Por Gabriel Profiti |
El mes de enero transcurrió en medio de la turbulencia
económica más fuerte de los últimos doce años, lo que trasuntó una severa
crisis de confianza en el Gobierno.
El primer mes de 2014 acumuló un drenaje de reservas
internacionales de 2.500 millones de dólares. Esa motivó a la administración
kirchnerista a reabrir parcialmente el cepo cambiario, la peor medida económica
de la década, y a propiciar una brusca devaluación del peso de 19%.
La depreciación agitó más una inflación que algunos
analistas sitúan por encima del 4% mensual y la respuesta oficial fue una
versión renovada del control de precios, esta vez con participación de
intendentes y asociaciones de consumidores. Carnes, medicamentos y todos los
productos que utilizan insumos importados dieron un salto, mientras los gremios
ya están en pie de guerra para defender el poder adquisitivo de los salarios.
Febrero abre sus puertas con ese vértigo. Hay quienes
consideran que ya se dieron los pasos apropiados para recuperar la estabilidad
y el crecimiento.
Apuestan a que el nuevo nivel del dólar vuelva al país más
competitivo para sus exportaciones; y esperan que en marzo los productores
agropecuarios liquiden sus cosechas y engrosen las arcas del Banco Central.
Pero son mayoría los que opinan que el Gobierno sólo da
manotazos de ahogado y no presenta un plan económico confiable.
Dentro de este último grupo se encuentran dirigentes de la
oposición, analistas económicos y todo el conglomerado de medios y consultoras
asociados al mundo financiero internacional.
La inflación y la caída de reservas son un combo complejo.
Sobre este último punto resultaron por ahora infructuosos los intentos de
obtener dólares a través del swap de monedas con China o la inversión, y se
frenó la normalización emprendida del denominado frente externo, destinado
retornar a los mercados internacionales de crédito. .
Sobran cuestionamientos, faltan ideas . "Estamos
absolutamente solos luchando contra grupos económicos poderosos", se quejó
el viernes el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien le pidió a la oposición
propuestas y que condene a quienes aumentan precios de manera indiscriminada.
Más allá de la veracidad de la catarsis del jefe de
Gabinete, le correspondería al Gobierno nacional hacer una convocatoria amplia
a la oposición para acordar políticas de Estado que permitan superar la crisis
y recuperar confianza.
El arco antikirchnerista debería abandonar la postura del
diagnóstico y armar una mesa de trabajo que ofrezca una receta consolidada
frente a las inconsistencias de las cuentas públicas.
No obstante, por ahora las energías parecen puestas en
prepararse para la gran pelea de 2015. Esa carrera fue alentada por la
prolongada ausencia de la Presidenta, que se cortó esta semana con su viaje a
Cuba.
En La Habana, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (Celac) dio un respaldo monolítico al país anfitrión y un mensaje de
cohesión frente a los países centrales.
Cristina llegó sin avisar, no hubo cobertura de prensa en el
aeropuerto como con los demás presidentes y se ausentó de la foto de familia,
de la cena oficial y de la clausura de la cumbre.
Su protagonismo se redujo a la participación en el debate
central y al encuentro con Fidel Castro.
Quizá la inflamación en la cadera luego superada en Buenos
Aires haya incidido en ese ostracismo.
Pese a ello emitió algunos gestos políticos. Estuvo
acompañada por el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, y el presidente
de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.
Ambos se ilusionan con ser los delfines del oficialismo en
2015.
Antes de tomarse unos días de descanso en La Lucila del Mar,
Domínguez señaló que Daniel Scioli no lo representa, lo que abrió el debate y
los posicionamientos en el seno del oficialismo.
El gobernador bonaerense acompaña públicamente las políticas
adoptadas por la Nación y habló dos veces en las últimas semanas con Cristina,
pero entiende que el problema es de confianza.
Así se lo transmitió el exministro de Economía, Roberto
Lavagna, con quien dialoga periódicamente, pese a que este último se acercó al
Frente Renovador de Sergio Massa.
También se mostró junto a otro prestigioso economista, el
extitular del Banco Central Mario Blejer, quien días antes había reclamado al
Gobierno un plan "confiable y coherente".
Con esa postura aperturista y aceptables niveles de
popularidad, Scioli prepara para marzo otra instantánea con el cordobés José
Manuel de la Sota y el santafesino Antonio Bonfatti, en la ExpoAgro que se
realizará entre Ramallo y San Nicolás.
De hecho, instruyó a su ministro de Asuntos Agrarios,
Alejandro "Topo" Rodríguez, -exladero de Lavagna- a que se reúna con
sus pares de esas provincias y también a que mantenga el diálogo abierto con
las entidades agropecuarias provinciales.
Algunos en su entorno incluso lamentaron que le haya dejado
a Mauricio Macri el obsequio de retratarse con una CGT rebelde unificada por
Hugo Moyano y Luis Barrionuevo.
Esa reunión, por cierto, resultó una extrañeza política. Al
jefe de Gobierno se lo ve cada vez más ilusionado con "la teoría de los
cuartos", según la cual cuatro opciones competitivas se presentarán en
2015 y el que supere el balotaje tendrá amplias posibilidades de coronarse presidente.
Su entusiasmo creció en las últimas horas con sondeos que le
dan más de 70% de aprobación a la gestión en la Ciudad, niveles inéditos para
su largo mandato, mientras que también mejoró la imagen de su gobierno en el
Conurbano, adonde busca instalar a su vicejefa María Eugenia Vidal.
Macri reconoce que Scioli, cuya popularidad sigue siendo
competitiva, y Sergio Massa son sus principales rivales.
Cerca suyo no descartan de la pelea al tándem que puedan
conformar socialistas y radicales.
Massa, por su lado, dio protagonismo a su equipo económico
para remarcar las debilidades de la economía y mantiene sus giras provinciales
para no perder cartel.
Una encuesta de Hugo Haime realizada a fines de enero indica
que si las elecciones fueran hoy obtendría el 25 por ciento de los votos,
Scioli el 15, Macri el 10,7 y Binner el 10,6.
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