del orbi “...recen por mí recen por mí recen por mí...”.Esto tiene un significado muy profundo, dramáticamente profundo, digo. Como Francisco Pontifex, está solo, de soledad absoluta... un solipsista Demiurgo, igual si se lo considera desde los gnósticos como de los alejandrinos. Lo mismo da, para el caso.

También dijo no hace mucho que se allana a su confesor con una periodicidad llamativa, para su situación. Y aquí comenzamos a verle las patas a la Sota. ¿Es Jorge Bergoglio, o Francisco [a secas], el que va a confesarse?Y ahí nomás se engancha esta otra situación, claramente explicada a mí por un querido amigo que la pega justo en esto de reflexionar sobre estas cosas: Cuando habla, ¿habla Francisco, o habla Jorge...? A ver. Tirarse contra las escrituras con aquello de la metáfora de Adán y Eva[sostén de los dogmas creacionistas, entre otros, de los concilios medievales y posteriores como Letrán y el Vaticano I], no puede provenir del Páter et Pontifex, custodio, por naturaleza de su cargo, de las Verdades a las que sólo se conocen por la Fe y punto. Dicho de hombre, canejo, y con la autoridad moral humana suficiente como para descorrerlos velos que haya que voltear para que la iglesia de los católicos no siga naufragando amenazando con venirse apique. Eso es propio de la Razón que lo inviste como buen Jesuita y como buen estudioso, como hombre bueno. Habla Jorge. Lo mismo cuando comienza a desligar las fuertes ataduras que asfixian a la Libertad, como la cuestión Gay o el divorcio. ¡Qué Papa, este Jorge...! Renunciando a hablar como Demiurgo, para hablar con olor a oveja.

Vive y obra como pastor con olor a oveja, Jorge Francisco

Esa es la cosa. Ser amado por miles de millones, más que el más expectable de los líderes o el conjunto de líderes supremos de este valle de lágrimas, pero supeditado a las penitencias que le impone el simple párroco que ha elegido como confesor. O vivir como Jorge profano amador de la Verdad.

Me lo imagino a solas en su celda de Santa Marta, a la que paga tiqui-taca, creo que semanalmente, incluido el almuerzo y la frugal cena y por supuesto el mate. Allí, Francisco empuña los cilicios y le da y le da por las espaldas a Jorge, cada vez que abre la boca. Pero, en esa intimidad que lo ennoblece, le dicta: “...metele... adelante... no te achiqués... eso es lo que necesitamos en la barca de Pedro...”. Y entonces Él sale entonado a la Ventana y repite, repite y repite hasta el cansancio: “Recen por mí...”.

Así es que puedo comprender que este hombre se llama Jorge Mario Bergoglio Francisco 266.º Pontífice [*17 de diciembre de 1936 en BA, y *13 de marzo de 2013, Estado soberano del Vaticano], dos personas, pero un solo Hombre verdadero. Y con cojones así de fuertes.

[Edición impresa: Semanario Nueva Propuesta

Digital: www.agensur.info]

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