Por Rogelio Núñez
Venezuela acumula tres lustros (desde 1999) de un larvado
enfrentamiento civil que ha desembocado en la actual situación de máxima
efervescencia. Las pasiones desbordadas han puesto al país al borde de un choque
de trenes y del abismo.
Ha sido un largo camino en el que chavistas y antichavistas
han ido escalando en su mutua odiosidad, donde el rival se convierte en enemigo
irreconciliable y no en alternativa de gobierno.
Como ya señalaba en 2011 Marcel Oppliger en su libro “La
revolución fallida” la sociedad venezolana “actual es muy infeliz. Existe una
gran odiosidad entre los venezolanos, separados, enfrentados y divididos entre
chavistas y antichavistas. Antes copeyanos y adecos se detestaban pero eran
capaces de convivir y reconocían la legitimidad del otro. Ahora eso no existe.
El otro es el enemigo al que hay que convencer o destruir”.
Los excesos y abusos perpetrados desde el poder, y con el
aparato del Estado a su favor, por parte de Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás
Maduro, fueron respondidos hasta 2005 con estrategias desestabilizadoras por
parte de la oposición: golpe de Estado de 2002 y boicot petrolero de 2003. Y
eso engendró la actual separación que no ha hecho sino incrementarse.
La polarización, una
herencia envenenada de Chávez
Esa odiosidad acumulada ha desembocado en la actual
polarización política que divide por la mitad al país y convierte en
irreconciliables a ambas mitades del pueblo venezolano.
Como señala Carlos Malamud en Infolatam “cualquier pretensión opositora de desplazar al chavismo
mediante las urnas es denunciada como desestabilizadora (destituyente en la
terminología kirchnerista) o presentada como un potencial golpe de estado. La
polarización es una de las armas favoritas del populismo latinoamericano. La
utilizaba Chávez y abusan de ella sus sucesores… Otra vez la vieja antinomia
peronista de patria y antipatria rescatada por el discurso bolivariano: todo el
que no está con Chávez es un enemigo, un traidor a la patria”.
El chavismo siempre ha despreciado a sus rivales,
transformados en enemigos, y esa actitud ha permeado a toda la sociedad.
El enfrentamiento recuerda, a veces, al de los años 30 en
Europa con dos bandos irreconciliables y descalificaciones mutuas.
La analista María Teresa Romero, crítica con el régimen,
señala que “el problema es que aún muchos se niegan a llamar dictadura
comunista a este gobierno de milicos soberbios y de civiles vendidos al
castrismo cubano. Sigue siendo tabú, les da un no sé qué… hasta la organización
Freedom House aún nos denomine como
“parcialmente libre y de autoritarismo moderno”, y no por su verdadero nombre.
Recordad, el principio es el verbo”.
Y del otro lado, el primer vicepresidente del Partido
Socialista Unido de Venezuela, Diosdado Cabello, advierte a los “señores
fascistas de la oposición” a que vayan en “santa paz porque la revolución
socialista será implacable”.
Toda esta situación tiene un casi imposible desenlace
pacífico. Recuerda las semanas previas a la caída de Juan Domingo Perón en 1955.
Los sectores antiperonistas del ejército no dudaban en bombardear la Plaza de
Mayo provocando cientos de muertos.
Y en respuesta Perón apelaba directamente al ojo por ojo:
“La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es
contestar a una acción violenta con otra más violenta. Cuando uno de los
nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos. Hemos dado suficiente prueba de
nuestra prudencia. Daremos ahora suficiente prueba de nuestra energía”.
Un imparable choque
de trenes
En Venezuela el choque de trenes es aún más imparable que en
la Argentina del 55.
A lo que finalmente no se atrevió Perón, sí se atreve Maduro
y su régimen.
Ellos respaldan y amparan a grupos de pseudodelincuentes y
paramilitares como los “motoristas” y colectivos como La Piedrita, Tupamaros y
otros que operan a escala nacional.
Leopoldo López al entregarse el último martes. |
Esto frente a la estrategia más comedida de Henrique
Capriles, quien admite sus diferencias con López: “Nos une una vocación de
cambio, pero tenemos diferencias en los caminos, en cómo alcanzar ese cambio”.
El columnista del diario El
Universal, Roberto Giusti, explica así esta situación: “Henrique tiene
razón cuando reconoce que no se puede dar una demostración de fuerza cuando no
se la tiene en suficiente cuantía… Pero Leopoldo, con su anuncio de entregarse
y forzar la barra, lo hace porque la dinámica de los hechos amenaza con
llevárselo todo por delante, por tanto la situación se hace insostenible y, mal
que bien, hay que montarse sobre esa ola”.
Con las masas antichavistas lanzadas en las calles en
paralelo con las chavistas, el papel de la FANB (Fuerza Armada Nacional
Bolivariana), va a resultar vital junto con la influencia cubana, en los
futuros derroteros por los que transite Venezuela. En la oposición ha surgido
un líder (López) que alcanza ya la categoría de héroe mientras que el régimen
se encastilla cada vez más en sí mismo.
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