El Gobierno pegó el
volantazo y toma medidas financieras noventistas. Una interna entre crujidos y
hacer la vista gorda.
Por Alfredo Leuco |
El cristinismo cruje y se tambalea por el triple salto
mortal que está obligado a hacer en su viraje a la derecha. El ajuste económico
avanza a paso redoblado y tambor batiente, la inquietud ideológica amanece que
no es poco y la autocrítica ética, no sabe no contesta.
Axel Kicillof está tripulando un volantazo económico
ortodoxo y antipopular que ni el Fondo Monetario se lo hubiera pedido.
El GPS
revolucionario de los intelectuales a la carta y los muchachos camporistas está
recalculando su ruta emancipadora. Es cada vez más complejo transitar por la
izquierda después de una devaluación feroz que golpea a los que menos tienen
(en un año, el peso perdió 60% de su valor), de subir las tasas de interés al
estilo bicicleta financiera noventista, de quebrar una historia salarial de
aumentos paritarios por encima de la inflación y encima con pedidos
considerados reaccionarios por los propios dirigentes docentes aliados del
Gobierno como “el presentismo”. Si Mauricio Macri lo hubiera intentado
siquiera, los Hugo Yasky ya hubieran tomado la casa de gobierno de la Ciudad.
Pero, como es “su” gobierno, callan y otorgan. La obediencia debida no es sólo
un valor del verticalismo justicialista o militar. Lo peor de todo es que ya
preparan una represión ejemplificadora para los primeros conflictos sociales,
como pasó el jueves en la Panamericana, con heridos y detenidos. Nos llevan
derechito a una recesión absolutamente evitable. Ni qué hablar de las
genuflexiones hacia Repsol, el club de París o los fondos buitre, que podrían
terminar con una prueba de fuego: ¿Aceptarán acatar el artículo 4 de la carta
del FMI o la seguirán considerando violatoria de nuestra soberanía? ¿Llegarán a
tanto? No hay que desesperar ni ponerse ansiosos. El 11 de abril en Washington
conoceremos hasta qué nivel el gobierno nacional y popular resolvió bajarse los
pantalones para permitir que los sabuesos del Fondo husmeen en nuestros libros
contables.
A semejante cantidad de sapos tragados se debe la fragilidad
que hoy tiene el cristinismo.
Pero, además del ajuste económico y del idelógico, hay un
tercero en el que no están dispuestos a ceder: el ajuste ético. Sería positivo
para el Gobierno que entregaran a los pesos pesados de la corrupción. Que
largaran el lastre de los que más dedos dejaron pegados, como Amado Boudou,
Ricardo Jaime y Lázaro Báez. Son los más emblemáticos. Pero tiene razón Elisa
Carrió: nunca les van a soltar la mano porque los tres tienen una marca en el
orillo que dice: Néstor. Nadie está obligado a declarar contra sí mismo ni a
cortarse su propia cabeza para subsistir.
Pero, sorpresas te da la vida, cada día hay rumores más
fuertes de que Báez, deprimido y acosado por la Justicia, podría quebrar la
omertá y sacarse un peso (o millones de dólares, mejor dicho) de encima. Quiere
volver a ser un corderito patagónico y no un chivo expiatorio. Lo dicen algunos
candidatos a gobernador y/ o a presidentes del kirchnerismo y, por eso, tal
vez, sólo estén expresando un deseo.
Si hay algún subproducto positivo del espejo de Venezuela en
el que muchos oficialistas se miran es que incita a un debate que la izquierda
jurásica se niega a dar. Reconocer que Nicolás Maduro es una versión
estalinista y degradada les parte el espinazo de sus convicciones. Porque eso
los llevaría a cuestionar también al “Faraón” cubano, como llama Marcelo
Birmajer a Fidel Castro, que fue el faro que iluminó las insurrecciones de los 60
y 70.
Pero la verdad es que hay que ser muy necio o muy fanático
para no reconocer que, a esta altura de la historia, el que viola los derechos
humanos encarcelando opositores o utilizando la grupos paramilitares para matar
estudiantes que se movilizan por multitudes o el que censura ferozmente al
periodismo representa algo muy distinto a los sueños del socialismo y la
democracia. Es una puñalada en la espalda de toda una generación, pero es
cierto que Cuba es una gerontocracia que no permite al pueblo votar y que se
quedó en lo más reaccionario y conservador de la cultura cotidiana, como
expresa, por ejemplo, su persecución a los homosexuales.
Es triste que muchos artistas e intelectuales argentinos
defiendan la libertad absoluta en todos lados menos en Venezuela y en Cuba.
Como si fueran territorios sagrados en donde se puede ser progresista con las
Fuerzas Armadas cogobernando y sosteniendo la incapacidad de sus funcionarios.
Hace muchos años que quedó absolutamente claro que sin libertad no hay justicia
social que valga. Que nada justifica ordenarle al ciudadano qué es lo que tiene
que pensar. Porque la caía de la Unión Soviética y sus satélites burocráticos
demuestra que tampoco hubo nunca igualdad de oportunidades. Lo que hubo fue la
prohibición de protestar ante las injusticias bajo amenaza de muerte o de
Siberia.
Rubén Blades, el texto de un familiar que Jorge Drexler
retuiteó, Luis Brandoni o el Residente de Calle 13, por nombrar algunos, no son
fascistas embaucados por la CIA, como ellos mismos dicen. Son verdaderos
defensores de la vida y la libertad. ¿Cómo es posible que el cristinismo no
haya salido en bloque a repudiar la exigencia de fusilamientos en Venezuela de
Luis D’Elía? ¿Están de acuerdo con la pena de muerte también en Argentina o sólo
en Venezuela y Cuba? ¿Hay libertad en el kirchnerismo para expresar aunque sea
alguna disidencia? ¿La fortuna de Báez es un invento de Lanata y Magnetto? ¿O
ahora robar para la corona está bien? ¿Hacen saludo uno, saludos dos al trabajo
conjunto entre los militares del general César Milani y las madres de Hebe de
Bonafini en un barrio de Florencio Varela supervisados por el Cuervo Larroque?
¿Qué imaginan que puede salir de ese concubinato atroz? ¿Un nuevo Schoklender
de borceguíes o la degradación del Operativo Dorrego?
Y, como si esto fuera poco, los remezones la encuentran a
Cristina debajo de sus posibilidades físicas y anímicas. Pese a todo, acusan de
cipayos y golpistas a más de medio país. Igual que en Venezuela.
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