La reunión no quedó
ajena a la división de opiniones que genera la Presidenta. ¿Cielo o infierno?
Por Alfredo Leuco |
“Yo adoro al Papa, pero no me gusta para nada la manija que
le da a Cristina. Le tiene que pedir a ella que nos cuide a nosotros y no al
revés”, bramó Mónica de San Telmo, oyente de radio Mitre. “No se puede pensar
tan en chiquito. El Santo Padre apuesta a bajar los niveles de confrontación, a
fomentar el diálogo y que Cristina termine en paz en 2015”, dijo el peronista y
cristiano de la primera hora Julio Bárbaro en el canal 26. “El Papa apoya a Cristina
y a Maduro porque es nacional y popular”, escuché en una radio K que tiene más
subsidios que audiencia.
Estas son las opiniones más representativas y
descarnadas que encontré en el debate caliente que produjo el tercer encuentro
en el Vaticano entre los dos argentinos más encumbrados que son jefes de
Estado.
¿Quién se acerca más a la verdad? Hay elementos objetivos
que abonan las tres teorías ideológicas que sostienen esta polémica que explotó
cuando el Papa (93% de imagen positiva) y Cristina (25%) se encontraron con una
pintura de la Virgen Desatanudos de fondo. Toda una metáfora.
1) A favor de los K : es cierto que el papa Francisco no
recibió a ningún presidente en tres ocasiones. Y todos los encuentros entre
ambos fueron afectuosos, con sonrisas, complicidades y regalos. “Hay un
lenguaje común”, dijeron formalmente. Ambos fueron formados en la fragua del
peronismo. Leyeron a Leopoldo Marechal, tratan a Mario Ishii como si fuera un
santo de poncho rojo, fustigan al capitalismo financiero (aunque ahora Cristina
tenga que pedirles por favor un puñado de dólares) y reivindican el trabajo de
los curas villeros. Cristina le llevó fotos de Bergoglio recorriendo esos
territorios de la exclusión y le comentó su felicidad por haber participado en
la misa de homenaje a Hugo Chávez que se celebró en la Villa 21-24 de Barracas.
Juntos acordaron que una imagen del asesinado padre Carlos Mugica se colocara
en la avenida 9 de Julio, similar a la que Eva Perón tiene en las paredes del
Ministerio de Desarrollo Social. En síntesis: nadie le dedica dos horas y media
a un almuerzo si no se siente a gusto con esa persona. El Papa lo hizo y Ella
le preparó el mate cocido. Todo el tiempo flotó una especie de seducción
intelectual y religiosa mutua. En un solo momento se pudo advertir cierto
disgusto en el pastor con olor a oveja. Fue cuando Cristina, verborrágica, le
explicaba las virtudes de los regalos que le había traído mirando por el
rabillo del ojo a las cámaras de televisión que estaban registrando el momento.
Francisco la observaba con cierta misericordia, como diciendo con su gesto:
“Pobre, está demasiado acelerada, no puede parar de hablar”. En cambio, sus
palabras fueron pocas y cortas. Apenas lo necesario, austero hasta en el
lenguaje.
2) A favor de los peronistas anti K: dicen que la Presidenta
no tiene respeto ni escucha a nadie que no sea el Papa. Que la predispone y la
calma el carisma de quien fuera el cardenal más odiado por los Kirchner. Que
históricamente ella estuvo más cerca de la fe que Néstor, que únicamente la
veía como un factor de poder inmanejable. Por eso mantiene firme la bandera en
contra del aborto, entre otros reclamos históricos de la Iglesia.
Estos sectores dicen que hay que aprovechar esa posibilidad
para empujar a la Presidenta para que Argentina se parezca cada vez menos a
Venezuela, que nos produce espanto, y más a Chile, que nos genera envidia. Y
que ésa es la gran misión del Papa. Pacificar. Cerrar la fractura expuesta de
la sociedad que dejará el kirchnerismo como la peor herencia y sembrar una
sociedad más fraterna. Aseguran que ése es el objetivo superior que tiene el
Papa. Que no se mete en internas partidarias aunque le gustaría ver presidente
de la Nación a Julián Domínguez, quien tejió una excelente relación con Víctor
“Tucho” Fernández, el arzobispo y rector de la Universidad Católica y uno de
los intelectuales más consultados por el Papa. Recuerdan que fue casi coautor
del documento de Aparecida, que es una especie de plataforma electoral o una
Biblia de gestión para el papa del fin mundo. Lo único que divide al Papa de
Cristina son algunos de los comandantes de la izquierda jurásica: Horacio
Verbitsky y Hebe de Bonafini. El periodista militante porque fue el jefe del
operativo para cerrar el camino de Bergoglio al trono de Pedro y el que más
intentó mancharlo de sangre acusándolo de haber entregado sacerdotes a las
garras del terrorismo de Estado. La madre de Plaza de Mayo, por ese
infantilismo que la llevó a decir que “hay que combatir la riqueza y no la
pobreza”, en referenca al trabajo de la Pastoral Social, como si el peronismo y
la Iglesia no coincidieran en fomentar la alianza y no la lucha de clases.
3) A favor de los anticristinistas: la Presidenta sembró
vientos agresivos y cosechó tempestades entre amplios sectores de las clases
medias. Los caceroleros son su máxima expresión organizativa. Los que se
irritan de sólo escucharla. Cristina no tiene ninguna chance de recomponer esa
relación por más que baje un cambio en sus actitudes autoritarias o lleve a los
opositores a la asunción de Michelle Bachelet. Hay una franja de la sociedad
cada vez más creciente que ya le cerró el crédito y cree que todo lo que ella
haga con el Papa es puro maquillaje oportunista e hipócrita y que al día
siguiente el Papa habló públicamente de esos temas aunque, obviamente, sin
nombrar a Cristina. Están convencidos de que ella no cambió en nada su
altanería e intolerancia. Que “se hace la buenita” (textual de oyentes) porque
con el poco capital político que le queda, no tiene más remedio que fingir.
Argumentan que desde la primera elección que ganó viene prometiendo respetos
institucionales que nunca llegan y que hoy dispara con cebita porque se le
acabaron los misiles y no porque quiera o el Papa haya logrado “convertirla” en
una dirigente menos agresiva y crispada. Sería un milagro. Estan preocupados
porque tantos “mimos” del Papa reposicionan a Cristina desde lo simbólico,
quiebran el autoaislamiento al que se sometió y mejoran las chances electorales
de quien ella bendiga como su heredero. Una oyente llegó a decir que el Papa
perdona a Cristina por tantos ataques que sufrió en su momento y que por eso es
papa.
Pero que el resto de los ciudadanos no tienen por qué
perdonarla, porque papa hay uno solo.Finalmente, la mayor división que existe
entre ellos son los valores éticos. Francisco es la bandera de la austeridad
republicana y franciscana en la cumbre del poder mundial. Y Cristina no puede
explicar su fortuna ni la de Lázaro Báez. En ese aspecto, son algo
irreconciliable. Como el cielo y el infierno.
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