Por Gabriel Profiti |
"Era seguir a Venezuela o hacer esto y por suerte
eligió esto", celebró un hombre con apellido histórico en el PJ, al
analizar el giro diplomático e ideológico de Cristina Kirchner orientado a la
resolución de los frentes abiertos por la deuda en default.
Acuerdos de pago a empresas extranjeras que ganaron juicios
en el Ciadi, el tribunal del Banco Mundial; un índice de precios más creíble
por parte del Indec; el entendimiento con Repsol; y el intento de negociar un
acuerdo con los acreedores del Club de París forman parte de este golpe de
timón oficial.
Más difícil aparece una solución al juicio que llevan
adelante los "holdouts", donde la Corte Suprema de Estados Unidos
debe expedirse, luego de dos fallos adversos a la Argentina en instancias
inferiores.
Este intento -tardío y forzado por las circunstancias- de
recomponer el frente externo tuvo esta semana algunas señales de aliento
internacionales.
Primero fue el Papa Francisco. En la misma semana en la que
fue elegido por la Revista Fortune como el más influyente del mundo, el jefe de
la Iglesia Católica recibió a Cristina Kirchner durante casi tres horas en el
Vaticano, en un claro gesto de apoyo a un gobierno en problemas.
Luego, la Presidenta obtuvo en París un abierto respaldo de
su par francés, Francois Holland, para las negociaciones que comenzarán en el
Club de París el 28 de mayo.
Paralelamente, llegaron a Buenos Aires con mensajes
similares dos enviados de los gobiernos de Barack Obama y Mariano Rajoy: el
director para el Cono Sur de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental
del Departamento de Estado de Estados Unidos, William Ostick, y el director
general de Iberoamérica de la Cancillería española, Pablo Gómez Olea.
El jueves, Ostick se reunió con legisladores oficialistas y
opositores y ratificó la intención de Estados Unidos de acompañar el proceso
iniciado por la Argentina para regularizar su deuda.
Estados Unidos considera que el país debe mejorar su oferta
inicial ante el Club de París, consistente en un primer pago de sólo 250
millones de dólares, pero el mensaje de Ostick fue que Washington "quiere
ayudar a resolver los desafíos pendientes" sobre todo porque "se
empiezan a reconocer los problemas".
Incluyó en ese concepto al juicio que tramita la Corte
Suprema estadounidense, pese a que la Casa Blanca desistió de hacer un planteo
voluntario de "amicus curiae" a favor de la Argentina ante el
tribunal, como hizo Francia. "Lo haremos si la Corte lo pide",
ratificó Ostick en sus diálogos en Buenos Aires.
Durante el encuentro con los legisladores, el único
kirchnerista presente, Jorge Landau, destacó el intento de Cristina Kirchner de
"solucionar los problemas ahora, no como hizo Carlos Menem que se los transfirió
a Fernando de la Rúa". Aludió también a la devaluación de la moneda.
Por su parte, Gómez Olea llegó al país para renovar el
diálogo político luego del acuerdo entre la nacionalizada YPF y Repsol. Al
igual que Ostick se reunió con la subsecretaria de Política Exterior, María del
Carmen Squeff. Se llevó una visión positiva.
España y Estados Unidos son acreedores menores de la
Argentina en el Club de París. Los principales son a su vez los más duros,
Alemania y Japón.
El PJ se reorganiza
El giro de Cristina Kirchner también busca dejar una
"huella institucional" con la reforma de los códigos Civil y
Comercial, Penal, Procesal Penal, y Contencioso Administrativo; junto con la
aprobación del digesto jurídico, la redacción de una ley de responsabilidad
civil del Estado y una ley orgánica del sistema penitenciario federal.
El problema es que la mayoría de esos proyectos generan
disidencias internas o fuertes resistencias opositoras, como es el caso del
Código Penal, cuyo corte garantista le permitió a Sergio Massa mantenerse en la
marquesina política.
Además, esa "huella institucional" se choca con la
coyuntura: el bloque kirchnerista pareció volver a dar cobertura al polémico
juez Norberto Oyarbide en el Consejo de la Magistratura.
Esa exposición también opacó los intentos de La Cámpora, que
ahora pisa fuerte en ese cuerpo a través del diputado Eduardo "Wado"
de Pedro y el secretario de Justicia, Julián Álvarez, de abandonar su
aislamiento e interactuar políticamente.
La apertura de la organización liderada por Máximo Kirchner
responde a la transición que empieza a correr hacia un nuevo gobierno y que
quedó plasmada en la reunión de gobernadores del PJ celebrada el jueves por la
noche en el predio de Remonta y Veterinaria del Ejército, en Palermo.
El PJ descifró que para seguir en el poder después de 2015
necesita darse una nueva fisonomía en la que el kirchnerismo sea una vertiente
y no la cúspide. También, sus dirigentes saben que esa continuidad depende de
la suerte de Cristina.
Actualmente, las encuestas dan una ventaja de cinco puntos
de Massa sobre Daniel Scioli, pero esa distancia se amplía en un escenario de
balotaje. La intención es mostrar un partido plural y organizado que permita
contener el drenaje de dirigentes hacia el massismo. Por eso fueron invitados
al encuentro tres mandatarios críticos como Daniel Peralta (Santa Cruz),
Claudio Poggi (San Luis) y José Manuel de la Sota (Córdoba).
Sólo concurrió el último, pero se retiró fastidiado tras la
irrupción inesperada del secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, con
claros fines de marcar la cancha. Hasta ese momento el encuentro estaba
desprovisto de kirchnerismo. De hecho, el preferido del
"cristinismo", el gobernador entrerriano, Sergio Urribarri se
encontraba de gira por China y Japón.
Oficialmente, la tenida convocó a una reunión del Consejo
Nacional del Partido, que a su vez llamará al Congreso del PJ el 9 de mayo para
encumbrar una nueva conducción, liderada por Eduardo Fellner.
El mandatario jujeño quedará en el vértice porque no tiene
aspiraciones presidenciales. Luego, se ubicarán todos aquellos que buscan
suceder a Cristina Kirchner, como Scioli, Jorge Capitanich, Urribarri y Juan
Manuel Urtubey, junto a otros que no son gobernadores pero también tienen ambiciones.
© NA
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