Por Esteban Peicovich |
La bronca que echaría
hoy Perón de enterarse que bastó solo un Imberbe para dejarle
en trizas la Doctrina. Justo hacerle esto a Él, que con célebre picardía supo
aquella vez lanzar desde el balcón la pregunta tan mentada.
Él, que sorprendido
de tan feliz “salida”, sumó una larga risa al delirio de la plaza.
Yo lo escuché por radio.
El aparato parecía zapatear en la mesita de nuestra casa de Berisso cuando en
medio de un vocifero ondulante llegaron esas 7 palabras tomadas a la chacota
cuando eran tan de “en de veras” antes como lo son hoy: Estas palabras: “¿Alguno
de ustedes vio alguna vez un dólar?” Altri tempi. Ya no acuden tales
masas en la plaza. Tampoco están los restos de aquellas manos de Perón
habilísimas en sostener con genio o sorna en el aire una proclama o un chiste
político como el que late en la pregunta.
Justo venía yo
cavilando, bastón en mano por el Bajo, cuando recordé el divertido retruque que
le hacía a Perón mi tío Pablo en esos días. Socialista, guitarrero y
ajedrecista (y por lo tanto hombre de saber llevar una mujer a la cama)
divertía a sus amigos y parientes (esto también es vero, eh) no blandiendo un
dólar cualunque sino un billete de dólar de dos dólares. Esto
también lo vi (lo juro por mi).
Retenido ahora un minuto
en el “paso de cebra” para cruzar a Retiro me viene en mente otro guiño de ese
dólar enigmático que Pablo me regaló años después para un cumpleaños. Lo
atesoré un tiempo por el asombro que desprendía hasta perderlo en mi memoria
hasta hoy. Debo agradecerlo al hojaldre de pifiadas que nos ofrece a diario el
equipo de Chirolitas de la Rosada.
Quizás (ahora solo estoy
imaginando) dicho mítico dólar pudiese estar aún entre los gráficos que espero
ilustren unas muy híbridas Memorias que todavía no acerqué a editor alguno.
Andan ya en sus 1.200 folios, y se desplazan en tres tomos: I-Cuarzo,
II-Feldespato, y Mica, el III. ¿Y si la llamase “La pena capital”? No
lo se, es título que se me cae. Aunque Hamlet me zumbe seguido entre los días,
con quien siempre acabo celebrando, es con Zorba. ¿Y por qué no “Yo,
una autobiografía”. Registrado está.
Vuelvo al tema del dólar y
un fallido marca dolor. Borro dolor y retomo el dólar.
No es casual el símil tipográfico entre “dolor” y el “verde” tan temido. Así
como antes lo fue de la putísima Libra, hoy, aún, el mundo es suyo. De
tener que pagar una cuenta no otra moneda que dólares sacaría el Diablo de sus
bolsillos. Un dólar rojo de calcinar en el acto a quien lo toque o
alcance a verlos. Al Dólar o al Diablo, pues finalmente son lo mismo.
Casi tropiezo y caigo
por no mirar bien donde piso las veredas de Macri. Andaré con más cuidado. Y
revisaré el guión que llevo escrito en mi cabeza. Y refinando las neuronas me
sale que Perón no anduvo muy lejos de la verdad. Tampoco Perón vio nunca un
dólar en el sentido final de tan narcótico vocablo. Los tahúres que lo forjaron
no imprimieron nunca la identidad real de tamaña bestia monetaria. Solo
hicieron, y hacen, hacen circular su “figurita”. El símbolo del símbolo de un
símbolo. Resulta oscuro porque lo es. Más para mi que como periodista
soy generalista, esto es, un ignorante especializado. Pero más no doy.
Para conocer estos magmas perversos hay que estar en el ajo y no en la estética.
Mantener como visceras más sensibles no a San Juan de la Cruz o a Gonzalo
Rojas, sino a la mayor cantidad de tarjetas de crédito “sin límite”.
Quien posee la mayor
idoneidad para explicar cómo actúa este dólar fantasmático es el también invisible Boudou.
Y perdón, pero no es una digresión…He aquí como las palabras ayudan a las
palabras. ¿Puede creer alguno que el adjetivo “invisible” no se me ocurrió a
mí? Estoy seguro de no haberlo elegido y registré dicha la sensación. Bien que
nos sirve por didáctico que resulta. Que así como Boudou no es un
vicepresidente por lo que todo sabemos, tampoco el dólar es una moneda al uso
como muchos no lo saben. Boudou es un perfecto símil cárnico del
dólar. (Y digo cárnico porque humano no le va y el inhumanoes
light) El súbito “invisible” me arribó estilo pulga de fuera (¿saltó
desde la opinión pública?, ¿desde el imaginario popular?) y se ubicó en la
frase. Creo que se adelantó a mi elección para aclarar mejor que yo el
peliagudo trámite que nos deshace la vida social y agrisa hasta lo insoportable
la personal.
Ya por llegar a casa se
me ocurre lo que parece frívolo pero no lo es: el dólar (aclaro: todas las
monedas, pero el dólar en su carácter de máximo y excluyente CEO monetario) no
es más que una “joda de Tinelli” de las sucesivas bandas de banqueros,
financistas, pequeros, testaferros y hasta arbolitos que en el mundo han sido.
Es invisible a más no poder pues lo “operan” con una “tinta” y “arte” tal de
birlibirloque que consiguen “nada por aquí, nada por allá” mantenerlo
como el más oscuro objeto de deseo mundial (más que el sexo o
la droga, a los que como a las armas mantiene a su servicio) Así la cosa. Sin
mentar (es para otro día) que los 1.000 terrestres más antroofágicos son dueños
(sic) del 52 por ciento del planeta y los 7.195 millones restantes (usted, su
tía Pepa, yo) solo el 48 de ella.
Sí, por aquel 1949 muy
pocos habían visto un dólar. Salvo yo, y en un billete de dos dólares, por lo
de Pablo, que conté. Ahora es distinto. En este 2014 unos mercaderes que okupan
el gabinete han desatado una campaña de disuasión sutilísima. Juegan con el
dólar como si fuera a las bolitas de colores. Lo muestran con la más grosera
visibilidad. Y hacen malabares para que los ingenuos entren por el aro. Por la
“cola” que acabo de sortear ante un Banco, aprecio que son muchos los que
acuden a “ver los dólares” y llevarse unos poquitos. Aunque un breve chequeo me
devuelve la esperanza. Se llevan los dólares bajo el zarista sistema
cuentagotas pergeñado por Kicillof pero no para depositarlos luego como El
Obcecado quiere, sino para mantenerlos en refugios reales (no sea que) Es un
pequeño signo de cambio, pero es. Un consuelito, digamos, tras las interpósitas
y ásperas décadas vividas en este infantil país que todavía no se digna a
indignarse.
NOTA: Como ven lo
encontré. Si me da la loca me hago arbolito un rato.Y no pijoteen:vale más que
dos.
Billete de 2 dólares USA
El billete de dos
dólares estadounidenses (2$) posee en su anverso el retrato del antiguo
presidente Thomas Jefferson y en el reverso, una reproducción de La Declaración
de Independencia de John Trumbull. El diseño del anverso, de 1929, es el
más antiguo de todos los billetes de curso legal en Estados Unidos. A
pesar de su valor nominal bajo, el billete de dos dólares es el que menos
circula. Su producción es bastante escasa: sólo un 1% de los billetes
fabricados en EE.UU. La práctica ausencia de circulación del billete de 2$
ha originado un desconocimiento general de su existencia y mitos urbanos y
creencias populares a su alrededor.
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