domingo, 30 de marzo de 2014

Cristina, ten piedad de nosotros

Por Jorge Fernández Díaz
Mercedes nació hace noventa años en San Martín de Oscos, un pequeñísimo pueblo asturiano ubicado en el límite con Galicia y a escasos kilómetros de Vegadeo, donde también nació la abuela de Cristina Kirchner. Después de una emigración épica, una viudez dolorosa y una larga lucha laboral en un sufrido almacén de Boedo, Mercedes se retiró a una jubilación discreta.

Siempre ha sido una mujer bondadosa y no debo ocultar que forma parte entrañable de mi familia. Resulta que una mañana salió de su departamento del barrio de Caballito para hacer unas compras y fue abordada por un hombre y una mujer de cuarenta años. La confundieron con su charla y la subieron de nuevo a su casa, entre mentiras y empujones. "Dame la guita", le ordenó el hombre. Mercedes, confundida y consternada, les dijo que no tenía un cobre. Comenzaron entonces a pegarle golpes a puño cerrado en la cara y en todo el cuerpo. Le dieron una paliza cruel y devastadora, gritándole que iban a matarla, y se llevaron mil pesos de un monedero.

Mercedes sobrevivió de milagro, pero nunca más volvió a ser la misma. La salud de la gente mayor es como el jenga: una sola pieza puede desestabilizarlos y hacerlos caer. Imaginen entonces lo que puede desencadenar a esas edades una golpiza salvaje. Tuvo ataques de pánico y daños psicológicos gravísimos, y ya no pudo salir sola a la calle. Pero es una mujer de suerte, porque muere un jubilado cada cuatro días en la Argentina a raíz de un robo violento. En estos últimos tres meses, hubo 17 crímenes de ancianos, y los expertos calculan que los casos no denunciados o de simple supervivencia agónica multiplican esa estadística oficial. ¿Cuándo naturalizamos los argentinos esta clase de aberraciones? Es escalofriante el modo en que la excepcionalidad y el horror se instalaron progresivamente en el país. Parece una muerte por monóxido de carbono: un veneno invisible nos va anestesiando y únicamente nos damos cuenta al final, cuando ya nuestros músculos no responden y no podemos levantarnos de la cama.

Cuatro millones de jubilados cobran entre 2000 y 2700 pesos, y les otorgaron un 11 por ciento para que tiren hasta agosto: la inflación actual ya pulverizó esa limosna y tendrán que hacer frente solitos a un año de precios astronómicos. Los fondos de la Anses se utilizan para el gasto corriente de un Estado lleno de "ñoquis", que se mete en todos los negocios y que se retira de las calles, donde hay vecinos humildes armándose y disparando a mansalva contra narcos, donde gente honesta lincha a delincuentes mientras la policía brilla por su ausencia y donde chicos de 12 a 16 años atacan en banda a otros y los golpean y despojan de todo sin que ninguna autoridad intervenga. En marzo, y sólo en el conurbano bonaerense, hubo 17 asesinatos en 19 días: un homicidio en ocasión de robo cada 27 horas.

Nos hemos aclimatado a la muerte, a la estupidez, a la ineficiencia, a la corrupción y a la mentira insolente. Un periodista que solía ser un analfabeto político hasta hace cinco minutos se ha convertido en el máximo ideólogo mediático del Gobierno. Con letra de la Secretaría Legal y Técnica deslizaba los otros días una original categorización: si estás con el capitalismo, sos de derecha, y si estás con el Estado, sos de izquierda. ¿Para qué andarnos con matices ni con chiquitas, para qué sirven los libros universales de ideología? Para qué vamos a contar que gobiernos de izquierda promueven sanas economías mixtas y que gobiernos carapintadas, como el inefable régimen venezolano, remedan la idea mussoliniana del Estado, y además lo hacen desde la negligencia más absoluta. El gobierno de Caracas, represor de estudiantes y encarcelador de opositores, tiene la característica de combinar un régimen de militarización con una de las tasas más altas de criminalidad urbana; una economía privilegiada por el petróleo con una decadencia inflacionaria y un desquicio financiero. Ningún intelectual setentista es capaz de criticar ese engendro. Y argumentan su cómoda y muy provechosa adscripción al kirchnerismo, aun después de tantas traiciones y errores, con que es la última oportunidad de tener un Estado omnipresente. Mucho sapo para tan poca cosa: de nada sirve el ímpetu estatal si la administración pública consolida la pobreza extrema, conduce al desorden macroeconómico y deserta de la seguridad ciudadana. Si sos un inútil, no importa si te gusta el mercado o el Estado, la izquierda o la derecha: sos un inútil y se acabó.

El 75% por ciento de los trabajadores argentinos cobra menos de 6500 pesos como resultado de la década ganada. Una familia necesita 7300 pesos para no ser pobre. La escuela pública sigue perdiendo calidad y estudiantes: 300.000 alumnos emigraron a la educación privada en estos años. Y cuando se juegan el pellejo y tratan de demostrar la pericia del Estado para gestionar una compañía terminan venteando 700 millones de dólares por año en Aerolíneas, notorio fracaso gestionario que, de hecho, quema ante la opinión pública la idea de que es posible administrar con responsabilidad una empresa estatizada. ¿Qué puede pensar el pueblo cuando ve que la Presidenta destinó 657 millones del Presupuesto Nacional al Centro Cultural del Bicentenario y sólo 62 millones a refaccionar las cárceles? ¿O que en el contexto de una crisis, donde hace falta austeridad, se gastan fortunas en remodelaciones de la Casa Rosada y sus alrededores, en Tecnópolis, en la fabricación de remeras de Evita y en la construcción de un Teatro Colón nac & pop? Grandes favores le hacen los kirchneristas con su torpeza al noventismo. Son las paradojas peronistas: los Kirchner logran lo contrario de lo que se proponen, así como Menem consiguió hundir por un largo tiempo el prestigio de lo privado.

Pero los argentinos hemos naturalizado muchas otras cosas. Casi todos los organismos de control en manos del propio oficialismo, maniobras flagrantes y cotidianas para destruir causas judiciales que conducirían a prisión a notorios funcionarios, patrimonios injustificables de los principales caciques del Frente para la Victoria, proliferación de cuevas financieras que trabajan para el poder y de narcos colombianos que encuentran aquí su "lugar en el mundo", multiplicación de una red clientelar infame y consagración de una cultura del apriete y la barrabravización social, falsificación constante de cifras y sinceramientos parciales que ya no escandalizan ni al más sensible. En un país realmente parlamentarista con muchísimo menos habría constantes pedidos de juicio político. Acá, compañeros, no pasa nada. Nos acostumbramos a la farsa y a la prepotencia, y el error garrafal nos parece apenas un chubasco veraniego. La argentina es una sociedad moral y políticamente quebrada. Y dedicada a la comedia. Alejados de estos problemitas y brindando por la revolución, muchos kirchneristas de Palermo Hollywood comienzan a reunirse en "Los Octubres", el flamante restaurante de Thames y Costa Rica que abrió Juan Carlos "Canca" Gullo, prominente miembro de la "juventud maravillosa" y padrino de "los pibes para la liberación". Allí despliega el glamour setentista: vende camperas montoneras, ofrece muñequitos de peluche de Cristina y sirve caipiobreras a 65 pesos, una caipiriña que ningún obrero real podría pagar sin atragantarse. Así funciona el pobrismo vintage y la frivolidad de este grupo añejo que sigue de fiesta mientras matan abuelos, padres, hijos y nietos cada día sin que nadie, en la cúspide del poder, haga ni siquiera un mohín de misericordia.


© La Nación

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