Tarde, el Gobierno
baja sus banderas: drogas, dólar, Clarín, inflación, intendentes del PJ y hasta
Venezuela. ¿Seguirá?
Por Alfredo Leuco |
Nadie se atrevió nunca a decírselo a Cristina. Es que les
temen a sus gritos y castigos. Pero como en el cuento de Andersen, la reina
está desnuda. El modelo se fue descascarando hasta quedar, impúdicamente, con
su esqueleto al aire. En los últimos tiempos las evidencias son de una
contundencia irrefutable hasta para los que se fanatizaron por convicción o por
dinero.
Veamos algunos ejemplos:
1) En la patética discusión pública que condenó al silencio
a Agustín Rossi en un tema tan grave como la instalación del narcotráfico,
nadie pudo explicar por qué Brasil, Chile y Uruguay tienen radarizado el 100%
de su espacio aéreo y la Argentina, sólo el 10%. Y estamos hablando de radares
3D, que puedan detectar aviones que vuelan a baja altura. ¿Es tan grande el
nivel de corrupción en la cima del Estado que son capaces de dejar desprotegido
el futuro de varias generaciones que implosionan y multiplican la muerte cuando
se consolidan los carteles de la cocaína? ¿O van a decir que no hubo dinero en
esta década para atender algo tan estratégico, tan de vida o muerte? Tal vez no
les importe la prostitución de las instituciones y la muerte cotidiana como
resultado de la penetración de ese crimen organizado.
2) Axel Kicillof está tan desorientado y desesperado que no
le importa mandar al muere a Tierra del Fuego y sus fábricas con tal de no
soltar un dólar. Pero como también teme que colapsen en 15 días todos los
teléfonos celulares por falta de insumos dice que es capaz de mirar para otro
lado si las empresas les compran directamente a los grandes fabricantes en el
exterior. Y eso que el relato productivista e industrialista sigue firme.
Débora Giorgi –desde Ezeiza– y Cristina –desde Florencio Varela– recordaron que
cuando llegó Néstor había ochenta parques industriales, “muchos de ellos eran
potreros y hoy inauguramos el número 316”. ¿Alguien le preguntará al ministro
Kicillof cómo puede seguir en el Gobierno después de haber dicho que Repsol le
iba a tener que pagar a la Argentina por su daño ambiental y terminamos
indemnizando a la empresa española con 5 mil millones de dólares? No fue un
pequeño error de cálculo. Relató un penal a favor y terminó haciéndose un gol
en contra.
3) Es extraño que el Gobierno diga en voz baja y sólo por
boca del “ladriprogresismo” que derrotó a Clarín con la aplicación de la Ley de
Medios. Si fuera cierto, ¿no deberían celebrar semejante toma del palacio de
invierno? Algo no cierra. Fue planteada como la madre de todas las batallas.
Martín Sabbatella y Víctor Hugo Morales dicen que ganaron, que el Grupo “se
rindió ante el imperio de la ley”, pero nadie grita los goles. ¿Qué pasó? ¿O en
realidad fue Cristina la que tiró la toalla? Fue tanto el odio que condujo esa
pelea que los llevó a un callejón sin salida. Nadie le hizo caso, pero Teresa
Parodi propuso el lunes pasado como “un día de festejo para los trabajadores de
la cultura” porque “terminar con los monopolios mediáticos es un paso
fundamental”.
4) El ajuste ortodoxo y conservador de Cristina deberá pasar
esta semana la prueba de fuego con las paritarias de los trabajadores. La
Presidenta pidió “responsabilidad” a los dirigentes sindicales. Roberto Lavagna
se preguntó: “¿Qué significa eso? ¿Pedir el 20% cuando la inflación es más del
30% es responsabilidad?”. El ex ministro de Economía que rechazó por
inexistentes todas las explicaciones conspirativas de Cristina dijo que un
gobierno nacional y popular no tiene que tener como variable de ajuste ni el
salario ni las fuentes laborales.
5) Acalorada como pocas veces, la Presidenta hizo ayer un
esfuerzo hasta estético en Florencio Varela para evitar que huyan de su lado
más intendentes o dirigentes justicialistas. Sentó a Daniel Scioli y a Julio
Pereyra en lugares de privilegio, y La Cámpora tuvo menos cámara en esta
ocasión. Tal vez sea demasiado tarde para lágrimas. La inmensa mayoría de los
cuadros justicialistas ya piensa en un nuevo jefe, en alguien que les pueda
garantizar la continuidad en el poder después de que Cristina vuelva al llano.
Muchos piensan en Scioli, otros esperan la evolución de Sergio Massa. Sólo el
núcleo duro confía en un candidato del palo, al estilo Sergio Urribarri. Es que
el Gobierno camina por un peligroso desfiladero económico y lo hace en
chancletas. De un lado tiene la hiperinflación, si no controla la puja
distributiva, y del otro la recesión, si continúa con el enfriamiento de la
actividad. Hay un debate encubierto entre las primeras espadas K. Algunos dicen
que tienen que llegar de pie a 2015, aunque sea desangrados en su discurso
revolucionario y mostrando la verdadera cara del modelo, y los más
fundamentalistas apuestan al portazo victimizador.
6) Curiosamente, hasta en su apoyo a Nicolás Maduro la
Presidenta actuó con prudencia. Comprendió que el tema divide aguas y crispa a
grandes sectores sociales. Es verdad que no se atrevió a cuestionar el pedido
de fusilamiento que hizo Luis D’Elía, sólo pidió “más tolerancia con nuestras
lenguas”, pero tampoco apeló a la flamígera verba chavista.
7) Como contracara de lobo feroz frente al disfraz de
cordero patagónico, el grupo antidemocrático Quebracho fue el autor material,
acompañado y protegido por la Policía Federal, de los escraches violentos cuya
autoría intelectual fue de la Presidenta. Hubo persecusiones y aprietes de todo
tipo, muchos de los cuales silenciados por sus propias víctimas para “evitar
que se produzca el efecto contagio”.
Lo nuevo es que tanto tiraron de la cuerda que no alcanza ni
el volantazo a la derecha.
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